deshoras       


Muñeca rota
Aymer Zuluaga



          La habitación era pequeña y fría, las tristes paredes sostenían el rastro de los clavos que allí estuvieron colgados. Ni los directos rayos de sol que entraban con vigor por la ventana calentarían ese ambiente allí contenido. La cama estaba destendida, con la apariencia de llevar así muchas semanas.

          Sobre el lecho la muñeca rota tenía sus brazos de tal manera distendidos, que hacían espacio a la ausencia de alguien; su rojiza cabellera ya no irradiaba calor, ni quedaban vestigios de lo flameante que antaño era, la proporción de sus medidas parecía tan matemática que su simetría era molesta.

          Desnudo su torso, descalzo y vestido con un jean descolorido estaba Nelson, proyectando su sombra sobre la cama.  Con medio cigarrillo entre sus torcidos dedos índice y pulgar, fumaba con la paciencia que le caracterizaba; era tal su lentitud entre bocanada y bocanada, que se diría que ordenaba a cada músculo involucrado cual debía ser su función, y cual su velocidad para inhalar el humo que luego se dibujaría en espirales iluminados, a través de los rayos del sol que invadía la ventana.  La inocencia de su rostro recordaba con nostalgia la mirada de su muñeca inflable, en aquella época, cuando recién empezaban su pasión.



Aymer Zuluaga
Envigado, Colombia.

mayo
2004