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I
El cielo no se cansa de extender la piel
ojalá no se canse de fluir
Dejo mi última pluma delante de tus ojos para velar el sueño
Dejo mis alas, ya no arrugan el viento: no olvido
El sueño me salva de la memoria
Tú
eras permanencia del tiempo: jardín de lo estático
te añoro más que a la oscuridad segadora
que me delimita en el horizonte
que atrapa mi vuelo
que derrama el agua del vaso para ahogarme
Lo que sale de mis manos después de ti: sobra
Afuera: no estoy
¿Y qué le diré a mi cuerpo cuando pregunte por ti?
¿Cuántos aleteos daré en el aire al emprender el vuelo?
¿Cómo lo diré?
II
Abrasas el fuego con tu doliente agua
Purificas la llama terrenal
Quizá sea eso: pereces junto a mí
Creo en la sonrisa del arcoíris:
luna inversa de siete colores
nos detiene sin huellas
en cortinas de lluvias
arco de carne.
Creo en las nubes que mueven las estrellas :
se remueven en el agua
tiemblan con el dedo
Creo en el reloj alado que nos divide
En tus caricias ausentes
que en mis llagas se deslizan
Creo en quien no ha nacido
En que alguien atravesará la firmeza
de mis senos de mariposa
el grito del ángel que hoy no suena y no responde
En la arena que se estira para no ser
Te ves en una p a u s a
Tengo
miedo
¿Y qué le diré a mi cuerpo cuando reconozca tu ausencia?
III
La caída sirvió para nacer
aún cuando caí sin ti
IV
Y la noche
cuando la noche me consuma por completo el rostro
cuando sea menos carne y más poesía
¿Quién me contestará del otro lado del cristal para condenarme?
Leticia Córtes
Guadalajara, México. 1980. |