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Ahora que tus cabellos han venido a significar
La loca luz humana bajo mi lámpara
(...)
Tú te burlas, Oh mi bien amada
René Menard
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Nada presagia
a los pequeños acontecimientos. Pero como sucede a menudo, crecen y se
vuelven importantes sin motivo aparente.
Una mañana,
mientras me rasuraba, hizo su primera aparición ante el espejo. Asomó la
punta entre los pétalos de una espinilla. Lo palpé bajo la incipiente papada:
gordo y filoso como una blasfemia mal dicha. El pelo atravesaba mi piel
y la volvía tan sensible que tuve que dejarlo rodeado por un círculo de
barba virginal.
Un día después
tenía el tamaño de una punta de lápiz y mi dedo índice se empeñaba en tocarlo
y doblarlo, a pesar del dolor que me producía.
Al tercer día
me decidí a decapitarlo y le acerqué la rasuradora eléctrica. A la primera
arremetida resbaló debajo de las cuchillas; luego intenté atacarlo a contrapelo,
pero chirrió y se mantuvo. No pude contener ni lágrimas ni gemidos, así
que esperé a que disminuyera el dolor y aventuré una última embestida.
Se oyó un chirrido y el aparato se detuvo, atorado bajo mi barbilla. Por
más que tiraba no podía despegarlo.
Tras mis gritos
vino Desdémona. Se acercó solícita, la cabellera impasible y los ojos asombrados.
Sin hacer preguntas desbarató la cabeza de la rasuradora. Cuando por fin
pudo retirarla, me di cuenta que se estaba burlando de mí. Quise decírselo,
pero no hallé su sonrisa para apoyar mi afirmación. Su rostro se desvanecía
tras una mirada pastosa.
El pelo se
dobló un poco, pero salió ileso. Siguió creciendo.
Esa noche me
soñé caminando bajo la pesada fronda de un árbol. Alrededor del tronco,
una multitud se alineaba con los brazos extendidos y la intención de mostrarme
que la circunferencia era incontenible. Innumerables ramas caían como serpientes
hasta casi tocar el suelo; de todas colgaba un fruto color hueso. Mordí
uno: sabía a tierra.
Desde entonces
me fue imposible distinguir los rostros, pero las personas se convirtieron
en propósitos. Me bastaba mirar a cualquiera para sentir sus intenciones
y sus más involuntarios pensamientos.
Sólo Desdémona
seguía hermética, inalcanzable. Sus silencios eran cada vez más largos
y su sonrisa más difusa. Cuando intentaba hablar con ella me quedaba un
sabor metálico en la boca. Había algo oculto en sus atenciones.
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Empecé a acecharla.
Algunas veces, al regresar del trabajo, la sorprendía realizando sus quehaceres.
Si la observaba con discreción, de forma que no lo advirtiera, comenzaba
a dejar salir sus intenciones, pero inmediatamente se sobresaltaba y movía
los ojos con urgencia hasta encontrarme. Entonces volvía a hacerse impenetrable.
La situación
empeoraba en el trabajo. El pelo alcanzó los tres centímetros e incitaba
una notoriedad incómoda. Intenté cortarlo con una navaja pero fue imposible:
hubiera sido más fácil cortar un cable. Ni siquiera me quedaba el placer
de acariciarlo, pues el dolor se volvía insoportable.
Fue entonces
cuando me di cuenta. Llegué temprano del trabajo y —como lo hacía últimamente—
entré sin hacer ruido. Desdémona estaba vuelta de espaldas, mirando por
la ventana. Su cabello brillaba a contraluz; tenía la mirada distante y
la sonrisa desatinada. No me escuchó. De inmediato supe que planeaba abandonarme:
lo ví con la claridad de sus pensamientos. Y no se iría sola.
Me enfurecí
y la maté y la cubrí con una bolsa de plástico. La arrojé dentro del armario
y, justo antes de cerrarlo, columbré su mirada invisible y la sonrisa desmoronada.
Sé que tardarán en encontrarla.
Un cirujano
me extirpó el pelo hasta la raíz, que resultó enorme y atravesaba la piel
hasta el interior de la boca. Me quedó un orificio húmedo, de bordes sonrosados,
que debo tapar con la lengua para evitar que mi saliva escurra por el cuello.
Ahora nadie
me conoce. Los rostros son sólo rostros y ocultan las intenciones. Algunas
veces sueño que camino bajo la fronda de un gran árbol; sus ramas se extienden
como serpientes y de cada una cuelga un fruto color hueso.
Pero siempre quedan fuera de mi alcance.
Jorge Gaspar
Guadalajara, México.
En sus propias palabras: Pseudo-escritor y quasi-coordinador de "Otro
taller literario virtual"
http://tallerliterario.netfirms.com/
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junio
2003 |