Independientemente de todo cuanto pudiera decirse, pensarse o hacerse,
ella se quedó junto a mi impresora.
Su color azul turquesa a veces se confunde entre el propio color de la cubierta de mi accesorio computacional de no ser por esas letras plateadas que sobresalen de su celeste cuerpo.
Y me refiero a una invitación. La misma que ella colocó entre mis manos con el nombre impreso manualmente de mi esposa y este escriba que no acaba de creer el por qué omitió su presencia en aquella ceremonia por demás sencilla y que hiciera alusión la novia en su momento.
Tuve qué imaginar cada contraste del momento. El color de su vestido (que seguramente era de color blanco y sin tocado, ya unas noches antes me lo había dicho), la gama de mesas entrelazadas entre sí para crear un ambiente cálido en pleno verano sin que llegase a molestar tanta formalidad.
Pensé incluso una noche antes qué ponerme... Aquel traje azul con corbata seguramente haya sido perdedor ante un saco color hueso acompañado de su sutil moño negro con camisa de smoking. O el vestuario que seguramente haya elegido mi esposa para hacerse ver como la más rompecorazones del lugar debido a su porte (que envidio tanto) y a su guardarropa siempre en espera de una ocasión como esa para poder lucirlo.
Una noche antes perdí el sueño. había trabajado temprano y ello daba oportunidad al poder estar un poco más despierto en la ceremonia que si haya trabajado hasta muy entrada la madrugada, pues como la boda se realizaría en pleno mediodía, seguramente estaría con unas ojeras enormes debido al poco descanso al que me haya visto obligado.
Sin embargo nada de ello ocurrió.
La misma noche anterior mi esposa tomó la invitación, la leyó y no dijo más nada.
- ¿Irás? - había preguntado unos días antes y mi respuesta era aún esquiva o incierta. Eso quizá le dio la calma para no tomar la fecha como algo verdaderamente comprometedor y dejarlo todo para el último momento y en base a mi decisión final.
No diré el por qué no acudí. Pudiera no ser creíble o sonaría simplemente a una simple excusa más para no haber estado ahí en el día más importante de una amiga, la cuál, creció dentro de mí con su amistad gracias a una crítica con respecto a mi música y con sus inicios por este medio electrónico de la Internet.
Seguí imaginando toda esa tarde la ceremonia. Me envolví en ocupaciones diversas hogareñas y el día, de manera normal e inexorable, llegó a su fin. Me sentí triste y solo. Aislado, egoísta, poco creíble, poco sociable y un tanto despreciativo... sin fundamentos.
Seguramente ella se miró acompañada por personas realmente importantes dentro de su vida y mi ausencia no mermó demasiado entre la concurrencia. Quiero creer eso... de lo contrario sonaré en sus oídos como falso cuando pregunte el por qué de mi ausencia y creerá que, aunque le dijera la verdad, solamente busqué la más absurda de las excusas para perdonar mi ausencia esa tarde.
Muy, muy en el fondo, quiero desearle lo mejor en la vida. Lo merece; y espero que sea él quien pueda darle la calidad de amor que la vida le tenía reservado.
Tampoco diré su nombre... ella sabe que en este momento escribo por ella, de ella y, hoy siendo excepción, para ella.
Eduardo Ulloa
Guadalajara, México. |
|
nov
2003
|