Para A. que amaneció desvelado

Cuerpo con horas,
apacible en el inmaculado revés de los días,
grietas del cuerpo por donde entra vorazmente la salida.
Sílabas que se evaporan en espiral
hacia la nube del lienzo ininterrumpido.
La llama final de la noche habla por bocas endiosadas
que niegan de ti, para que vivas en figura leve.
El hielo seco de un poema distingue fantasmas
y cría prodigio: presencias inauditas,
anónimos consabidos escritos en el límite del mundo,
sibilas salidas de agua
y tiempo en el tiempo de la vida suscrita a la eternidad.

¿Qué dice la negligente mañana?

Dice:
que no sabe lo que sabe que uno sabe más que lo que cree saber,
que un conjuro en la lengua santigua los mensajes,
que Dios se disipa,
que oficia los momentos únicos
y desvanece dispersiones plenas,
que la memoria vaga y elude sin transcurrir,
que todo queda a la puerta,
la única cosa clara, privada,
es el amor...
Porcentaje en la noción moral –como pájaros turbados por la lluvia-
reducciones de una totalidad
que inútilmente disminuye el ascesis...
Adelantado sentir,
sima astuta.
Dice:
que vislumbramos geografías encarnadas,
despoblada epifanía
donde se fragua a dos tiempos
túneles profundos,
desenlazadas formas de Dios en ti,
desnombre puro.