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La Cuba nuestra de cada día
Oscar Huerta


       En días pasados con motivo de la pena de muerte a los secuestradores y a las condenas de prisión a algunos disidentes en Cuba, varios escritores han protagonizado una escaramuza de simpatías y antipatías hacia el régimen del comandante Castro.
       Los hechos y sus causas (tanto del secuestro, como los casos de los disidentes) han sido dejadas de lado en las discusiones y pasionales cartas -con sus respectivas firmas de personalidades- que han ido y venido en la prensa y en las páginas de internet. En su lugar se han esgrimido argumentos débiles en el razonamiento: los discursos son más cartas de amor o de despecho que análisis serios e imparciales.
       Esto no ayuda en nada a la madurez de la política internacional, las posiciones se polarizan basadas en la intuición y la simpatía. Crecen los desencuentros, se reducen los puntos comunes. Se manipulan los términos y se engaña al lector en busca de consenso.

       El tema de la pena de muerte a los secuestradores tiene varios ángulos que requieren tiempo para ser estudiados.
       1. A los escritores que han condenado la pena de muerte se les ha acusado de pro-estadunidenses, de imperialistas. Pero quizá quienes los acusan son precisamente quienes le hacen el juego al gobierno de Estados Unidos, no es posible retomar el belicista argumento de "los que no estén con nosotros están contra nosotros". No veo la diferencia entre asesinar a tres criminales como castigo (quienes intentaron secuestrar una barca con 40 pasajeros) y bombardear para matar presuntos terroristas. Finalmente el castigo máximo que se aplica en Estados Unidos y Cuba es el mismo, con la misma agravante: se aplica según la visión particular del Estado.
       2. La pena de muerte representa el triunfo de la fuerza sobre todas las cosas. Se anula automáticamente la posibilidad de discutir y de llegar a acuerdos. Se cancela la posibilidad de tener que interactuar con quienes no compartimos los mismos principios. Y se simplifica la muerte en un asunto matemático.
       3. Dice James Petras "La pena de muerte para los tres terroristas que secuestraron un bote es un duro tratamiento, pero igual de dura era la amenaza que pesó sobre las vidas de cuarenta pasajeros cubanos que afrontaron la muerte a manos de los secuestradores." Esto sería cierto sí y sólo si se tuviera que elegir entre la muerte de unos o la de otros, sin embargo en un momento dado se capturó a los secuestradores y se rescataron a salvo a los rehenes. ¿Por qué aplicar la fuerza de manera extrema entonces? Este matiz no lo menciona Petras. Siempre para ambos bandos es de lo más sencillo simplificar los hechos al juego de "lo bueno" y "lo malo".
       Matar con violencia es un hecho de deshumanización más allá de la cantidad de muertos. Es tan abominable la muerte de miles de personas (como en el WTC el 11 de septiembre) como la de una sola (por ejemplo la estadounidense Rachel Corrie que murió aplastada por un bulldozer Israelí en la franja de Gaza).
Desafortunadamente la lógica de las matemáticas está predominando. Un atentado tiene por objeto ya no reivindicar una causa sino causar el mayor número de bajas y de dolor en las filas enemigas. La aplicación de la fuerza del Estado tiene por objeto borrar por completo al enemigo, no castigar faltas cometidas.

       Tampoco la aplicación de la pena de muerte anula toda la brillante política de educación y salud publica de la Isla, aún con el bloqueo económico injusto aplicado por Washington.
       Seguramente Cuba puede ser el más interesante laboratorio de economía política que quede en el mundo. La hegemonía del sistema capitalista ha demostrado que no ha solucionado la pobreza e injusticia del mundo, una observación detallada del sistema cubano podría arrojar luces en la aplicación de políticas sociales, en el desarrollo de sistemas mixtos de política donde se equilibren los principios de la libre competencia, sin descuidar los segmentos poblacionales más vulnerables.



       Cuba puede brindar opciones interesantes que enriquezcan el concepto de la democracia, que lleven a engendrar un sistema político enfocado también al grueso de la población. Pero el mandato de Castro que se ha venido convirtiendo en una dictadura que puede deslegitimar los esfuerzos valiosos de su sistema político, es necesario abrir la discusión a las diferentes ideologías que hagan más rica la experiencia política. Por supuesto que debe vigilarse que no haya ingerencia extranjera, como el financiamiento del programa USAID Cuba Program que ha inyectado 8.5 millones de dólares como apoyo a los disidentes cubanos desde 1997 (de acuerdo a información de James Petras también).
       Cuba merece ser reconocida y criticada en su justa dimensión. Esto no ha ocurrido en los días recientes.

       Seguramente los seguidores de Saramago, Galeano, Vargas Llosa, de García Márquez, Benedetti y demás escritores estarán de lo más contentos porque los escritores se han pronunciado como se esperaba (a favor unos, en contra otros). Desafortunadamente no creo que podamos llamarlos "intelectuales", nunca hubo una discusión realmente libre y transparente. Para escuchar gritos y porras voy cada 15 días al estadio, de ellos esperaba inteligencia.
       Por ultimo me pregunto qué ganamos leyendo tantos artículos y cartas firmadas (que se han convertido en una moda en internet que de poco sirve), sí la moral que escuchamos es la misma que podemos encontrar en la Iglesia, en la televisión y en la cámara de diputados.
       Cuba es un asunto delicado por su emblemática carga ideológica e histórica. Cuba no merece esta discusión de lavadero.


* Vea un artículo de James Petras respecto a Cuba en el foro



Oscar Huerta
Guadalajara, México. 1971.
Director de
al margen.

oscar@smartitsolutions.biz

mayo
2003