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Nada fue casual. Tampoco debiera seguirse
diciendo que el demonio estuvo metido en eso. Fueron ellos mismos-- Eva
y Adán—que ya tenían una sicología inconsciente que lo provocó todo: la
serpiente, la manzana, el pecado y la mal entendida ira de Dios.
Es difícil para nosotros-- tan llenos de
carencias--, imaginar siquiera el hastío del paraíso. Pero era. Eva y Adán
fueron cayendo paulatinamente en una profunda depresión. Su vida se fue
vaciando de sentido en ese tenerlo todo sin esfuerzo y sin dolor.
¡Cómo creen que Dios los iba a Castigar¡ No. Eran sus criaturas. Su enojo fue consigo mismo, con su diseño. Sólo corrigió. Los puso fuera del paraíso para que tuvieran la oportunidad de recordarlo, de anhelarlo. Así convirtió a Eva y Adán y a todos sus descendientes—nosotros--, en los únicos animales en los que la esperanza de felicidad es felicidad. |
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¿Acaso no son las ilusiones lo que nos mueve?
¿Acaso hay más felicidad que el trayecto hacia ella o la lucha por no perderla
o por recuperarla?
Agotados tras los primeros días de explorar el mundo y transformarlo para conseguir alimento, agua y un refugio propio, Eva y Adán cayeron rendidos en su primer lecho terrenal, en donde a pesar del desamparo y el frío, gozaron del amor como nunca antes.
...y, de más está decirlo, no fueron felices para siempre.
Andrea Bárcena
México D. F.
Sicóloga y maestra en Ciencias de la Comunicación.
Su trabajo principal se ha desarrollado en el campo de los Derechos
Humanos.
Autora de libros y una gran cantidad de artículos
ha ejercido el periodismo en publicaciones como La Jornada, Proceso y el
Universal. Actualmente se dedica exclusivamente a escribir.
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abril
2003 |