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—Pues bien,
señor Nebrija, apurad vuestra pluma y terminad lo más pronto que podáis
vuestra gramática —dijo la reina.
—Me consagraré a ello, Majestad. Veo que es imprescindible que todos los
españoles tengamos un idioma único. Procuraré que mi gramática sea lo suficientemente
clara, con el fin de que sirva para que todo el pueblo aprenda a escribir
y sobre todo consiga hablar bien —dijo el gramático.
—¡Qué decís, voto va, señor Nebrija, que no haréis tal! —exclamó el rey
y continuó—: que un hombre que habla bien, piensa bien, y el que piensa
bien, difícilmente puede ser sometido y domeñado. Haréis la gramática,
pero no clara. Que sirva para la difusión de nuestra lengua en los territorios
que ocupemos está bien, empero, su aprendizaje deberá ser arduo y lento;
que su estudio dure mucho tiempo y que nunca, oídlo con atención, alcancen
a saber la gramática con precisión ni a hablar realmente bien. ¿Me habéis
entendido?
—Sí, Majestad —respondió Nebrija.
—La gramática es una materia sediciosa —continuó el rey.
—¿Queréis que interrumpa el trabajo, Majestad? —preguntó Nebrija.
—De ningún modo: la lengua es compañera del imperio, esto debe de ser verdad,
en alguna medida; además que exista cierto grado de subversión, tal vez,
podría resultar beneficioso, no sé, sería menester considerarlo, estudiarlo.
¡Qué idea! esto justificaría muchas cosas por parte nuestra, que de otra
manera no podríamos explicar, sobre todo ahora, con el nuevo plan impositivo
—el rey, que había estado enojado, al decir esto recuperó su buen humor
y se sonrió—, seguid con vuestro trabajo, caballero, pero recordad lo que
os he pedido: es necesario que el pueblo no piense bien ni tenga la mente
clara, los reyes sí deben tenerla, mejor sería aun que la plebe estuviera
confundida. Eso es: amor, temor y confusión. Se necesita este trío para
conducir y dominar al pueblo, éste es el mejor de los yugos; ¿no está acaso
el de los bueyes y las caballerías formado también por el triple conjunto
de madera, fieltro y cuero?, pues el de
los vasallos del reino está constituido por estos otros tres.
—Vuestra Majestad siempre encuentra el ejemplo preciso —ponderó la condesa.
*Fragmento tomado de El castillo y el brocado, Novela histórica. Abril de 1999.
Alejandro Sicardi
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