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Día difícil Patricia Romana Bárcena Molina |
A veces falsear la
verdad es imprescindible para salir bien librado de una situación embarazosa
en la que no se ha actuado con honestidad. Si se logra que los demás perciban
las cosas como se plantean y no como son en realidad, se consigue cierta
satisfacción pasajera. Sin embargo queda latente la verdad, y como ponzoña
que envenena la sangre, hierve por dentro provocando asfixia. Tragarse
la verdad no significa que desaparezca. Se esconde, cambia de forma, de
tonalidad, su consistencia se vuelve pesada y áspera, se retuerce y se
hace nudo, pero sigue viva. El lugar ideal para esconderla es el estómago,
donde ocurre la aparente transformación. Entonces, empieza a producir un
sabor amargo que seca la boca y expide un mal olor. Quien se traga una
verdad difícilmente puede hablar a los demás de cerca, porque su aliento
es fétido. Sus labios blandos, por donde pasó la verdad, se tornan rígidos
y sonríen poco. La cara también se le endurece, y pierden sus mejillas
el rosado natural. Por eso podemos saber cuando alguien miente, por eso
se siente incómodo el mentiroso. Después de un tiempo, el malestar aumenta,
empieza a invadir el hígado y a contaminar la sangre que los pulmones no
alcanzan a purificar. De ahí proviene la asfixia. Las mentiras piadosas
no existen, porque provocan el mismo efecto. Pero, lo más terrible es que
no se puede esconder sólo una verdad, siempre vienen detrás las mentiras
para redondear el plan, y a esas les siguen otras y otras, y otras más.
El que dice una mentira dice mil, el que calla la verdad, calla mil veces
mil verdades. Te repito, estoy tranquila, sé por experiencia que me pueden
destruir completa…a la verdad no, ella es indestructible.
No puedo negar que
estoy triste, pero no por desilusión, lo común no decepciona, más bien
por dejar de colaborar en un trabajo que tiene trascendencia social. Me
acostumbré a la gente, al espacio y hasta al horario agotador. Pero no
voy a permitir que en nombre de la educación se persigan intereses mezquinos. Este mundo tampoco
debería aceptar que en nombre de la libertad se destruya un pueblo y una
historia…se asesinen seres inocentes. No basta decir o gritar “No estoy
de acuerdo”, hay que actuar en verdadero desacuerdo, perder "todo”
si es preciso para que la verdad no tarde tanto en salir a la luz. Yo quiero
vivir hablando a los demás de cerca, tan cerca como si fuera a besar cada
boca como te beso a ti. Buenos días, mi amor, nos vemos en la noche. Patricia Romana Bárcena Molina México D.F. Maestra en educación especial. Directora del Colegio Vallarta Arboledas. |
mayo 2003 |