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Nos amamos toda la noche, nos perdimos en el tiempo,
no existía otra realidad que la nuestra,
nos transportamos a otro universo,
a ese, nuestro universo…
era tal nuestra pasión,
que la propia noche se iluminó,
cual si fuera una de esas noches de octubre
y así nos sorprendió el amanecer,
plenos de éxtasis, sin remordimiento alguno,
durmiendo en esa cama blanca,
tan blanca y pura, como nuestra noche.
En el silencio de mi soledad,
pienso y busco la tranquilidad de mi alma,
le doy gracias a Dios por un nuevo día,
que aunque lleno de lágrimas ahogadas,
en mi rostro se dibuja una sonrisa de esperanza,
en mi corazón laten, con fuerza, los anhelos,
y las ilusiones,
mis ojos reflejan el brillo del amor,
y mis labios, pronuncian las palabras de la fe.
Patricia Rupit Castillo
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