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Anclaje tras la tormenta
Una llama se levanta en mi estómago
como un poema olvidado tras las nieves
Es un cambio de estación
es el beso que se envuelve
en la hojarasca de los rostros
donde brota al viento
misteriosa sinfonía
y los cuervos allí juegan
y juegan
y la vida es una acuarela
un fresón
en el inicio de tus labios
Una de timones
Yo soy de esos que se ahogan
en un vaso de poesía.
Cuando el horizonte es café aguado,
pico las palabras muy finitas
y las pongo en un puchero a presión.
Cuando una señorita de hermosas caderas,
me llama por teléfono,
voy a beber alcohol.
Cuando la resaca me vacía por completo,
abro el puchero y aspiro el aroma.
¡Ay, qué mar! ¡Qué isla de encantos divinos!
¡Qué escultura en erosión! ¡Qué grandioso pedazo de espanto!
Y así corre el agua por el riachuelo,
para todo hijo de barrendero,
sin demasiados deditos que toquen el arpa.
¿Puedo concluir con una travesura?
En primer lugar, amárrese a su sillón,
no vaya a ser que se rompa el espíritu
y vaya a ponerme una denuncia a su parroquia.
Ahí va: ‘La vida es un viaje en vela,
sin rumbo, por supuesto,
porque si apuntas hacia las dianas,
acabas equivocándote,
volviendo a soñar’.
Por favor, no haga como el célebre hidalgo,
que de inmediato se fue a comprar un yate sin timón.
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agosto
2004
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