Cadeshoras     

Retazos
César Hernández


“Todo árbol que no ha dado buen fruto,
es cortado y arrojado al fuego.”

Mateo 7.19


       Siempre sucede lo mismo, comienza con una pantalla en blanco a la cual hay que llenar con letras y no se te ocurre como empezar; Intentas con "Había una vez en un bosque", te detienes... ¿ En un bosque? Echas una mirada a través de la ventana y lo que ves, desde ese sexto piso en que te encuentras ahora, no se parece en nada a un bosque; una pila de casas donde los únicos colores que se ven están en los tendederos de ropas expuestas al sol, a ese pobre sol disminuido por el cielo gris. Escribes la palabra "gris" y vuelves a mirar por la ventana, la radio sigue sonando en su rincón y de pronto, como bajado de una nube inexistente, te acuerdas que en el noticiero pronosticaron una inversión térmica a pocas cuadras de donde estas, entonces dejas tu asiento para cerrar la ventana y encender el aire acondicionado. Ya de regreso en la computadora mandas al chosto todo lo escrito. De nuevo tienes la pantalla en blanco.

       Intentas otro comienzo, siempre imitando a los clásicos; "Había una vez un reino". De nuevo paras, te dices a ti mismo que esto no es de un clásico, parece mas bien noticia reciente. Te levantas y vas a consultar al periódico. Lo dicho. Esta en primera pagina; han sepultado al reino con toneladas de bombas inteligentes. Vuelves a la maquina para borrar lo escrito, tendrás que esperar muchos años para que eso sea un clásico; decides entonces dejar ese cuento a los periodistas.

       Tercera oportunidad y una pantalla en blanco por avanzar. Sería mejor que intentaras otra entrada - te dices. A lo mejor violenta; "La tercera puerta también estaba cerrada. Al contrario de las anteriores que habían cedido con facilidad a ésta tuvimos que tirarla a patadas." Notas que las líneas prometen algo, ¿Por qué tuvimos que tirar la puerta? ¿Quién nos espera al otro lado? "Artemisa, que nos miraba desde a tras, solo inclinó un poco la cabeza para decir: Apurémonos antes de que se nos escape de nuevo." Té estas emocionando, al menos eso parece ya que estas tecleando más rápido; andamos tras de un fugitivo, ya se nos a ido antes. ¿O no le cumplió a Artemisa o nos habrá robado? "Todo fue en vano, el cuarto estaba vacío. El polvo, que es la mejor señal de las ausencias prolongadas, teñía de gris los muebles del cuarto. Era inútil voltear de cabeza la casa; no habríamos encontrado nada. Artemisa se apoyó en el marco de la puerta, era la tercera vez en esta semana que fallábamos; Pedro no estaba allí se nos había pelado de nuevo. Sin decir una palabra salimos y nos dirigimos a casa." SAS, ahora que parecía que tenías algo se nos ha pelado la idea con el cabrón de Pedro.

       Amenazas con borrar todo, ya has puesto Select_All y estas a punto de presionar DELETE. Lo piensas dos veces, es probable que mañana o pasado mañana tengas alguna pista de donde anda Pedro y puedas continuar el relato... decides guardar este y abres una nueva pantalla en blanco.

       Hay esta de nuevo, la nada, la blancura esperando a ser manchada: Virgen deseosa y deseada, mil veces poseída y mil veces virgen, virgen-eterna-amante; Inmaculada después del gozo bajo la redención del DELETE.


