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Para Gustavo Aceves y Gabriela Malvido |
El hombre de madera se miró al espejo
para encontrar el sentido de sus partes
la fisonomía de sus vetas
el sudor de su corteza
el respiro de su follaje verde y arrebatado
Sólo encontró ramas vetas corteza y hojas
en desorden que no supo interpretar
El hombre de madera echó al hombro su equipaje
dispuso las piedras de su casa y sus angustias
envueltas en sedas y papeles tersos
y en el viaje compiló insectos
-a algunos dio sagrada sepultura
junto a las llaves de sus puertas y armarios-
ráfagas de viento
gotas de lluvia y alas rotas
bebió licores nuevos y paladares con lenguaje extraño
intercambió todas las piedras de su casa por nuevas angustias
y todas sus angustias
por palabras que no escribió en sus papeles huecos
El hombre de madera hundió sus puños en los cementerios
en los valles en los cántaros vacíos de leche y vino
cantó cantares fúnebres y nació en la embriaguez de otros vinos
y la leche de todas sus mujeres
discutió con las rosas y los lirios
con los pájaros de las ventanas hermanas
soñó despierto las realidades mientras arrullaba sueños
aprendió a toser para llamar la atención de los ángeles indomables
El hombre de madera
-no lo has dicho-
miró la muerte bella con la forma elevada del beso
cuando estalla en el vientre de la tierra
y recordó el espejo
el equipaje de luciérnagas
la caligrafía de sus lágrimas
los cementerios poblados de valles
canciones de vida zorzales
despertó del sueño y tosió demonios inconsolables
pobres demonios con el vientre de un beso
El hombre de madera se miró en el árbol que gemía
-con voz de hombre-
en el espejo en la piedra en la angustia
en el valle en el puño de los ángeles
y se pobló de ramas y canciones
escuchó su voz de hambre
y gimió con los árboles que se descubren hombres.
Ivan Leroy
Cataluña, España. |
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f e b
2004
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