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"¿Y qué son el lenguaje imprevisto, el lenguaje de los sueños, de
la alucinación y de la locura, a que la literatura sobrerrealista pide
una nueva fuente de poesía, sino otra vaguedad, otra oscuridad del lenguaje?,
¿qué son sino otra emancipación del yo?
Jorge Cuesta, "La poesía de Paul Eluard",
en "Poemas y ensayos", México, UNAM, 1964, volumen II, página
63
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A Pierre Klossowski, por la imagen
¿Cómo fue que llegué allí? No lo recuerdo. Sólo tengo presente que el hombre mayor, de calvicie pronunciada, apretaba la cuerda en torno a mi muñeca derecha, la izquierda, firmemente atada a la otra de las barras paralelas, no representaba ya ninguna dificultad, inmovilizada, no habría de ayudarme a escapar.
El otro hombre, más jóven, apresaba mi tobillo
izquierdo; sentí frío en el pie, lo desnudaba sin prisa.
Atravesaban el gimnasio desierto ráfagas
de aire, llegaban hasta nosotros, muy apagados, los sonidos de la tarde
urbana.
Ambos procedían con rapidez y frialdad. El hombre calvo, parecía concentrado en su tarea, sin embargo, al tiempo que paseaba su lengua por mi mano, empezó a hablar, al principio tranquilo, inquietándose poco después:
"Hay historias, sí, entrañables, intensas
o suaves, pero siempre entrañables. Además está la inminencia, ese camino
de tiempo y sonido, de silencios, que es toda sinfonía o canto, y nos lleva
siempre, irremediablemente a algún lugar, a un país del que volvemos sin
poder dar razón de él; es ese paisaje donde se inflamaron nuestros corazones,
y de donde nos fuimos tristes porque no sabemos nunca si volveremos a estar
allí, a tocar con otra piel que no es del cuerpo su tierra de luz, de aire.
para llegar, caminamos lentos, prudentes, entre nubes violetas y umbrosos
bosques al atardecer, donde hubo voces que ignoramos, voces que nos advertían
de los acantilados mortales a los que nos asomamos llenos de asombro y
temor, pero ahítos los pulmones de aire fresco y el corazón de algo que,
a falta de mejor nombre, llamo felicidad.
Aquella noche, cuando el violín parecía ser presa
del delirio, llegó la voz apenas audible del clarinete para llamar a la
cordura, para razonar con ese azul desasosiego tenaz, y era joven el violinista,
debía serlo, para mantener a raya a la insania que ronda todo el tiempo
y amenaza llevar al caos la armonía fantástica, donde los violines hermanos
sostienen al que lucha a muerte y argumenta racionalmente con el silencio
y hace así historias mil: caminitos de piedras y puestas de sol, rasgaduras
en el vientre de cielos negros, aleteos de mariposa sobre flores blancas
al amanecer, cuchicheos de seres diminutos que evaden la lógica e inventan
andares, trotes a medianoche, cierran y abren cerrojos, murmuran secretos,
se convencen entre sí, danzan siguiendo su lenguaje de ramas rotas.
¿Es ese mar furioso a mediodía? ¿Es la carrera enloquecida
hacia el acantilado, es la luz, toda la luz, confidencias breves a la orilla
del mar oscuro una noche así.?"
Llegado a este punto el hombre guardó silencio, la noche
nos rodeaba, le temblaban los labios, su frente sudaba, separó su lengua
de la palma abierta de mi mano crispada, para entonces humedecida y tibia.
El otro hombre dibujaba arabescos en mi pie.
Perturbada, reducida a signo, como nunca arbitrario,
separé los labios, resecos ya, para decir la palabra que habría de liberarme.
No la dije.
¿Desperté?
Guadalupe Ángeles Pachuca, Hidalgo; México. 1962. Actualmente reside en Guadalajara. Publica
semanalmente su columna en el suplemento Tapatio Cultural de El Informador.
Además ha participado en multiples suplementos culturales y diarios, como La
Jornada Semanal de circulación nacional, así como en El Financiero, El
Occidental y otros. Su novela Devastación obtuvo Mención Honorífica
en el Concurso Juan Rulfo para Primera Novela convocado por el gobierno de
Tlaxcala en 1998 y en 1999 obtiene el Premio Nacional de Novela Breve Rosario
Castellanos convocado por el gobierno de Chiapas. En 2001 se publica su segunda
novela Quieta bajo el sello Paraíso Perdido. Entre sus libros de
cuentos están Souvenirs, Suite de la duda y La elección de los
fantasmas.
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junio
2003 |