Tomé la pluma y decidí escribirle,
tenía que ser un poema, no quería
que la distrajeran mis palabras,
deseaba que leyera de mi tacto, que palpara el nerviosismo
que se enterara de una vez  por todas
de mis perversiones.
 
Tomé la pluma y decidí explicarle los motivos,
tenía que enfrentarla y la llevé dónde ella pierde el horizonte:
mi letra y circunstancia.
 
Confesé:
que su perfume se ha vuelto un hábito para mis lascivos pensamientos,
que sus ojos son el gas letal de mi pasión
y que su boca, fruta exótica, es el último destino de mis fuerzas.
 
Que verla andar transforma mis sueños en insomnios,
que "ese" vestido negro la torna en piedra obsidiana,

Sus piernas, marfil sólido que se levanta en columnas
donde las enredaderas de mi vista ascienden a la tierra prometida
 
Confesé:
mis ansias por quemar su cuerpo con mi fuego,
el deseo: ser su amante: incansable veinticuatro horas cada día
transgredirla: con oídos abiertos, con fe ciega
y perderme en ella.
 
Fui sincero al engañarla, tachonear las frases
que decían el anhelo de sentir su cuerpo junto al mío,
contagiar su corazón con el aliento que palpita sin freno,

Desintegrarla hasta entregarme sus secretos,
borrarle sus pasados, devorarle
su presente y robarle el futuro.
 
Por eso tomé la pluma y decidí escribirle,
no sé si mi osadía surta efecto,
lo desconozco
al igual que el paradero de esa carta,

a lo mejor terminó por romperla y aventarla a la basura
o tal vez la conserve porque le seduce mi locura
 
Lo que venga será el fruto de mi sueño
de mis palabras, como dardos directo al objetivo.

Sin más discurso
que mi letra y circunstancia,
toda mi perversidad nata,
mis confesiones innegables
y de todo eso, quizá
algún día ella lo sepa.

Pedro Alberto Aguilar Cueto Miembro del consejo editorial de al margen .net
Oscar Huerta Director de al margen .net