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Dicen que Dios las elige y Satán las manipula. Son las elegidas,
algunas bellezas millonarias de la noche de Los Ángeles, las princesas
de la extravagancia, algunas con talento e inteligencia, otras más escasas
de razonamiento y con deficientes dotes interpretativas. A veces vuelan,
a veces se mantienen, a veces caen. A veces se levantan. A veces no. Son
los iconos de las adolescentes, algunas aficionadas a la cocaína y a la
vanidad, a conducir el coche de papá, a las orgías, a llevar los bolsillos
llenos de estupefacientes, y a ejercer una malicia que uno no sabe muy
hasta donde puede llegar. Hasta ríos de sangre corrieron.
Cindy Helders dejó el porno a los veinte años, e hizo aparición en
una serie de televisión, Buscando el Paraíso. Tuvo cierto éxito, y empezó
a mostrar el dedo corazón a los fotógrafos y algunos críticos. Había dejado
las mamadas y la sumisión de las actrices de porno para ganar audiencia
en una serie de tono pastel, con madres histéricas, padres desequilibrados
y niñas hiperactivas. En el cine no le fue tan bien. Hizo una película,
La Calavera Prohibida, malísima, de absurda fantasía y miedo previsible.
Las secciones de la gran pantalla de los periódicos apuntaban en estas
direcciones: Fracaso de Miss Vodka. Regresa al porno, Cindy. El alcohol,
la merma de una actriz. Cindy, hasta aquí llegaste, se acabó. Buscando
el paraíso, encontraste el fracaso. Se la vuelven a meter.
Lo propio para que se levantara y tomara copas de Absolut como desayuno,
para que la malévola Helen London, su amante cincuentona y protectora únicamente
entre las lindes de ese territorio llamado éxito, la abandonara, para que
participara en un reality show de estrellas decadentes, para que Nick Hope
-alias Toro, o Semental Hope- le presentara una demanda de divorcio, para
tratar de superar la depresión con cocaína, para que otras actrices evadieran
su presencia y la repudiaran, y para que se tirara al vacío desde el ático
del Hotel Planet, el año pasado.
A Tara Duke también le gustaba beber. Cuentan que en muchas escenas
de las películas de terror que protagonizaba, estaba borracha. Una manera
cualquiera de conseguir la mirada lacrimógena y húmeda que el director
pedía. Sí, le gustaba el gin-tonic y estrellar coches, y dar positivo en
las pruebas de alcoholemia, y llamar zorra a la Helders, y hacérselo con
los magnates de las productoras, y viajar por España -aún recuerdan en
Pamplona aquellos Sanfermines, con una mano en la botella de pacharán y
otra en el culo del director mexicano Lalo Aguirre-, y participar en auténticas
bacanales de sexo y droga. A la pobre Tara tuvieron que ingresarla en una
clínica de desintoxicación. No sé que demonios pasaría allí, pero fue como
si su vida anterior no hubiera existido, o fuera un sueño de frivolidad,
vanidad y vicio. Pero aquello fue real, y se lo llevará a la tumba. Desconozco
si se trató de un lavado de cerebro integral, del esmero y los cuidados
de los mejores profesionales de la psiquiatría, o si tomó conciencia de
la proximidad de una muerte que no deseaba, y por ello se aferró a Dios,
a las obras de Dickens, a la ópera y a la mano del director de la clínica.
En Hollywood dicen con sorna e hiriente ironía que va para santa. El camino
del desenfreno nos lleva a Dios, dice ese idiota de nombre Robert Blue,
productor de basuras cinematográficas y gobernador de California. Menudo
tipo grotesco y ridículo. Por cierto, quiero que sepan que Tara era una
buena actriz, pero nadie en este mundo le ofreció una buena película.
Katherine Garden´s tiene peso específico en este desmadre de vidas
caóticas y curvas peligrosas. Heredera de la cadena de hoteles Ophelia,
es amiga y musa del diseñador Kirk Portobello - alias Mariposa Tanqueray,
con lo cual queda delatada su doble vertiente-. Divaga entre cantante y
actriz, y a decir verdad, cuaja en ambas artes, pero seamos justos, y demos
más peso a la promoción que al valor artístico. Existe un vídeo en el que
la desgraciada Cindy Helders aparece lamiendo cocaína en un espejo. De
fondo, se oye la voz de Katherine gritándole: Tienes que esnifarlo, no
comértelo, zorra estúpida.
La Garden´s es una de las que hoy sigue en activo haciendo cine de
mediana calidad, comedias de adolescentes que están todo el día tumbados
en el césped o bebiendo cerveza en el adosado de turno, y grabando discos
de pop extremadamente comercial que viaja por el amor, la incomprensión,
el suicidio y el respeto al medio ambiente. Entre discos y películas tiene
tiempo para desabrochar las braguetas de los más poderosos de la industria,
tirar de los pelos a Alice Warner, a la cual citaremos más adelante, desparramar
una lata de coca-cola light sobre la cara de una azafata, en un avión,
rumbo a Miami, cerrar el Club Taormina de Los Ángeles y salir del mismo
sin bragas y a cuatro patas, conducir mientras fuma marihuana y llamar
cerdo de mierda al policía de turno, y terminar de hundir a toda aquella
que está apunto de besar el fango.
Alice Warner es su enemiga acérrima, pero en su época se lo montaban
juntas, o bien reclamaban a Kevin Turner e iban consumiendo su deseo entre
la lascivia del trío. Pero luego hubo historias de celos y deslealtad,
y ya saben, esa joyita llamada Katherine Garden´s se quedó con algunos
de sus pelos cerrados en un puño.
Alice siempre está en proceso de volver a nacer - siempre hay alguien
que vuelve a creer en ella-, estabilizarse con cierta dignidad en su profesión
de actriz, y volver a caer al barro, donde a menudo encuentra los tacones
de Katherine, la Zorrita, como a ella le gusta llamarla. Todos en Los Ángeles
saben que es asidua de las clínicas de rehabilitación, que podría llegar
a cualquiera con una venda en los ojos, y que alegra la vista de los médicos
y otros enfermos, porque Alice es guapísima, con esos ojos verdes de finlandesa
que te mantienen la mirada, penetrantes y briosos. Yo mismo estaría dispuesto
a acostarme con ella cada uno de los últimos días de mi vida, y de las
que hubiera que vivir.
Bebe tanto como un obrero moscovita o un marinero en tierra tras
cinco meses pescando en aguas noruegas. Es otra princesa de los desastres
en estado ebrio: una pelea con Katherine, siete accidentes de coche y varias
salidas de clubs con los tacones y las bragas en las manos. Y como añadido
a los despropósitos, su padre, traficante de cocaína, va camino de hundirla,
entrando y saliendo de la cárcel con similar asiduidad a las idas y venidas
de las clínicas de rehabilitación que hace Alice.
Por cierto, aún no me he presentado. Soy Pancho Santamaría, natural de Ciudad de Juárez, amigo cercano y ex-amante de Alice. Ayer perdí el sentido del tiempo, y en ausencia de orientación, hoy me desperté guiado por un lazarillo cualquiera, en una habitación del Hotel Florence con un pómulo arañado y una cicatriz en la ceja derecha. Y con cierta sensación de ser el rey de Los Ángeles, de un mundo difuso que me ha estallado en la cabeza a los cinco minutos, y me ha devuelto a la realidad. Joder, tengo una resaca de mil demonios, y los de la revista Vanity, quieren el relato para esta tarde. Actrices y Debilidades, o Vidas Nebulosas. |
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