Carenglones torcidos     

Miroslava
Aída Párraga


A O. G.

     El espejo lo recibió amablemente. Unos cuantos vellos en la barbilla le presagiaban el gran momento en que se afeitaría, pronto -pensó- y sonrió. Con la toalla en la cintura volvió al cuarto, cerró la puerta, otro espejo le decía que estaba cambiando (cómo que si para saberlo necesitara un espejo). Observó su cuerpo, había más vellos en otras partes y... ya no le parecía que las niñas fueran anormales; por el contrario, su mejor amiga era una niña. Abrió el cajón de su cómoda y sacó calzoncillos y calcetas, sus jeans preferidos y la camisa blanca.
-¡Gabriel, Gabriel! -era la voz de Miguel- ¡Gabriel! -gritó una vez más. Al ver tanta insistencia, se acercó a la ventana, pero Miguel ya había alcanzado la puerta y pasando sobre la madre de su amigo, que en ese momento salía en busca del pan, en un segundo se encontró junto a él.
- ¿Qué onda?
- ¿No sabés?
- ¿Qué?

Marzo 16
- ¡Dios mío! ... 1980
- ¡Los muchachos Juan! ¡Mis HIJOS!
1:00 a.m. la puerta rota
- ¿Qué pasa mami? ¿mami ? ¡MAMA!
Gritos, gritos...
el fusil... Juan... la cabeza
el fusil... todos... la cabeza
- ¡Esa es!
(La muerte tiene un dedo verde)
Noooooooooooooooo
- ¡Esa es!
- ¡Llévenme a mí!
- ¡Mami!

Sangre... Juan... la cabeza
Sangre... todos... la cabeza

- Miroslava...
- ¿Qué le pasa?
- La encontraron...
                              (Muerta)
- ¡Ya Miguel! ¿Qué le pasa? ¿Adónde la encontraron?

- Por favor...
un río corre por una cara
sangre en la cascada rubia, sangre en las piedras...
- La puta más bonita de los guerrilleros
                                        en las montañas blancas
- Callen a esa puta de mierda
                                        ¡Padre nuestro que estás tan lejos!

- En el río. La encontraron en el río, sobre las piedras. Todo el mundo está hablando de éso... (pausa. La muerte se come palabras. la muerte grita y es muda) -¿Que más? ¿Que más te dijeron? -La voz de Gabriel había empezado a c-o-r-t-a-r-s-e. -Nada. Nada más. Voy a ver que averiguo. Vengo más tarde. Y así como entró, volvió a salir. Gabriel se tiró sobre el colchón, la camisa blanca se arrugaba entre su peso y la cama.

- Lucy, vos sos amiga de la Miroslava, preséntamela. Décile que yo quiero... no. No le digás que yo quiero. Invitála a salir y vamos los tres a la poza.
- ¿Y qué me vas a dar por el favorcito?
- ¡No seas así!
- ¡Entonces... mangos!
-...Bueno, ¿qué querés?
- ¿Cuánto vas a querer Lucía? -interrumpió la voz de la niña Paz.
- Cinco pesos
- ¿Y vos Gabriel?
- Cinco también... pero despáchelos a ellos primero- Y volviéndose a Lucía con mirada de súplica, siguió insistiendo- Te voy a hacer los deberes de Idioma Nacional toda el área.
- ¿Toda...?
- ¡Toda!
- Ta bueno. Pero que gana tenés de salir con ella. Yo la verdad, no entiendo.

¿Y cómo iba a entender?.
¡Miroslava! la de pelo casi amarillo que caía por la espalda como cascadas de luz, reventando en espuma de colochos en la cintura. Casi nunca hablaba con nadie, por eso se había agenciado el calificativo de “creída”. Pero, ¿cómo no iba a ser creída, si tenía esos ojos del color del agua de la poza, y se reía como las tórtolas? No se podía dudar: era la más linda de la cuadra, del barrio, del pueblo, del cantón, del departamento, del país, del... Mundo. Pero claro, Lucía era niña también, ella no podía notar todas esas cosas, y además, a lo mejor, si las notaba, no decía nada por una naciente envidia femenina.



- Juan.
Mi niña,
               mi
                             niña.
a.m.
Padre Nuestro que estás tan lejos
1:20
Desconocido se ha vuelto tu nombre
1980
Vamos a tu reino
16
Que no se haga su voluntad
ni en esta tierra, ni en ninguna otra
Danos hoy el consuelo que no tenemos


- ¡Callen a esa puta de una vezzzzzzz!
sangre en las piedras/en las blancas montañas que nacen
sangre en la noche(s)

- Mi niña, Juan...                                         mi niña

Santa María
Madre de todos
ruega por mi niña
¡Ahora en la hora de su muerte!

- ¿Cuándo vas a hablar con ella?
- Ahora en la tarde.
- Vaya niños, las tortillas. Y ya, váyanse que ya es tarde.
Gabriel no pudo concentrarse en toda la tarde, los deberes de matemáticas fueron una batalla infernal. Miguel llegó a invitarlo a que fueran a jugar fútbol y no quiso. Se quedo, ahí, en su cama, pensando qué le diría a Miroslava cuando finalmente fueran juntos a la poza. No dudaba que ella estuviera de acuerdo en todo, ¿cómo podría no estarlo?... Y Lucía que no llamaba ni lo iba a buscar. Seguramente lo hacía para tenerlo chiflando en la loma. Ya era hora de que hubiera hablado con su bichita traviesa.

- ¡Gabriel!
- ¿Qué?
- Dicen que anoche, los escuadrones llegaron a sacarla de su casa... (¿caza?)... se la llevaron sólo a ella, que porque era guerrillera. ¿Vos sabías que la chele era guerrillera?

