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Mientras leía
el periódico sentado en una humilde silla de nogal, ubicada en mi vivienda
construida con material de adobe, pensaba en mis hermanos de sangre que
trabajaban la tierra con su sudor y que contribuían al progreso del país
con el latido incesante de sus corazones.
Mi abuelo se encontraba pastoreando las alpacas que mi familia usaba para la elaboración de productos textiles y mis hermanos fabricaban ladrillos artesanalmente en hornos rústicos donde debían trabajar todos los días desde que cantaba el gallo , ignorando las inclementes temperaturas del eterno invierno de los andes bolivianos.
¿Sabían ellos que sus vidas podían cambiar si cultivaban el vicio que aprendí en Buenos Aires?.
Cuando yo tenía 18 años emigré a la Argentina buscando un futuro mejor
que trabajar en la mina y continuar con la inevitable esclavitud laboral
que perforaba los pulmones de los mineros como tributo a las entrañas donde
reinaba el temido tío de la mina, que yo solo tuve la oportunidad de ver
una vez cuando visité junto con un primo mío el museo minero que se encontraba
en el socavón de Oruro.
En la Argentina conocí a un colombiano que me dio empleo como repartidor
de pizzas en su negocio ubicado en un barrio marginal llamado Villa 31.
Mientras repartía pizzas aprendí a leer, mi jefe me enseñó a leer y se
sorprendió que aprendiera rápidamente con la misma destreza de un señorito
de alto estatus social.
Regresé a mi querida tierra natal con un vocabulario distinto que el de
mis padres, era el único de la familia que sabía leer, la condición analfabeta
de mis hermanos de sangre que vivían en ese poblado ubicado en los cerros
de Caracollo, me obligó a sentir el deseo de cambiar el destino de mi gente.
- Voy a construir una escuela, tata
Dije mientras colocaba el periódico sobre la mesa para saborear el pan
elaborado con harina de soya .
- Una escuela es un trabajo que necesita el trabajo de muchos albañiles,
¿dónde vas a conseguir el dinero para construir esa escuela?
- Mis hermanos fabrican ladrillos, les pediré que me proporcionen la cantidad
de ladrillos que se necesita para convertir mi idea en una realidad . El
dinero para el cemento y los demás gastos de la construcción de la escuela
lo conseguiré mediante una cuota que pediré a los miembros de esta comunidad
y si no puedo conseguirlo de esta forma usare el dinero que ahorré cuando
vivía en Buenos Aires.
Mi padre no me respondió, acabó su desayuno y se fue a la feria de Caracollo
para comprar algunas cosas necesarias en la casa, el usaba el viejo sistema
del trueque , compraba cosas intercambiándolas con queso, cabeza de cordero
o otras cosas que el cultivaba o producía.
Salí de la vivienda y fui a visitar a un viejo coleccionista de libros que vivía en Llallagua, necesitaba su colaboración en mi proyecto.
Cuando llegué lo encontré sentado en su modesta cama, fumando de su larga
pipa y leyendo una novela de Jesús Lara.
- ¿Cómo estás, viejo amigo?. ¿Has bebido del vino de la pachamama últimamente?.
- Siempre bebo de el vino de la pachamama, puedo apreciar que estás leyendo
una novela de Jesús Lara.
- Si estoy leyendo Yanakuna, este escritor me fascina por su compromiso literario de difundir la cultura quechua de Bolivia. Supongo que tu visita tiene un motivo especial porque cuando vienes sorpresivamente en mis momentos de nutrición literaria yo puedo descubrir que buscas una solución, Demetrio
- Tengo una idea descabellada, quiero construir una escuela en mi pueblo,
Pero no quiero construir una típica escuela donde se enseñe solamente a
leer y escribir, mi idea es que esta escuela sea un santuario creativo
donde se produzca literatura india que yo me encargaré de difundir.
- En palabras más explícitas quieres construir una escuela de escritores
indios.
- Exacto y necesito tu ayuda en el proyecto, Omar.
- Ayudaré con gusto económicamente en ese proyecto, Demetrio.
