deshoras       


Cómo me aleje del vicio
César Hernández


        Ayer estaba leyendo cuando me interrumpió ella. Me pidió con la cara descompuesta por el llanto que ya no siguiera, que me apartase del libro. Al principio me sentí indignado, estuve a punto de contestarle groseramente pero logré controlarme, mejor, logré ignorarla y volví a la página donde me había quedado. Su frustración debió de haber sido mayor cuando me vio regresar a la lectura ya que me arrebató el libro de entre las manos y lo arrojó contra el muro. Todavía esta en mí la visión de ese desparpajo de hojas que se impacto contra la pared y después la pila de folios que entonces yacía sobre el piso y que unos momentos antes habían sido "Del Amor y Otros Demonios" entre mis manos.

        No tuve tiempo de reaccionar porque una llovizna de reproches cayó sobre mí. Me preguntó entre sollozos que cómo era posible que me pasara la vida leyendo. Qué si no veía lo que nos estaba pasando. Debió notar mi mirada que la interrogaba cuando dijo eso ya que el llanto se torno torrencial. Trató de cubrirse la cara, note que sus manos se mojaban y una o dos gotas cayeron al piso. Temiendo yo que las hojas sueltas sobre el piso se mojaran comencé a levantarlas sin hacer ningún comentario que pudiera agravar la situación.

        Momentos después ella se controló, para entonces yo ya había terminado de juntar al infortunado libro. Intentar proseguir mi tarea habría sido como desafiar la ira de esa señora que estaba parada frente a mí y que me recordaba a la abuela desalmada de la cándida Eréndida; capaz de torcerle la vida a uno por un descuido. Decidí observarle. Me porté como el mejor público que un espectáculo de esa categoría exige.

        Recuperado el aliento se deshizo en vituperios sobre su público, el soliloquio comenzaba a subir de tono. Creí adivinar una esmerada adaptación de la "Diatriba de amor contra un hombre sentado" y le ofrecí una sonrisa como ofrenda a su magnifica actuación. La ira apareció de nuevo, las palabras "holgazán" e "Irresponsable" afloraron en repetidas ocasiones. Que los niños están como abandonados; si calzan es porque la divina providencia es más grande que tus holgazanerías. Que eres un irresponsable, ya casi no comes por leer y la casa nos la quitará el banco porque sabe Dios cuantos días ha que no te paras a trabajar... de nuevo el llanto, más llanto. Ahora los golpes que poco hice por esquivar. Mejor que cualquier tragedia Griega.

***

        A la vuelta de la esquina está el consultorio del doctor De Soto. Ella me ha pedido que viniera a verlo, me ha dicho que él me puede ayudar a controlar mi vicio. Mi adición es añeja y no recuerdo cuando comenzó. Ella me ha explicado que poco importa si lo recuerdo o no, me ha dicho que todo esta en mi subconsciente y que el doctor De Soto me ayudará a recordar. Parece ser que recordando las circunstancias en que se generó mi vicio puede ayudar a que poco a poco erradique mi mal. Yo le creo. El doctor De Soto es un hombre con mucha fama aquí en la ciudad, ha publicado dos o tres libros acerca de superación personal y reforzamiento de la autoestima. En varias ocasiones los periódicos locales han publicado entrevistas donde él explica los detalles de su método terapéutico.

        Yo vengo para complacerla. Ayer, después de tanta lágrima me ha dicho que es mi esposa y que tenemos dos hijos. Yo la miré de frente y no reconocí en ella ni a Dulcinea ni a Margarita. Tenía en el cuerpo más años de los que yo hubiera podido soportar y sentí tristeza. Creo que ella lo notó porque me ha abrazado y ha llorado conmigo entre sus brazos. Entonces le creí. Me imaginé nuestro noviazgo tortuoso coronado por una boda celestial y premiada con dos hermosos críos. Le he prometido que haría lo que fuese necesario para alejarme del vicio. Tengo la cita a las diez de la mañana para ver al doctor.

        Personalmente no conozco en detalle la técnica del doctor De Soto. De las obras que ha publicado he visto sólo dos en la librería que esta contra esquina de su consultorio; "El Método De Soto para Mejorar la Autoestima" y "Siete días para dejar de fumar" pero no he leído ninguna de ellas.

        Aún faltan quince minutos para mi cita. Ahora recuerdo a una tercera obra, esta se extiende en dos volúmenes bastante gruesos. La había olvidado porque, por el tamaño, están en el estante que no corresponde ni a psicología ni a superación personal. Iré a la librería. Estoy seguro que ella se pondrá feliz ahora que regrese a casa con los dos volúmenes del "Método Eficaz Para Dejar de Leer" del doctor De Soto.



César Hernández
César Hernández es el tercer hijo de una familia que tiene siete herederos. Nacido allá en la medianía del ´65 en un paseo providencial que incluía una breve estancia en Guadalajara. Circunstancia, más o menos fortuita, que lo autoriza a colgarse el título de tapatío. Ingeniero de profesión y aprendiz de escritor por ocio. Sádico por naturaleza pero con un muy alto sentido de la conciencia, reconoce en su público a los infortunados conejillos de indias de sus primeras letras, razón por la cual aprovecha para poner el siguiente buzón electrónico para acoger las sugerencias o quejas que sus desbalagadas letras puedan generar: cesarhdez65@hotmail.com

abril
2004