Actrices y debilidades, o vidas nebulosas
Javier Guerrero Rodríguez



 Dicen que Dios las elige y Satán las manipula. Son las elegidas, algunas bellezas millonarias de la noche de Los Ángeles, las princesas de la extravagancia, algunas con talento e inteligencia, otras más escasas de razonamiento y con deficientes dotes interpretativas. A veces vuelan, a veces se mantienen, a veces caen. A veces se levantan. A veces no. Son los iconos de las adolescentes, algunas aficionadas a la cocaína y a la vanidad, a conducir el coche de papá, a las orgías, a llevar los bolsillos llenos de estupefacientes, y a ejercer una malicia que uno no sabe muy hasta donde puede llegar. Hasta ríos de sangre corrieron.

 Cindy Helders dejó el porno a los veinte años, e hizo aparición en una serie de televisión, Buscando el Paraíso. Tuvo cierto éxito, y empezó a mostrar el dedo corazón a los fotógrafos y algunos críticos. Había dejado las mamadas y la sumisión de las actrices de porno para ganar audiencia en una serie de tono pastel, con madres histéricas, padres desequilibrados y niñas hiperactivas. En el cine no le fue tan bien. Hizo una película, La Calavera Prohibida, malísima, de absurda fantasía y miedo previsible. Las secciones de la gran pantalla de los periódicos apuntaban en estas direcciones: Fracaso de Miss Vodka. Regresa al porno, Cindy. El alcohol, la merma de una actriz. Cindy, hasta aquí llegaste, se acabó. Buscando el paraíso, encontraste el fracaso. Se la vuelven a meter.

 Lo propio para que se levantara y tomara copas de Absolut como desayuno, para que la malévola Helen London, su amante cincuentona y protectora únicamente entre las lindes de ese territorio llamado éxito, la abandonara, para que participara en un reality show de estrellas decadentes, para que Nick Hope -alias Toro, o Semental Hope- le presentara una demanda de divorcio, para tratar de superar la depresión con cocaína, para que otras actrices evadieran su presencia y la repudiaran, y para que se tirara al vacío desde el ático del Hotel Planet, el año pasado.

 A Tara Duke también le gustaba beber. Cuentan que en muchas escenas de las películas de terror que protagonizaba, estaba borracha. Una manera cualquiera de conseguir la mirada lacrimógena y húmeda que el director pedía. Sí, le gustaba el gin-tonic y estrellar coches, y dar positivo en las pruebas de alcoholemia, y llamar zorra a la Helders, y hacérselo con los magnates de las productoras, y viajar por España -aún recuerdan en Pamplona aquellos Sanfermines, con una mano en la botella de pacharán y otra en el culo del director mexicano Lalo Aguirre-, y participar en auténticas bacanales de sexo y droga. A la pobre Tara tuvieron que ingresarla en una clínica de desintoxicación. No sé que demonios pasaría allí, pero fue como si su vida anterior no hubiera existido, o fuera un sueño de frivolidad, vanidad y vicio. Pero aquello fue real, y se lo llevará a la tumba. Desconozco si se trató de un lavado de cerebro integral, del esmero y los cuidados de los mejores profesionales de la psiquiatría, o si tomó conciencia de la proximidad de una muerte que no deseaba, y por ello se aferró a Dios, a las obras de Dickens, a la ópera y a la mano del director de la clínica. En Hollywood dicen con sorna e hiriente ironía que va para santa. El camino del desenfreno nos lleva a Dios, dice ese idiota de nombre Robert Blue, productor de basuras cinematográficas y gobernador de California. Menudo tipo grotesco y ridículo. Por cierto, quiero que sepan que Tara era una buena actriz, pero nadie en este mundo le ofreció una buena película.

 Katherine Garden´s tiene peso específico en este desmadre de vidas caóticas y curvas peligrosas. Heredera de la cadena de hoteles Ophelia, es amiga y musa del diseñador Kirk Portobello - alias Mariposa Tanqueray, con lo cual queda delatada su doble vertiente-. Divaga entre cantante y actriz, y a decir verdad, cuaja en ambas artes, pero seamos justos, y demos más peso a la promoción que al valor artístico. Existe un vídeo en el que la desgraciada Cindy Helders aparece lamiendo cocaína en un espejo. De fondo, se oye la voz de Katherine gritándole: Tienes que esnifarlo, no comértelo, zorra estúpida.

 La Garden´s es una de las que hoy sigue en activo haciendo cine de mediana calidad, comedias de adolescentes que están todo el día tumbados en el césped o bebiendo cerveza en el adosado de turno, y grabando discos de pop extremadamente comercial que viaja por el amor, la incomprensión, el suicidio y el respeto al medio ambiente. Entre discos y películas tiene tiempo para desabrochar las braguetas de los más poderosos de la industria, tirar de los pelos a Alice Warner, a la cual citaremos más adelante, desparramar una lata de coca-cola light sobre la cara de una azafata, en un avión, rumbo a Miami, cerrar el Club Taormina de Los Ángeles y salir del mismo sin bragas y a cuatro patas, conducir mientras fuma marihuana y llamar cerdo de mierda al policía de turno, y terminar de hundir a toda aquella que está apunto de besar el fango.

 Alice Warner es su enemiga acérrima, pero en su época se lo montaban juntas, o bien reclamaban a Kevin Turner e iban consumiendo su deseo entre la lascivia del trío. Pero luego hubo historias de celos y deslealtad, y ya saben, esa joyita llamada Katherine Garden´s se quedó con algunos de sus pelos cerrados en un puño.

 Alice siempre está en proceso de volver a nacer - siempre hay alguien que vuelve a creer en ella-, estabilizarse con cierta dignidad en su profesión de actriz, y volver a caer al barro, donde a menudo encuentra los tacones de Katherine, la Zorrita, como a ella le gusta llamarla. Todos en Los Ángeles saben que es asidua de las clínicas de rehabilitación, que podría llegar a cualquiera con una venda en los ojos, y que alegra la vista de los médicos y otros enfermos, porque Alice es guapísima, con esos ojos verdes de finlandesa que te mantienen la mirada, penetrantes y briosos. Yo mismo estaría dispuesto a acostarme con ella cada uno de los últimos días de mi vida, y de las que hubiera que vivir.

 Bebe tanto como un obrero moscovita o un marinero en tierra tras cinco meses pescando en aguas noruegas. Es otra princesa de los desastres en estado ebrio: una pelea con Katherine, siete accidentes de coche y varias salidas de clubs con los tacones y las bragas en las manos. Y como añadido a los despropósitos, su padre, traficante de cocaína, va camino de hundirla, entrando y saliendo de la cárcel con similar asiduidad a las idas y venidas de las clínicas de rehabilitación que hace Alice.

 Por cierto, aún no me he presentado. Soy Pancho Santamaría, natural de Ciudad de Juárez, amigo cercano y ex-amante de Alice. Ayer perdí el sentido del tiempo, y en ausencia de orientación, hoy me desperté guiado por un lazarillo cualquiera, en una habitación del Hotel Florence con un pómulo arañado y una cicatriz en la ceja derecha. Y con cierta sensación de ser el rey de Los Ángeles, de un mundo difuso que me ha estallado en la cabeza a los cinco minutos, y me ha devuelto a la realidad. Joder, tengo una resaca de mil demonios, y los de la revista Vanity, quieren el relato para esta tarde.
Actrices y Debilidades, o Vidas Nebulosas.



Javier Guerrero Rodríguez.
Madrid, España.
He sido finalista en dos certamentes literarios, uno de la Fundación Acuman - Lucía- y otro en La Monstrua de Guadalajara (México) con El Forastero.