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Durante la
Edad Media todo tipo de conocimiento y de creación artística había estado
sometido a la educación escolástica, promovida principalmente desde los
monasterios, hasta la creación de las primeras universidades en el Renacimiento
por la sociedad burguesa -ante el fortalecimiento de las ciudades-; sin
embargo, éstas partieron con una protección y control estatal, partieron
con una supervisión constante y de censura por las autoridades eclesiásticas.
Por ello, la cultura renacentista supuso un verdadero reto humanístico
para emancipar a la ciencia de lo estrictamente teológico, de lo establecido
con atavismos de la manera geocéntrica, incontestable o irracional.
Aunque fue difícil el instaurarle a la cultura el carácter antropocéntrico que pretendía el Renacimiento, algunos factores posteriores -entre los siglos XV y XVI- lo favorecieron: el mecenazgo intelectual de una burguesía enriquecida cada vez más sólida e independiente, la crisis religiosa provocada por el protestantismo y el cambio de un poder político desde una monarquía sumisa al clero e inestable hacia otro estabilizador de naciones más simpatizante con la clase enriquecida de la burguesía que con la decadente clase religiosa no poco reacia al progreso del pueblo. Ya aquí con la monarquía absoluta se establece una burocracia que sí presiona -porque tal monarquía en este momento se interesa más por organizar lo externo, pues, ha dejado de tener una conexión directa sólo con la divinidad y con el Papa- en algunos aspectos al poder político y, además, la burguesía recibe protección mediante el sistema económico implantado del "mercantilismo"; por lo menos esto o estas diversas vías de representar al pueblo le favoreció para que, luego, en el siglo XVIII se enfrentase directamente mediante la ilustración y el racionalismo científico a este modelo político en el cual se dieron, sin embargo, casi todas las revoluciones industriales.
Francis Bacon (Londres, 1561- 1626) como político fue miembro del parlamento y consejero de Isabel I y, luego, canciller de Jaime I; como filósofo presentó un plan de reformas para las ciencias donde primordialmente sustituyó el método de conocimiento escolástico por uno más racional y experimental con el fin de que fuera útil o pragmático para el progreso de la sociedad. Este método lo desarrolla en "Novum Organum" (1620), segunda parte de su "Instauratio Magna" y esto significó un preámbulo -e inevitablemente una influencia - al "Discurso del método" (1637) de Descartes.
Bacon, sin duda, fue el primero en distinguir entre investigación científica y razonamiento lógico; por lo que, para él, no basta en generalizar una probabilidad o un hecho probable como verdad -inductivamente-, sino que es necesaria la formulación de las hipótesis básicas -de todas las posibles- para, después, deducir a partir de las mismas unos resultados que se contrastarán con la experiencia: un método hipotético-deductivo, por eliminación de lo que no es válido al contrastarlo con la experiencia. Así, en efecto, como separando el grano de la paja, se llegan a los datos relevantes para resolver un problema; pero siempre ha de ser por el sistema de que, para ser verdadera una hipótesis X, ante unas circunstancias determinadas deben producirse ciertos sucesos observables.
Sí, este método se utiliza hoy en día en la ciencia experimental, pero sobrelleva la desventaja o el inconveniente de que el enunciado podría ser demasiado ambicioso o alejado de la realidad para ser contrastado; y eso hace que algunas hipótesis se queden aparcadas o instaladas durante un largo tiempo como conocimientos provisionales que, si se tienen en exceso en cuenta, pueden confundir o invalidar otras hipótesis. Ahora bien, aun así, tal obstáculo no es evitable en cualquier investigación e, incluso, es ya característico o propio del mismo proceso investigador.
Bacon también hizo una sugerente clasificación de los conocimientos según
tres facultades: memoria (conocimientos históricos), imaginación (arte
y poesía) y razón (ciencia y filosofía). Pero enfrente de estos conocimientos,
para él, los seres humanos se encuentran condicionados por cuatro factores:
ambiente, naturaleza humana, lenguaje y escuela. Ante esto, en claro, si
cualquiera piensa un poco se dará cuenta de que es lo mismo o aporta lo
mismo que, siglos más tarde, lo hiciera Ortega y Gasset con ese "Yo
soy yo y mis circunstancias"-donde la naturaleza humana y el lenguaje
corresponderían al "yo" y el ambiente y la escuela a las "circunstancias"-;
por ende la originalidad de tal pensamiento o aportación es, con justicia,
primero de Bacon.
Por último, sus "Ensayos" forjaron una prosa concisa, incisiva e impersonal sobre unos aspectos muy diferentes de la sociedad de su época, lo que contribuyó a vivificar este género ahora con una posición más crítica u objetiva que, conforme iba pasando el tiempo, influyó a los racionalistas y a los enciclopedistas.
José Repiso Moyano
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