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"Tenía la sensación de que yo formaba parte de una gran mentira general,
pero que esa mentira era la verdad, y era sólo mi culpa sentirla como mentira."
Imre Kertész |
Simpatizantes y detractores,
voces que van de derecha a izquierda. Todos hemos despertado del silencio
en el que nos había mantenido el subcomandante Marcos. No pudo ser más
apropiada -en términos de medios- la manera en que Marcos volvió a la escena
internacional.
Una absurda carta (gran metida
de pata) y luego una sorprendente recuperación proponiendo un dialogo y
una tregua para discutir el problema vasco (motivado en gran parte por
la ingenua respuesta del juez Baltasar Garzón) pusieron nuevamente en boca
de todos a Marcos. Por supuesto que las opiniones oscilan entre una simpatía
incondicional hasta la irremediable animadversión al personaje enmascarado.
Efectivamente "Marcos somos
todos", o nos reflejamos en su idealismo o de plano nos desvanecemos
en la cursilería. En cualquier caso estamos construyendo al Marcos que
queremos o que quisiéramos.
El valor de Marcos reside en
la indiscutible validez de su causa (al menos la primera causa: la defensa
y reivindicación del problema indígena) y de las eventuales posteriores,
¿cómo puede alguien oponerse al dialogo como vía de solución a los conflictos?
Pero hay otra ventaja insoslayable
que lo ubica por encima del resto de sus oponentes: ubicarse justo dentro
y formando parte del imaginario colectivo.
A muchos les gustaría que de
una vez por todas se despojase de la mascara y formara un partido político,
ahí donde sería de lo mas sencillo darle seguimiento, magnificar las pifias
del partido para poder vapulearlo y desligitimarlo como usualmente sucede
con casi todos los personajes de la política: desviando fondos del partido,
incumpliendo promesas de campaña, perdiendo votaciones.
Pero desde ese algún lugar en
las montañas del sureste mexicano es tan anónimo como cualquiera de nosotros
(a pesar de la revelada identidad), punto donde vuelve a ser frontera de
ambos bandos de la opinión pública: simpatía de aquellos que se reconocen
en la lucha colectiva como sociedad y repudio de los que aspiran a llegar
a ser gente de dinero o poder (nebulosa diferencia hoy día).
El subcomandante es la antítesis
de la aspiración de poder a la que usualmente aspiran el resto de los personajes.
Mientras que los rostros sonrientes y las frases ocurrentes (leí en un
cartel de un candidato del PAN su ridículo eslogan: "si o no pero
ya") inundan las pantallas de t.v. y los postes en las calles, Marcos
viste una mascara renunciando a su rostro. Otros pelean una y otra vez
la presidencia de la república, o la dirigencia del partido o la candidatura
tal o cual, Marcos se asume "sub": no en lo más alto, sino a
las ordenes de la comandancia zapatista. Despojado del lenguaje demagógico
y lleno de neologismos que oculta la verdadera sustancia del mensaje, Marcos
se aproxima al lenguaje cotidiando y su discurso en consecuencia resulta
sumamente accesible.
Marcos coincide además con un
movimiento mundial de resistencia, encabezado por Europa y Estados Unidos:
desde Seattle hasta Barcelona. Quizá el discurso mesurado de los intelectuales
ha sido rebasado por el activismo de las ONG's y por algunos personajes
(artistas, sindicalistas, etc.) que han intentado activar la discusión
de la eficiencia del modelo globalizado de economía capitalista.
El movimiento zapatista despierta
a la luz pública precisamente el día en que entra en vigor el Tratado de
Libre Comercio con Norteamérica, como un presagio del desquebrajamiento
del balance entre la economía local y la internacional. El campo en quiebra
y con insuficientes apoyos, la industria de la energía (electricidad y
petróleo) en proceso de apertura para ponerlo en manos privadas (nacionales
y extranjeras). ¿Donde queda el Estado en la defensa de los intereses de
la Nación?
Todos esos agujeros que dejan
los poderes del Estado (todos, es necesario mencionarlos: el judicial,
el legislativo y el ejecutivo por supuesto) vienen a ser llenados por organizaciones
o personajes como el subcomandante, que levantan la voz en defensa de los
más desprotegidos, de las minorías que se ven borradas en el proceso unificador
que se asume como sinónimo de desarrollo.
Nadie es profeta en su tierra,
evidentemente el subcomandante no lo es. México y otros países "emergentes"
(linda nueva forma de calificar a las naciones otrora llamadas tercermundistas)
están inmersos en un esfuerzo por avanzar en la cadena alimenticia capitalista:
la clase media y el gobierno tratando de concretar sus aspiraciones por
ubicarse en la elite del mundo globalizado; y las clases bajas tratando
simplemente por mantenerse vivo. ¿Cuál tiempo para discutir formas alternativas
de desarrollo si se esta supeditado al flujo y al castigo de organismos
internacionales (BM, FMI, etc.) que marcan las directrices económicas desde
escritorios? Y si no que le pregunten a Argentina, ejemplo concreto del
castigo ejemplar de los organismos y calificadoras internacionales.
Es en Europa (Italia, Francia,
España y Alemania principalmente) y Estados Unidos donde los más sólidos
esfuerzos por discutir estos temas están ocurriendo. Al parecer los síntomas
de un desquebrajamiento económico global también están siendo percibidos
en las naciones ricas del planeta. Es por eso tal vez que el mensaje de
Marcos es seguido de cerca justamente en otros países.
La iniciativa de Marcos por reactivar
el dialogo en España respecto al problema vasco puede parecer un disparate,
por el contrario en el mejor de los casos pudiera capitalizar el peso de
la palabra y la negociación (ergo su mensaje) sobre los argumentos de fuerza
(la violencia de la ETA y la descalificación del gobierno español).
Si nos sintonizamos en la frecuencia
utópica del llamado al diálogo de Marcos, y por un momento imaginamos que
rindiera frutos en aquella región y se lograra algún tipo de tregua o paz
más tangible: entonces quedaría expuesto el gobierno mexicano que ha hecho
oídos sordos a las constantes manifestaciones de los pueblos indígenas.
Un pasivo comisionado (Luis H.
Álvarez) que se atrevió a decir que el subcomandante ya no representaba
los intereses y la voz de los indígenas, para luego ser descalificado por
la comandancia del EZLN en el aniversario del movimiento celebrado los
primeros días de este 2003.
Sentarse a lograr acuerdos implica
necesariamente la observación de estos, pero ni el gobierno español, ni
el mexicano que tiene pendientes los puntos de los Acuerdos de San Andrés
Larrainzar, o la ETA, están dispuestos a cumplir. Así que seguirán llamando
"payaso" o "poco serio" a Marcos, pero cuando al final
se tiene que tomar partido (y ojalá y que los intelectuales políticamente
correctos se dejarán de medias tintas) habrá que pensar seriamente de que
lado esta la razón, pero la razón despojada de intereses terceros (como
el Plan Puebla Panamá).
*Oscar Huerta.
Guadalajara, México.
1971.
Co-director de al margen.
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enero
2003
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