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Juan estaba cansado. La reunión seguía por la madrugada y todavía no parecía haber consenso. Miró el reloj. Pensó en su padre que a pesar de estar acostumbrado con esa vida, siempre se quedaba preocupado. Con la excusa de ir al baño, fue hasta el teléfono público. Raro, pero nadie contestó. Por supuesto, debe estar dormido. Mejor así, volvió a la reunión y cuando llegó su turno, defendió con pasión que el partido debería defender al presidente, a pesar de ser un gobierno populista, la otra alternativa era la oposición golpista. Quedarse neutral en esta disputa podría significar que, al ganar la oposición, la mayoría de los integrantes de esta reunión podrían terminar presos, muertos en la clandestinidad.
Cesar estaba fumando mucho, cosa que hacía
cuando estaba muy nervioso. Y era esto lo que le pasaba ahora. Era la reunión
más complicada de su vida. Y, a pesar de todos los años que tenía, nunca
había visto una crisis como esta. Ni en los tiempos de los golpes de Estado.
Pensó en su hijo. ¿Será que él va descubrir que el padre no estaba en casa?
Pensó en llamar pero podría ser peor. Lo mejor es esperar que el hijo no
se dé cuenta. A lo peor, tenía su teléfono celular con él. Y era importante
concentrarse en la reunión. Los niveles más altos de la compañía no podían
seguir soportando la política del presidente. Independientemente del odio
al dirigente de la Confederación de Trabajadores, que muchos en aquella
sala compartían, era necesario luchar contra el mal mayor. Y esto fue lo
que Cesar defendió con pasión.
Sin saberlo los dos defendían posiciones
diferentes y conflictivas con la misma pasión. Y por eso ganaron la discusión.
Y ganaron posiciones de dirigentes por eso también.
Las manifestaciones iban a empezar en pocas
horas. Ninguno de los dos volvió a casa. Con mucho café y una buena comida
aguantarían. Además, si todo salía bien, volverían a casa antes del almuerzo.
La manifestación contra el gobierno saldrá
del Parque Nacional del Este, como siempre. El padre sabe que es en el
Este donde viven los más ricos. Su barrio está lleno de ingenieros de la
PDVSA. Sí, pero si el presidente lo que quiere es acabar con todas las
libertades y empezar un régimen comunista en el país. ¿Ahora los que viven
en el Este son criminales porque viven mejor? ¿Por qué son capaces de ver
mejor las intenciones malévolas del presidente? Los pobres están siendo
usados por este bando de locos. Pero, ¿será que yo estoy de acuerdo con
eso?
El hijo fue interrumpido en sus pensamientos
por dos otros estudiantes. “Mira, nosotros pensamos que lo mejor es que
armemos una trampa para estos reaccionarios de mierda”. ¿Y? “Los hijos
de puta saldrán del parque y seguirán por la Avenida Libertador hasta el
palacio, nosotros los agarramos acá cuando pasen por la Universidad. Un
grupo los espera en Andrés Bello y otro por atrás saliendo de Los Caobos,
¿qué te parece?”.
Y el hijo sólo pensó en su padre, sospechaba
que él participaba de los movimientos contra el presidente pero no tenía
cómo saberlo. En muchos círculos se decía que los gerentes y técnicos de
la empresa de petróleo iban a iniciar una huelga general. Era posible que
su padre fuera parte de todo eso, al final estaba entre los principales
gerentes de la empresa. ¿Y si el estuviera en el medio de la manifestación?
“Coño, ¿llamo o no llamo a la casa?”. Fue ahí que lo llamaron al fondo
de la pieza, un grupito de los militantes de la dirección se reunía.
Cesar recibió un llamado en el celular, pensó
en el hijo pero eran sus amigos de la PDVSA. Le pedían que fuera a una
dirección cerca del parque, cerca del inicio de la marcha. Mientras se
dirigía al lugar miraba a las primeras personas que llegaban al parque
y, de a poco, retomaba las energías. El día, con mucho sol, invitaba a
salir a la calle, mejor todavía con el objetivo de derrumbar el presidente
que quería transformar este maravilloso país en una dictadura comunista.
