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Animal Roberto D. Malatesta |
Animal Mi perro se rasca y mueve la silla, hecho simple que ocurre junto a la ventana que enmarca el sitio en donde escribo mis poemas. El animal se rasca y la silla se mueve y el torpe ruido hasta mí llega como la caída de las palabras al pozo de la luz que las recoge. El sonido aguza mi instinto de animal literario, y hace que una saliva-mental inunde el cerebro y se tensen los músculos que impulsan sangre y espíritu; y el sendero se estrecha y la vista se cierra tras la presa que habremos de recoger intacta. La fuerza del asunto A primera vista creí que se trataba de un papel o una bolsa de polietileno en suspenso a una altura un poco mayor que la de una casa de dos pisos. Tras una nueva mirada me sorprendí: aquello era una garza de las grandes o quizás un tuyango; volaba muy alto y el sol de junio bruñía al azul como a una piedra, no tuve objeciones en que debía de inmediato escribir un poema aunque la inspiración me faltase y sólo contara con el tema. Comprendí que todo lo que dijese se apoyaría apenas en las palabras, todo cuanto dijese debería descansar de las palabras y verse subyugado por la fuerza del asunto.
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abril 2003 |