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Reseña a El género al bies
Andrea Ostrov.
Ediciones Alción, Córdoba, 2004, 233 páginas. |
Según reza
la contratapa, los estudios de género ocupan, hoy en día, un lugar preponderante
dentro de los estudios culturales y especialmente en la crítica literaria.
Sin embargo, la mayoría de los trabajos publicados se limitan a enunciar,
en tono contestatario, el silenciamiento que la mujer –o de manera más
amplia- el registro femenino ha padecido dentro del campo de la cultura.
Los más audaces se atreven a mostrar los mecanismos con los que opera ese
silenciamiento. En esos trabajos, la pregunta inicial sigue sin respuesta:
“¿Existe la literatura femenina?”
Sólo la profundidad de la respuesta da cuenta del vértigo que produce una pregunta. Cualquier interrogante, por nimio que parezca, incluye dentro de sí, la posibilidad para una reflexión incisiva y desestabilizadora.
“¿Existe la literatura femenina?” y en tal caso “¿qué significa literatura femenina?”. En su trabajo El género al bies, Andrea Ostrov responde con agudeza estos y otros interrogantes, trasportando al centro de la escena, obras que por distintos motivos permanecen al margen del canon literario. Los análisis de las obras de cinco escritoras latinoamericanas: Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, Ana Lydia Vega, Tununa Mercado y Diamela Eltit son los puntales que Ostrov utiliza para sostener una construcción teórica innovadora. Como todo edificio inteligente, los elementos funcionan de manera automática, hilvanando argumentos mediante un procedimiento original: la escritura y la lectura inscriben un cuerpo, allí donde antes había o un modelo (léase romanticismo) o una “performance” (léase pornografía), pero siempre una fría imagen en el espejo.
Ya en el prólogo, nos anticipa algo de lo que a lo largo del texto se irá desplegando, una inversión del razonamiento que sorprende por su sencillez y su originalidad: “La búsqueda de las marcas del cuerpo femenino en la escritura se reformulará ahora como la búsqueda de las marcas de la escritura en el cuerpo”. De manera que el cuerpo abandonará su naturaleza biológica para volverse “un efecto de escritura”, “una materia escribible”.
Siguiendo a pensadores como Judith Butler, Derrida, Lacan y Kristeva, entre otros, (a veces para coincidir y otras para contradecirlos), la autora prepara el terreno para abordar La furia y otros cuentos de Silvina Ocampo, La última niebla de María Luisa Bombal, Pasión de Historia y otras historias de pasión de Ana Lydia Vega, Canon de alcoba de Tununa Mercado y El padre mío de Diamela Eltit.
Teniendo en cuenta que estas obras fueron escritas con más de 50 años de diferencia, ya encontramos el primer dato importante. La escritura en el cuerpo femenino es un procedimiento transhistórico y que no cesa en su intento de escribirse (y de inscribir en el campo de la cultura la marca de una presencia), pero que simultáneamente, como dice Ostrov, “se oculta a sí misma”.
La obra de Silvina Ocampo servirá, en El género al bies, para demostrar que “también una serie de operaciones (cirugías, vestimenta, maquillaje, etc.)” implican una materialización específica del cuerpo. Con la lectura de La última niebla, Ostrov historiza la construcción de un cuerpo femenino y que difiere radicalmente de la del cuerpo masculino, según se demostrará en el capítulo siguiente, dedicado a Pasión de Historia y otras historias de pasión. En este texto, se mostrará como la violencia ejercida contra el cuerpo de la mujer, será una sobre-escritura, un “subrayado” sobre las marcas que la palabra imprimió previamente, con idéntica violencia. Canon de alcoba revelará la práctica erótica como una operación de escritura y El padre mío será utilizado para entender que la legibilidad y la legalidad (de un texto o de un cuerpo) “se implican mutuamente”.
El género al bies es un texto que aunque académico, no expulsa de sus páginas a lectores legos y en el cual la autora persigue, como un detective, huellas y rastros de un cuerpo que siempre se presenta como difuso y espasmódico.
En el prólogo, Ostrov confiesa que fue la escritura de una novela la que le permitió despejar los elementos esenciales de este ensayo. Si así fue, esperamos entonces con ansiedad la publicación de dicha novela.
Para terminar, Ediciones Alción de Córdoba merece un párrafo por el esfuerzo en publicar, una vez más, libros que habitualmente permanecen fuera del mercado, aunque dicho esfuerzo se vea empañado por las dificultades de distribución y la resistencia de las librerías para hacerse de textos de gran valor, tanto en el campo del ensayo como en el de la ficción.
Clara Zimmerman
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