Muchas chicas lindas usando minifaldas o shorts con los colores de la bandera.
Sí, al llegar al almacén, Cesar ya estaba animado. El día promete muchas
cosas.
El almacén estaba en la avenida El Tigre.
Dentro solamente unas pocas personas pero Cesar reconoció a los asesores
de importantes políticos que eran oposición al presidente. “¿Qué pasa?”.
Todos lo miraron y apuntaron a las cajas que estaban al fondo del almacén.
El padre se acordó del hijo, rezó para que estuviera en casa.
Juan no era parte de la dirección de su partido,
pero desde el inicio de la crisis se fue destacando. Se sintió importante
cuando lo llamaron para que participara. Además, sintió los ojos orgullosos
de la chica de Humanidades. “Esta noche la invito a salir”, pensó. Pero
las caras de los compañeros contrastaban con la felicidad que empezaba
a envolver a la Universidad. “Estos tipos necesitan dormir unos minutos”,
pensó.
Pero, las noticias no eran buenas. Otros
grupos decían que los enfrentamientos serían bastante violentos. Hasta
sectores de la policía y del ejército estaban involucrados en el movimiento
contra el presidente. “A pesar que el ejército está dividido”.
“¿Y que hacemos? ¿Levantamos la marcha?”,
preguntó Juan. La respuesta fue llevarlo a un coche azul que estaba cerca
del edificio de Filosofía. Era el coche del coordinador del Comité Bolivariano
de la Universidad. Un tipo amigable pero bastante confuso políticamente.
Él simpatizaba mucho con el grupo de Juan, mismo antes de que ellos decidieran
apoyar al presidente. Al principio, Juan no percibió qué había dentro del
coche, pero después lo primero que pensó fue en su padre.
Era la primera vez, para los dos, que tenían
armas en la mano. Era imposible esconder que temblaban. Las palabras que
escuchaban venían desde lejos… “Necesitamos proteger la democracia contra
el comunismo… Ellos quieren un gobierno militar en nuestro país… Los defensores
del presidente preparan una masacre… Con la ayuda de la policía, la oposición
planea tomar el palacio…” Fue poca la resistencia que ofrecieron, pocas
horas antes eran ellos los que defendían la lucha “hasta las últimas consecuencias”.
¿Qué podrían decir ahora? ¿Fue todo una broma? ¿Soy un cobarde? ¿Tengo
miedo por mi hijo o mi padre?
¿Que decir?
La marcha salió del parque. Antes de llegar
a Andrés Bello, Cesar decidió que no podía más, llamó a su casa, el teléfono
llamaba pero nadie contestaba. “¡Coño, mierda! ¿Dónde estás, hijo? Por
favor, Dios, que no sea verdad”. Pero antes de cualquier cosa, Cesar veía
las multitudes defensoras del presidente cerrando el camino de los opositores.
“Esto va mal”. Junto con los organizadores, miró hacia los techos de los
edificios.
Juan estaba parado en Los Caobos. Cerca de
un teléfono público. No escucho a sus compañeros gritando, camino hasta
allá e hizo la llamada. “Carajo, contesta”. Por un minuto tuve la certeza
de que él estaba entre los opositores que marchaban tan cerca que ya se
los podía escuchar. “No, él nunca participó en política”. Ahora, los gritos
eran más fuertes y Juan largó el teléfono y marchó junto con la chica de
Humanidades. Al llegar a la avenida, miró hacia el techo de los edificios:
“Esto va mal”.
El teléfono en el bonito departamento en el barrio Este sigue todavía llamando.
Marcelo Barbon
Sao Paulo, Brasil.
Periodista y escritor.
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julio
2003 |