                                        baba en las piedras
                                        sangre... sangre
                                        gusanos se arrastran en la piel limpia
                                        mechones de cascada rubia se les enredan
                                        los ahorcan

Risas/llanto/baba/sangre
Dios te salve Virgen
1980
Que manchando tu gracia
16
El señor será contigo
1:...a.m.
Bendita serás entre todas nuestras mujeres
Marzo
y bendito tu vientre herido
16
gusanos peleando por penetrar la carne
llanto/llanto/gritos
dos rodillas son arrastradas por el camino
una cascada dorada sirve de rienda

- ¿Con cuántos guerrilleros has cogido? ¿Con Cuántos? ¿Con cuántos?

- ¡No seas animal! ¡Que iba a ser guerrillera!

Finalmente llegó Lucia. Venía sonriendo.
- ¿Hablaste con ella?
- Mmjú
- ¿Y?
- Y le dije que querías salir con ella porque decías que era la muchacha más linda del barrio.
- Te dije que no le dijeras -el rubor le pintó toda la cara- Ahora ¿cómo le voy a hablar?
- ¡Ay! Gabriel, no seas tan exagerado. Además... ella me dijo que vos le gustás también, y que sí le gustaría que sali/e/r/a...mos, mañana, después de la escuela, vamos a ir al parque.
La escuela pasó tan lento, tan lento, tan lento, que Gabriel sintió que le crecía el pelo y la tan esperada barba. Finalmente dieron las doce y media. Salió corriendo a encontrarse con Lucia en la puerta de la escuela.
Miroslava estudiaba en un colegio. No iba a la escuela pública. Pasaron por ella. Estaba en la puerta. Con su uniforme blanco que le llegaba hasta las rodillas. Las calcetas rozaban el ruedo de la falda, y en la punta de las dos trenzas doradas, unos listones blancos, también. Los saludó con la mano y se les acercó. Lucía hizo las presentaciones del caso y los tres caminaron, hablaron; sólo hablaron. Al llegar al parque, Lucía les dijo que ella no podría quedarse, su mama(á) le había dicho que tenía que volver temprano porque iban a ir a San Salvador. Se despidió. Se fue.

- ¿Te gustan las minutas?
- Sí... hace mucho calor aquí. Mi papá dice que en otros países no hace tanto calor.
Silencio. Gabriel no pudo más:
- ¿Querés ser mi novia?
- No sé... Tengo que pensarlo. Te digo mañana. Nos vemos aquí. -Sus trenzas se movían sobre su espalda, prolongando la despedida.

La carne blanca se pintó púrpura
                                        - ¡La pintaron!

Marzo 16
Un fusil en la cabeza/sangre/llanto/baba/gritos/más
el río grita también
sangre en el puente/dos rodillas se arrastran por el puente.
sangre en la cara
los gusanos furiosos buscan penetrar la carne
Padre Nuestro que estás tan lejos
1980/1980/1980/198.../19.../1.../...
Qué no se haga la voluntad de los asesinos
ni en esta tierra... ni en ninguna otra
Danos hoy
¡Danos/Danos/ Danos!
                                        el consuelo que no tenemos
No perdones sus ofensas
...
No nos dejes caer en sus garras
1:... a.m.

Un fusil en la cabeza/baba/baba/baba
            sangre
                   la cascada rubia flota
                         la sangre flota
                               los gusanos se han quedado con hambre
                                      los gusanos se atragantan con su baba
sangreenlaspiedrasenlasuñasenelrío

( ¿Quién la empujó? )

-Dicen que la quisieron violar
- ¿Quién dice?
- La gente...
- ¡La gente vio y no hizo nada!
     - Te dije, fueron los escuadrones...
     - ¿Cómo... qué...? ¿Quién?

- Dice Miroslava que te le declaraste y que ahora son novios.
- ¡Hay se va a estar!
- ¿Qué?
- Pues sí. Yo le pregunté si quería ser mi novia y ella me dijo que lo iba a pensar y que me decía mañana. Hay que lo piense.
- ¡No seás tonto!. Eso quiere decir que sí. ¡Qué poco sabes de nosotras las mujeres!
- Pues que mal hablan ustedes “las mujeres”. ¿Qué le costaba decir que sí, nada más?
- Y ¿entonces?
- ¿Cuánto van a querer?
- Cinco pesos niña Pacita
- Yo también, pero hay...
- Si, ya sé, hay los despacho a ellos primero.
- Pues si, ¿y entonces?
- Nada. Que se quede pensando.
- Pero a vos te gusta, ¿o no?
- Pues sí, pero...

Sangre en las conciencias
                                        (¿CUALES?)

- Dicen que oyeron los gritos. Estaban a la mitad del puente. La tenían atrincuñada contra la baranda... saltó... La van a velar en la iglesia... te vengo a buscar...


- ¿Pero qué?
- Es que no me gusto como besa.
- Ella no me dijo que la besaste...
- ¿Ya vés?, no te cuenta todo.

- M   i      n   i   ñ   a ,     Juan,       m   i       n    i         ñ          a.

Los gusanos se quedaron con hambre
Los gusanos se atragantaron con su baba

                      ((HOY))

- ¿Y entonces? ¿Te vengo a buscar?

Gabriel no respondió. Se quedó acostado. No fue a la vela, ni al entierro, ni preguntó por ella, ni la volvió a mencionar.

Los vellos en el espejo forman una espesa barba,..., ya hace mucho que no piensa en afeitarse... y que en la boina le brilla una estrella a la que ha bautizado Miroslava.



Aída Párraga
San Salvador, El Salvador. 1966.
Poeta y narradora.
Su más reciente titulo publicado: El espíritu del viento y otros cuentos.
abril
2003