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Tengo el vicio de vivir.
Yo gozo esta noble e incurable enfermedad del ser
y sé que en el mundo ningún abierto confín
ha de bastarme.
Tengo el vicio de vivir
y ávido siempre por mirar correr las esferas del mundo
(o de mundos),
yo confieso que he vivido a mis anchas
dentro de la estrecha faja que el destino me impuso;
atado por solamente un tobillo
yo practico sin remordimiento de culpa
este bungee-jumping por los precipios del alma.
Ah la madeja interminable del ser,
yo pretendo no dejar sin exprimir ni una gota
de mi dicha o dolor respectivos;
yo sé que al momento de escribir estas líneas
seguramente la tierra se bebe otra flor,
yo pretendo extraer de la locura
solamente esa chispa que es a su vez un aceite
para asegurar el engranaje correcto en mi sangre.
Ah la madeja interminable del ser,
sobre la frente dormida este beso,
ah de la oscura gula en lo diáfano,
ah de la impunidad de la ausencia
que cuantas veces quiere vuelve para poner
nuevamente sobre la llaga su dedo.
Hay en la moneda a la par dos caras bestiales,
hay en este coso inmenso y abierto un cartel
anunciando a un torero único enfrentado
en un mano a mano a siete bestias capitales.
Tengo el vicio de vivir.
Ah del luminoso reverso:
el ebrio estallido de la alegría,
la simple y radiante afirmación de una forma ante el mundo,
la honda superficialidad portentosa,
el no bañarse dos veces en un mismo río,
y como entre champaña el flotar en las crestas,
el arribar en las mañanas innúmeras a las bahías nunca vistas,
en otras vidas en la vida
el imprevisto retorno a los lugares amados,
al igual que el mejor delantero el anidar una y mil veces
dentro de las redes de la alegría el balón de la vida,
el erizarse de la punta de pelos a pies
con las caderas grandes de la vida
(la poesía como su hermana gemela la vida),
un sabor a muchacha frugal en los labios,
una sombra felizmente ahogada por mirar
en los ojos de una mujer los espejos del agua.
Tengo el vicio de vivir.
Y sé que la danza finalmente existe
para perpetuar la rotación de este mundo.
Tengo el vicio de vivir
y como niño solamente rechazo la prematura vacuna
de la muerte enfermera.
Tengo el vicio de vivir
y sin remordimiento de culpa practico
este bungee-jumping por los precipicios de mi alma;
y aunque en el vaso de la memoria
comienzen a desbordarse mis días
sé que en el globo ningún abierto confín ha de bastarme.
Carlos Alberto Cortés
Guadalajara, México. 27 años.
Ha publicado poemas en revistas como "Tierra Baldía" (Ags.),
"Espejo Humeante" y "Memoria de la Voz" (Guadalajara),
así como en el periódico "El Financiero", de Mex. D.F.
Co-autor del libro"Figuración de Instantes", editado por la Universidad
de Guanajuato.
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f e b
2004
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