caleidoscopio       


Los viajeros
Hugo Plascencia Madrid



A los viajeros: Marco Antonio G.
Carlos Cortés, Neri Tello, Juan
Cervantes, Chiva Villalobos.

Sin mirar atrás,
todos iniciamos el mismo viaje
pero los viajeros no tienen estación
la poesía no es un punto cardinal de
Partida, es la brújula.


He mirado a los viajeros
tragarse el filo de las banquetas
y cantar con la garganta en el asfalto.
pero los viajeros no tienen estación
En sus sombreros de mago
cargar la copa rota en metáforas de luna.

Los he mirado en la lágrima de la náusea
apretando recuerdos en el puño de una hoja gillete
en el centro del hígado como pulmón canceroso
en la mano del que tuvo menos suerte
mano de boxeador que acaricia.

Los he mirado en su rol de locospoetasviciosos
tajantemente decir “no” por gusto
con su sarcástica quijada
en la risa de la golfa,
en sus confecciones de nota roja (donde habitan)
hay metáforas heladas como ácidos,
¿ha sido que nublan la vista como esperma y corroe las entrañas?
los he visto me consta disolverse como el polvo
en el malecón de cabo esperanza masticar un adiós de bienvenida
y tragar vidrios en botella las cincuenta y dos semanas
que sumados 5+2 =.......        dan los días de cada una
sin perdonar el año bisiesto.
                                                         bis
                                                                  incesto
¿y esto?

Como lobos jauría sitiando a la hembra
hasta so meterse al ver so
dormir con el fuego en los labios
y la sabana encendida en la piel
hasta jubilarse de la esperanza
de cuantos hijos se han ido sin haberlos tenido
en la soledad del mismo puño
tienen la llaga inflama de pensamientos en el pulgar
los mueve el aire etílico de la hembra.

Son el virus que con la enfermedad nos alivia,
el desierto que con la sed se sacia,
el norte que con la brújula nos pierde,
brújula perdida en el bosque de arrabal
como girasol preludio del noctante,
camaleón de dos cabezas
“todo puede suceder esta noche”
el viaje por naturaleza es de las plantas,
los caminos son una vena del desierto
todos los caminos llegan al viaje,
todos los viajes tienen su destino.

Los he mirado como extranjeros nativos
apátridas en países que nunca conocerán
a sabiendas que a la patria nunca se llega
y que la piedras sudan dolor
al pisarlas como flor marchita.

Zapatos tregua del tiempo,
zapatos del mundo,
zapatos que a través del naufragio se pierden en ultramar.

Su historia es la del mormónjudiocristianomultiétnicopederastaargentino
que partió de indocumentado a México.

Los he mirado no reconocer el tiempo en el tiempo,
ausentes estáticos como efímera efigie errante
sudar dolor como piedras de sombra
condenados a vivir lo no vivible,
ahogar el grito de vientre,
¡de que sirve viajar!
siempre se llega a donde mismo
con el equipaje cargado de carbón y azufre
conciliar despiertos el rumbo
jugándosela.

Los viajeros tienen cara de viajeros.

Ellos eructan el quiste fauno,
acampan de día en el sleeping de Morfeo
para por la noche proseguir el camino.

Ellos son el iris de la ira en un ocaso,
los condenados a vivir lo no vivido
ellos son fulano y zutano de tal.

Ahogan el grito en la yugular del aliento.

Trágicos y soñadores hasta los huesos
de amores precarios forjan el destino
como el que vende carne de vaca en la india.

En el alma les rondan las moscas
como en un miembro cercenado,
su corazón es un órgano volátil
alta mente inflamable,
son el emisor y receptor del beso no dado,
en su inventado evangelio de caricias desesperadas
adoctrinan la palabra,
se entregan salvajes y delicados
a la búsqueda del arroyo de agua tibia
que es la antesala del orgasmo.

Su música es la música de los amantes,
de risa, alcohol y silencio,
silencio de cuatro paredes.

Son el espejo de las nubes,
viven en el litoral de la entrepierna,
recorren una y otra vez manejando el timón de la lujuria,
saben que los momentos de pasión
son la aproximación más cercana del ser humano a la inmortalidad.

Tienen piel de presos,
la mirada de gatos enjaulados
adictos a las alturas
equilibristas que se mecen ante el vacío
en el vaivén precipicio del cielo,
para no morder el polvo,
para no morder la muerte,
para no morder:
saben que el fuego es un pájaro con cabeza amarilla de gavilán
cafre con alma de niño que pela la manzana con las uñas y la come
el mundo es esa manzana,
infant con rostro de antifaz
esa máscara es la raza,
saben que cuando la ciudad calla
se escucha caer el mundo
en caída libre.

Acuden a bares de fosa común en días oscuros
como cerveza de barril,
entre meseros que toman nota con letra de doctor
en un ambiente de feria,
hasta que sus vísceras habitan el santuario del silencio
como en un campo santo,
su conciencia es ese bar sin mesas y sillas,
su llanto es el de la minoría como el de las tortugas
donde la lágrima que se derrama es devorada
y no le importa más a nadie,
ellos han elegido el yugo de la creación
fallecer una y otra vez por los otros,
indagar ante las vías del brazo
procesión del tren de la retirada.

Ellos son el autor de la tarjeta postal
que zarpa a la felicidad con el miembro erecto de can,
sabedores de que por el vicio se llega a la virtud.

Los he mirado en falso con espejuelos agudos,
matadores en plaza de toros con estolas litúrgicas,
frente al espejo.

No ha nacido un Goya que pueda trasladar a una pintura ese sufrimiento.




Hugo Plascencia Madrid
Guadalajara, Jalisco. México. 1978.
Estudio la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Forma parte del antitaller de poesía “Cesar Vallejo” que coordina Raúl Bañuelos. Fue parte del consejo editorial de la revista espejo humeante, así como promotor en el grupo de difusión cultural el viaje. Ha publicado en: la revista espejo humeante, reverso, mural ( del D.F.), en el periódico de poesía de la UNAM, y en el tríptico el sol y su eco. Es colaborador permanente de la revista el subterráneo de Morelia, Michoacán.
En septiembre del 2003 presentó junto con otros jóvenes creadores, la antología figuración de instantes, de la colección letras versales que edita la Universidad de Guanajuato.


sept
2004