deshoras     


Día difícil
Patricia Romana Bárcena Molina


        Te dejo un plato con fruta picada y tu jugo de naranja. Tómalos para que lleves algo en el estómago. No me despido para dejarte dormir un rato más. En el transcurso del día te llamo y te cuento cómo me fue en el jurídico, espero que lo único que pierda esta vez sea el trabajo, pero puede suceder que me inculpen de nuevo. La gente deshonesta tiene facilidad para voltear las cosas, precisamente por eso, porque oculta la verdad. Yo estoy tranquila a pesar de todo, te tengo a ti, cariño. Anoche me costó trabajo conciliar el sueño, recordaba la última vez que me metí en problemas por informar lo que sucedía con el dinero del tiempo extra de los trabajadores,  que nunca se les pagó y que se cobró  para ser repartido entre dos abusivos. Lo que yo perseguía era que se les reintegrara a su salario, de por sí tan bajo, pero no, lo importante fue resaltar mi falta de lealtad.   

         A veces falsear la verdad es imprescindible para salir bien librado de una situación embarazosa en la que no se ha actuado con honestidad. Si se logra que los demás perciban las cosas como se plantean y no como son en realidad, se consigue cierta satisfacción pasajera. Sin embargo queda latente la verdad, y como ponzoña que envenena la sangre, hierve por dentro provocando asfixia. Tragarse la verdad no significa que desaparezca. Se esconde, cambia de forma, de tonalidad, su consistencia se vuelve pesada y áspera, se retuerce y se hace nudo, pero sigue viva. El lugar ideal para esconderla es el estómago, donde ocurre la aparente transformación. Entonces, empieza a producir un sabor amargo que seca la boca y expide un mal olor. Quien se traga una verdad difícilmente puede hablar a los demás de cerca, porque su aliento es fétido. Sus labios blandos, por donde pasó la verdad, se tornan rígidos y sonríen poco. La cara también se le endurece, y pierden sus mejillas el rosado natural. Por eso podemos saber cuando alguien miente, por eso se siente incómodo el mentiroso. Después de un tiempo, el malestar aumenta, empieza a invadir el hígado y a contaminar la sangre que los pulmones no alcanzan a purificar. De ahí proviene la asfixia. Las mentiras piadosas no existen, porque provocan el mismo efecto. Pero, lo más terrible es que no se puede esconder sólo una verdad, siempre vienen detrás las mentiras para redondear el plan, y a esas les siguen otras y otras, y otras más. El que dice una mentira dice mil, el que calla la verdad, calla mil veces mil verdades. Te repito, estoy tranquila, sé por experiencia que me pueden destruir completa…a la verdad no, ella es indestructible.


         No puedo negar que estoy triste, pero no por desilusión, lo común no decepciona, más bien por dejar de colaborar en un trabajo que tiene trascendencia social. Me acostumbré a la gente, al espacio y hasta al horario agotador. Pero no voy a permitir que en nombre de la educación se persigan intereses mezquinos.

         Este mundo tampoco debería aceptar que en nombre de la libertad se destruya un pueblo y una historia…se asesinen seres inocentes. No basta decir o gritar “No estoy de acuerdo”, hay que actuar en verdadero desacuerdo, perder "todo” si es preciso para que la verdad no tarde tanto en salir a la luz. Yo quiero vivir hablando a los demás de cerca, tan cerca como si fuera a besar cada boca como te beso a ti.

         Buenos días, mi amor, nos vemos en la noche.



Patricia Romana Bárcena Molina
México D.F.
Maestra en educación especial.
Directora del Colegio Vallarta Arboledas.


mayo
2003