       En fin, parece que no estas hoy para violencias, intentas ahora la memoria: "Después que nuestro padre murió Mama organizó reuniones religiosas en casa". Notas que le falta empuje y que tiene tono de anécdota mal contada. El recuerdo se agolpa en ti y el mismo disgusto que sentías en antaño lo sientes ahora, borras las líneas y las rehaces: "El desagrado que nosotros sentíamos aquellos días...". Espera, espera, se te ocurre que recordar el desagrado no basta, decirlo así no pasaría de ser solo una platica. Prefieres en este momento compartirlo con el lector, rehaces la frase y se lo pasas; "Creo que me gustaría transmitir la sensación de desagrado que nosotros sentíamos aquellos días Sábados en las vísperas de la reunión. La vida en casa se consideraba normal, y a veces hasta alegre, de no ser por esos sábados en que nuestra madre se levantaba más hacendosa que nunca. Se ponía en actitud de sargento mal pagado y con una voz que era capaz de matar hasta al más muerto, no dejaba piedra sin remover. Empezaba por levantar al gallo para que cantara la mañana feliz de nuestros sábados amargos y seguía con su mar interminable de ordenes que lanzaba a diestra y siniestra; en abundancia porque en esos días de Dios también ella repartía sin medida.

       Que junta eso, recoge aquello, miren como tienen mi casa muchachos, parece esto un chiquero y no una casa decente. Que tiende la cama, que así no, que mira como está hecha bolas la colcha, que estira la sábana antes... apúrense a limpiar los vidrios, salieron igual que su padre, que Dios le haya perdonado sus pecados y lo tenga en la Gloria; Él nunca me ayudaba, siempre tuve que arreglármelas como si él no existiera...

       Así era mi madre cuando había reuniones y teníamos que limpiar la casa para que sus amigas, aquellas viejas enlutadas, llegaran a casa a consagrarse a sus eternos rezos de falsas viudas.

       Lo recuerdo cómo si fuera ayer, hubiera querido olvidarlo como se olvidan las cosas desagradables para no tener que arrastrar su peso por toda la vida. Aún hoy que han pasado muchos años desde que mi madre murió, basta la primer campanada del día, el primer petardo que anuncia la llegada de la Virgen al barrio, para que mi memoria se pueble de nuevo con aquel montón de mojigatas, con su luto eterno y sus Gregogian Chants al estilo Santa Tere.

       Será por eso que mi hermano hizo lo que hizo; de alguna manera el no fue como nuestro padre, sino que, me parece, fue ella quien en dosis quincenales de fuego lento, le fue cambiando el carácter hasta que pasó lo que pasó en el sábado aquel de su desgracia.


***


       De nuestro padre no recuerdo mucho; todo lo que me queda en la memoria son imágenes vagas de una persona cargando a un niño, o tal vez a dos, el resto; todo lo que Mamá nos contó. Mamá tenía poco de haber regresado de una larga estancia en Europa, donde a cuenta de tíos y primos había recorrido no sé cuantas iglesias y catedrales - la lista era enorme y con nombres tan difíciles que solo ella podía nombrarlos en las tardes de sopor y nostalgia de este pueblo de mierda. Nuestro padre, más terco que una mula y no menos bruto que ella, pretendió a Mamá, a decir de ella, hasta que una tarde de hastío ella cayó vencida a una infatigable voluntad que poco tenia de humano... años después, en una de sus primeras manifestaciones de clarividencia, mi hermano dijo que nuestra madre había cedido al amor por cansancio que es producto de la más monótona de las rutinas y que ella no supo distinguir entre la voluntad del amor y la rutina del acoso.


***


       Asistíamos a misa, creo que mejor debiera decir que nos llevaba a misa, en esos sábados, dos veces; a primera hora para santificar (putear, decía mi hermano) el día y la segunda antes de la reunión, para adelantar la de los Domingos. En ambas participábamos en el coro. Era la manera en que nuestra madre planeaba nuestra salvación. Cantábamos como podíamos - entre sopranos y barítonos - rogando a Dios que no nos escuchase porque temíamos un desquite en el día del juicio final.

       En tarde decisiva de su vida mi hermano tuvo una espontánea revelación. Habíamos salido de la misa vespertina y ya las señoras comenzaban a llegar a la casa. "Las misas tienen olor" dijo como distraído. Todas lo miraron extrañadas esperando a que continuara. Mamá se adelanto, en tono orgulloso dijo que era cierto "En Paris, por ejemplo, se podía respirar la madera de la catedral de Notre-Dame, en Barcelona el aroma del incienso es predominante en La Sagrada Familia, lo mismo que en la Basílica de San Pedro, si; la que esta en Roma, esa misma. Además la Catedral de Colonia, en Alemania...", "no" dijo mi hermano "las misas, no las iglesias. La de la mañana huele a caca, a ayuno; ¡Aliento ayunífero! La de la tarde huele a menta, a dentífrico."

