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Septiembre 11
La marea se ha estremecido
y se retira dispersa.
El ‘sálvese quien pueda’
de las gaviotas, aterra.
También se ha estremecido
mi cocina harinera.
Las cucharas andaban en sordina
vaciando santuarios
y reventando ollas.
Se ha estremecido la luz mañanera,
mi fatigado sillón, la chimenea.
El hueco del zapato, órfano
del pie, se lamenta.
Ha sido a poco de concluir las fiestas
e inaugurar el nuevo siglo
que auguraba pan con burbujas
y dulzuras prietas.
Fue una explosión inesperada,
traicionera, un derrumbarse
de alas y de huesos, un caerse
hacia el alma, apocalíptica nube,
diluvio de estrellas negras...
Y se han estremecido
hasta las reliquias
de olvidadas guerras.
Adiós, derramada armonía,
paz probeta. De luto,
las letras estremecidas, se acurrucan
en el regazo del poema.
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