#45     


A mi hijo en el regazo del cosmos

Alejandro Garrigós Rojas


No se si algún día me arrepienta de mi verbo.

En verdad no sé. El mundo hierve en mis sienes.

En la frente se me agolpa el odio y embiste.

Rompo el espejo por no ver el rostro de mi crimen.


I

No es un juego de niños esta vida. Vine a aprender

que el destino no es la seda que se adapta a la piel.

¿Y ahora qué? ¿Qué me queda?

Yo que en la infancia soñé con multiplicarme y crecer;

vengo desde mi nacimiento hasta mi vejez prematura,

con el mismo pie del errar, del error y del horror

a escupir en el rostro del mundo su blasfemia.

No. Ahora lo sé. No hay apuesta posible en esta altura

donde caigo en picada hacia el abismo

sin redes tendidas ni jergones:

sólo una fuerza enorme que me aspira al final,

que me hace vacilar, pensar aún todavía…

Yo quería trasmutarme en un hijo, continuar

como la plaga continua en la infestación, sustentar mi progenie

con la oleada de mi sangre presa, reconocerme en él,

darle mi consejo, entregarlo a los brazos del sueño,

a esa pequeña muerte que tan maternalmente nos recibe

y nos recrea; sentir su aleteo a mi lado, quería en fin,

ensayar el papel de padre en madurez. Y no es posible.

No es posible aquí, ni ahora. Ni lo será.

No tengo entereza para luchar por otro.

No conozco el valor ni el ímpetu.

Fraude es la palabra en mi frente.

Viéndome la vergüenza se encoge de vergüenza.

Tengo miedo de lo que de mi semilla sea capaz.

No podría soportar ver el futuro roto en la esperanza de un niño

ni como su alegría va cediendo su lugar al desvelo,

ni su espalda encorvada tan tempranamente

de trabajos forzados, destierros y heredadas culpas.

¿Y ahora que? ¿Qué me queda? ¿Seguir cayendo

como bulto al sumidero, a esta ciénega

donde se pudren todos los paraísos prometidos?


II

Hijo, cierra tu oído a esta oscura canción desconocida.

Mi gemido de árbol tronchado, de hoguera consumida,

mi lamento fúnebre de campanario desolado.

Hijo, sigue dormido en el regazo del sueño, protegido.

Trocito de ámbar, miel de la colmena,

no bajes al mundo. Sigue tú en lo tuyo.

La leche más pura, el durazno más tibio;

pequeñito, pequeñito. Permanece al arrullo.

No es la isla a la deriva capaz de contener un tesoro.

No desciendas. La plataforma no basta a los seres que se aman.

No es la tierra lugar seguro para anidar,

de ella sube una ancha onda de extinción.

Este jardín exterior es el sitio de las emboscadas y las aniquilaciones.

Puedo sentir el olor de la catástrofe inquietando a las bestias.

Donde tu estás está la dicha. Hijo, donde tú estás,

temprano estaré.



Alejandro Garrigós Rojas
Nacido en Puerto Vallarta, Jal, México.
Recibió el premio Adalberto Navarro de Poesía, otorgado por la SCJ en 2005; publicándole el poemario "La promesa de un poeta". Posteriores a este trabajo son: "Muestras de urbanidad" (2006) y "De naturaleza amarga" (2007). Tradujo las obras completas del poeta rumano George Bacovia al español. Ha coloaborado para algunas revistas electrónicas. Actualmente colabora semalmente con ensayos y reseñas para el periódico El vallartense.


Nov
2007