       Tanto tiempo en el coro, cantando voz a voz con personas en ayuno o bien comidas lo habían hecho preferir los aleluya vespertinos a las alabanzas matutinas. Nuestra madre no vio en esto mas que una burla y la penitencia no fue indigna de ella.

       Entre otras cosas, el castigo también le torció la vida. Se volvió hermético y más pensativo. Nos distanciamos por un tiempo, no recuerdo si fueron meses o años. La última vez que lo vi estaba despeinado y nerviosos, parecía que no había dormido bien en muchos días. Platicamos unos minutos, su charla fue breve, incoherente y agitada. Para aliviar su excitación lo despache a casa a dormir. Ya no lo volví a ver. Murió esa noche sofocado en el incendio que quemó el cuartucho donde dormía. Nunca se pudo determinar la causa del incendio ni si él estaba despierto o dormido cuando eso ocurrió.

       De lo que conversamos casi nada me queda en la memoria, quise olvidarlo inmediatamente; temí una represalia si lo recordaba. Ya ha pasado mucho tiempo de eso y no creo dañar a nadie si lo escribo. En todo caso la argumentación es incompleta, es más creo que es inexacta. Lo escribo ahora sin pretender exactitud y con ánimos de aliviar mi alma:

       Se preguntaba que como una religión de pobres y perseguidos hubiese podido llegar a las cumbres del imperio en el siglo cuarto de nuestra era. Como siempre las respuestas le fueron dadas en un momento de iluminación. Había salido de una de las misas y el "tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi Sangre" le giraba en la cabeza. Esa noche asistió a una representación de Julio César de Shakespeare, los Idus de Marzo le dieron la respuesta, encontró en el grito "¡Tú también Brutus hijo mío! Y en los cuchillos del senado la respuesta; Jesús no era un pobre predicador, si lo hubiese sido no tendría sentido la traición de Judas ni la crucifixión. Jesús era un rey, era el rey de los Judíos. Habría que matarlo. No lo matarían los romanos. He aquí la traición, he aquí la comunión; tendría que matarlo su gente, al César lo mató su gente. Bastaba solo un cuchillo para matarlo, bastaba solo la crucifixión para matarlo. Los otros cuchillos solo simbolizan la unión, los demás cuchillos simbolizan la comunión con el crimen; A Jesús solo lo crucifico uno, la comunión simboliza la unión con los que cometieron el crimen, de ahí la frase "tomad y bebed todos de él que este es el cáliz de (su) Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna...". Mi hermano odió entonces a los perpetradores del crimen; odió a la cristiandad. Cansado sin dormir, me buscó. Nunca imagine que al enviarlo a dormir lo enviaba a la hoguera, el Santo Oficio lo esperaba. En juicio sumario se había condenado al hereje, la sentencia habría que ejecutarla.

       Ahora no temo por mí, ya lo he escrito. Ya he vencido esta página que más me hubiera valido borrar. Alabado sea él que fue, es y será.


César Hernández
César Hernández es el tercer hijo de una familia que tiene siete herederos. Nacido allá en la medianía del ´65 en un paseo providencial que incluía una breve estancia en Guadalajara. Circunstancia, más o menos fortuita, que lo autoriza a colgarse el título de tapatío. Ingeniero de profesión y aprendiz de escritor por ocio. Sádico por naturaleza pero con un muy alto sentido de la conciencia, reconoce en su público a los infortunados conejillos de indias de sus primeras letras, razón por la cual aprovecha para poner el siguiente buzón electrónico para acoger las sugerencias o quejas que sus desbalagadas letras puedan generar: cesarhdez65@hotmail.com
abril
2003