- Sinceramente sólo vine a pedirte que aceptes donar tu colosal biblioteca
dotada con ediciones antiguas de clásicos de la literatura boliviana inéditos
en nuestros tiempos actuales.
Mi amigo calló unos breves momentos antes de hablar, apagó el contenido
de su pipa y mirando por la ventana un cerro que se erguía imponente se
acercó a mi para entregarme la novela de Jesús Lara.
- ¿Por qué me entregas este libro?
- Te lo entrego porque desde este momento esa novela y todos los libros que tengo en mi biblioteca son tuyos y de la escuela de escritores indios que vas a construir en tu pueblo.
- Gracias, Omar, tu contribución será valiosa para la realización de esta
idea.
- Ten cuidado, Demetrio, existen muchas autoridades que prefieren que el
indio boliviano permanezca analfabeto para que no pueda luchar por sus
derechos ni tenga argumentos válidos cuando se defienda de sus agresores
ante un tribunal de justicia.
- El indio informado es un indio peligroso para la raza que se mantiene
con nepotismo en el poder del país. Tranquilo, Omar, actuaré con cautela
en esta idea.
Días después de esta conversación recibí la visita de militares que vestían
el típico uniforme camuflado de la milicia, me sacaron de la vivienda de
mis padres acusándome de conspirar contra el gobierno de García Meza, me
llevaron a un lugar ubicado en las afueras de Caracollo y allí me hicieron
correr desnudo , mientras corría escuché la despiadada detonación de una
bala y sentí una materia caliente que se metía violentamente en mi espalda
desgarrando mi carne, mi sangre todavía caliente comenzó a brotar sin control.
Caí al suelo mortalmente herido y miré las estrellas para encontrar la
providencia divina en mi desdicha.
Escuché que los militares se alejaban riendo a carcajadas y sólo un eco
persistente se oía en las paredes óseas que custodiaban mi cerebro.
“¿Has bebido del vino de la pachamama?”.
Mientras el inclemente frío de la noche congelaba mi cuerpo herido , decidí
luchar por mi vida y una luz interior me enseñó que ese no era mi trágico
final.
Desperté en una clínica de Oruro, unos campesinos me habían descubierto
y me habían llevado inconsciente hasta Caracollo, allí me colocaron sueros
para reponer la pérdida de sangre y me trasladaron a Oruro.
La bala que había herido mi espalda, había dañado mi médula y como consecuencia de ese daño, perdí el placer de caminar.
Usé una silla de ruedas desde aquel fatídico suceso.
La dictadura de García Meza había terminado y los militares que provocaron mi desgracia me visitaron en la clínica para pedir mi silencio a cambio de recompensa económica, sentí una cólera inexplicable cuando vi sus caras.
Finalmente acepté que mi justicia no sería la encargada de juzgar su crimen.
Mis verdugos me ofrecieron ayudarme a olvidar el suceso argumentando que
sólo cumplían órdenes realizadas desde el gobierno.
Cuando salí de la clínica supe que mis verdugos habían pagado todos los
gastos durante mi estadía en el centro médico.
Regresé a mi humilde hogar ubicado en los cerros de Caracollo y comencé
a construir mi escuela con ayuda de mis hermanos y de varios miembros de
comunidades indígenas vecinas.
El día que inaugure la escuela para la creación de una literatura indígena usando el apoyo de catedráticos de literatura que decidieron dar clases en la escuela para contribuir a la creatividad indígena, vi a uno de los militares que había presenciado mi desgracia, mirar silenciosamente la inauguración de mi escuela para indígenas.
Se acercó a mi y me entregó dos balas diciendo.....
- Esta bala te la extrajeron de la espalda en la clínica y esta otra bala la quitaron de el corazón de el militar que ordenó tu muerte.
Yo pedí a uno de mis hermanos que me trajera un ladrillo en ese momento
y entregándoselo en la mano le dije con lágrimas surgidas del alma.
- Este ladrillo sepultó la ignorancia de mi gente el día que se unió a otros ladrillos para formar una escuela.
Miguel Lundin
Actualmente reside en Varberg,
Suecia.
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sept
2004
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