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La conciencia,
que pasa por el conocerse a uno mismo por medio o con ayuda del entorno,
requiere primordialmente el admitir que todos pueden equivocarse para
que así se constituya un criterio propio que sea en una valiente elección
un desechar lo inútil -lo que atávicamente más ha perjudicado en el beneficio
individual y de todos-.
Por ello, es imposible el adaptarse socialmente en un cerramiento, en una
obediencia ciega a cualquier sistema, en una pasividad o falta de reacción
ante los nuevos descubrimientos cognoscitivos o en una falta del criterio
coherente para que seleccione eficazmente o racionalmente esos descubrimientos
ante los problemas de lo actual.
Y es que el hecho actual, el hecho presente, es quien da todas las condiciones
para que se metabolice la adaptación social coherente, el acierto, la elección
adecuada o decantada por una escala de prioridades que siempre debe ser
adaptativa u ofrecida a una continua reactualización.
Porque lo esencial de algo no es que cambie, sino que se adapta -un ser
humano no puede ser sustituido por una piedra, es decir lo esencial es
insustituible: no se puede sustituir la luz por otra cosa, el agua del
cuerpo humano por otro elemento, el amor por el odio para el afecto o para
el convivir, etc.-; lo esencial es adaptación de algo -pero con ese algo
siempre-, el continuo reactualizarse o reintegrarse o reformalizarse de
algo con respecto al medio.
Las interacciones hacen que el objeto real sea un actor, es decir determinan
lo que actúa, que es reformalizado, que es adaptado o que es reconstituido.
Sólo cuando algo es reconstituido ya es, se sustenta en eso, tiene posibilidad
de ser, de existencia discernida: de no ser el todo o la nada, sino el
algo.
Por tanto, el ser humano progresa socialmente modelando o eligiendo entre
las posibilidades de su adaptación, atendiendo a unas prioridades que lo
reconstituirán, que lo sustentarán sin posponer su naturaleza "a priori"
o esencial. Tales prioridades o aspiraciones son sin duda sus puntos de
encuentro o en común con los demás para creer en el mañana, para crearse
ideas -ideologías porque son compartidas- que le forjan, a través de prospectivas,
un ilusionarse en sus esfuerzos y una satisfacción de coherencia en su
conciencia.
El progreso deliberadamente también es una consecución de gente unida por
ideas, las cuales son fortalecidas por aquellos que se ofrecen a desalinearse
o a rebelarse de lo atávico, esto es, una conducción social, una sinapsis
social de intenciones.
José Repiso Moyano
San Marcos, Málaga,
España. Ha publicado: Cantos de sangre (Ediciones Rondas,Barcelona,
l984) y La muerte más difícil (Ediciones Torre Tavira, Cádiz, l994). Ha
ganado los premios: "Ángel Martínez Baigorri" de Navarra; "Encina de la Cañada"
de Madrid. Es asesor literario de la colección Torre Tavira de Cádiz. Ha
colaborado con ensayos, artículos, poemas en más de 100 periódicos de todo el
mundo.. |
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2004
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