renglones torcidos     


Lunes 25 de agosto
Alejandro Barragán



- Buenas tardes señorita: ¿Me vende unos zapatos para maestro?
- ¿Perdón?
- Sí. Que si me hace usted el favor de mostrarme los zapatos de maestro que tenga en existencia... Me urge, ¿sabe?
- Déjeme ver.
...
- Tenemos estos, estos y estos otros que además son muy cómodos...
- ¿No tendrá unos zapatos de maestro "buena onda", "juvenil", "alivianado", pero que además sean de "buen maestro"?
- A menos que le guste este otro modelo...


Hoy no fue un día ordinario... La sensación que tuve todo el día en el estómago es la misma que me visita cada que entraba a una nueva escuela. No de cada año. No. Cada que estrenaba escuela. La sentí cuando pasé a la secundaria, a la prepa y el primer día de clases en el tec... Es esa sensación que no sabes si comienza en el estómago y termina en las rodillas, o al revés... O no se si sean dos sensaciones independientes confabuladas en hacer de mis nervios una caminito de alambre de púas.

Lo curioso es que no soy nuevo en la universidad... Hasta he dicho en múltiples ocasiones que la universidad es mi segunda "Alma-mater". Ahí hice mis estudios de posgrado, sin mencionar que tengo un montón de amigos que estudian y trabajan en esta misma escuela... Caminar por los pasillos era para mí tan natural, que hasta lo disfrutaba... Los jardines, las áreas comunes, la gente. Entrar a un aula -cualquiera- es para mí, entrar a una habitación de mi casa.

Pero hoy veo diferente a esta escuela y seguramente ella también me ve diferente a mí.

Mis pasos ahora tienen otro ritmo. Seguramente no soy el mismo. Tengo clase en el aula "P4" a las 3:00. Y a las 2:53 el ritmo cardiaco se acelera poniendo en riesgo a todo mi sistema cardiovascular. Aunque el día es soleado y cálido, estoy seguro que el sudor que aparece, está ahí como defensa a la temperatura que la tensión de mis músculos han generado.

No estoy seguro de cuánta gente me ha saludado en el trayecto del estacionamiento a mi salón, temo no haber respondido a todos ellos. Voy concentrado. Mi mirada está concentrada en recuerdos y en escenarios que aún no suceden; veo un reloj imaginario que camina muy lento. Cada paso es más trabajoso. No es miedo, no es nerviosismo, ni siquiera es angustia; pero bien puede ser un poco de todo eso y un poco más.

Siento que llevo una sonrisa diferente.
Mi camisa es diferente.
Este pantalón, es diferente.

Hoy por primera vez, he entrado a ese salón de clases con unos zapatos diferentes:

- Muchachos, buenas tardes, me llamo Alejandro Barragán, y soy su nuevo maestro.

Entonces, se abrió el telón. La tercera llamada sonó unos pasos antes de la puerta. Un último respiro profundo, un parpadeo más largo que el normal, un ultimo vistazo al reloj y literalmente ya tengo un pie dentro del aula.

Me escucho y no me conozco. La voz que oigo, me parece familiar y no sale de ninguno de los muchachos que me ven con silencio. Me llama la atención la cantidad de movimientos que hago con las manos mientras otra parte de mí repite el discurso que habíamos planeado desde hace dos semana y que fue repasado sin cesar hasta el último paso antes de entrar.

Alguien hizo una pregunta que difícilmente entendí. Supe que preguntó porque levantó su brazo y mi mano lo señaló. Además, porque habla y no deja de hablar.

Supongo que algo debió preguntar y afortunadamente debí saber la respuesta, pues ahora me toca a mí la palabra. Espero no estar diciendo tantas pendejadas.

Estaba yo en un plan a la defensiva, y los muchachos parecen no estar en tan mala disposición. Así que creo que podré ir soltándome poco a poco, sin dejarme caer.

En efecto, me veo diferente. Quizás gesticulo demasiado, pero después de todo, parece que no lo hago mal... y desde acá atrás, donde nos sentamos los rudos de todos los salones, no solo guardamos silencio, sino que parece que estamos poniendo atención.


Ya casi es hora de que la clase termine. Faltan solo 12 minutos. En los mesabancos, comenzamos a ponernos inquietos y a mí parece que no se me acaba el rollo. Sigo de un lado para otro platicando, haciendo muchos manoteos y la sonrisa que traigo, desde acá, ya se ve más natural... tal parece que he aprendido más rápido de lo pensé... ¿Pero a qué horas me voy a callar!?

- Por hoy es todo, muchachos, mucho gusto y nos vemos el miércoles a la misma hora.

Ruido de butacas, olor a pino y a sacapuntas. Murmullo. Hojas de papel hechas bolita, convertidas en proyectiles. Pasos veloces por los pasillos. Tacones, tenis, guaraches. Batas de médico, pelos parados. Mucha gente.

Esta es mi Universidad. La veo diferente. Me ve diferente. Me siento diferente, pero creo que me gusta.

El salón de clase se ve diferente desde la silla del maestro.

- Hasta el miércoles, maestro.
- Hasta el miércoles.



Alejandro Barragán
Ciudad Guzmán (Zapotlán El Grande, Jal). México. 1976.
Participante en dos años en el "Premio Nacional Juvenil de poesía Elias Nandino" Con: "Yo quiero ser tu luna llena" y con "Si tu eres mi sol..."
Sub-director de
al margen . net.


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