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1.
Con la piedra en el ojo
palpa la vida,
la dureza en su forma
toca las cosas.
Cae
de la carne
a la roca.
Paso seguro
de un hacer el día.
2.
Desde la puerta,
con el paso desnudo,
la mano solitaria sobrevive.
Se eleva.
El tacto de nada
cierra su puño.
Cae la tristeza
como la lluvia sin testigos.
3.
La ventana
asoma a la desnuda noche
con ojos de piedra.
Afuera, la sombra
petrifica un cuerpo latente,
la roca de las horas.
Vuelta por la esquina.
4.
La posición de la roca en el tiempo,
desde la cabeza a los pies,
detiene el paso de un pecho.
Dureza, abertura de un latido,
sofoco de algo que crece,
que camina dentro.
Te toma en ovillo tejido.
Te suma las volutas de polvo.
Sólo en su cara la piedra
asoma la materia de su cuerpo.
Abierta a sus ojos,
callada de cantos afuera.
5.
La aparición de la roca en el ojo
se adentra y reposa
sobre tu cuerpo, se agranda en el polvo:
voluta, grano de sal, piedra
que se detiene en su peso
sostenida de ti, conforme creces
de sola paraliza.
Por el paso de tu paso,
toma el soma que late
absorbida por el tiempo.
6.
Roca,
por una densa honda
trepa la incertidumbre a tu caída.
Camino fortuito
donde pesa el azar
flota
la copa abierta de los tiempos,
bajo la onda,
círculo sin parada
abrazo que abre la lenta noche
por donde pisa la suela tu materia;
contra el horizonte gira
vertical al centro del aire
circunda el infinito.
7.
Piedra,
tierra de los sueños semejantes,
sólido polvo de los tiempos primeros,
hermana de mitologías,
gesto del corazón que avanza
por el umbral de las fisonomías,
rostro callado
con las manos abiertas de vigilia,
qué golpe despierta los tímpanos
qué entrada mar abismas
en el espacio de todos.
8.
Sueño,
vigilia del poeta,
caricia de la roca oscura
que llega girando a su destino,
que despierta
las sosegadas aguas
en la verdad de sombra,
en la multiplicidad del sueño
de volutas que giran.
Círculo de luz
por unas manos que sostienen
la dureza de esta roca,
sin fin
con vértigo blandiendo los ojos
con nudos en las manos contra su domicilio
abierto a la posibilidad;
cae,
suma su insistencia al aire que la sostiene
cae,
ruido infinito de quiensabe la hora maldita
su destino.
9.
Roca
Convertida en la armonía modelada
de una destrucción atónita
hueco del risco mutilado
en el cincel tras la viruta de un sinforma:
castigo de la piedra.
10.
La piedra pesa en el hilo de la honda.
Tiene en su masa el origen.
Piedra primigenia de la pared interna.
Que se abre y gira en el vuelo.
Hace patos en el agua
-ojo roto de equilibrio-.
Irrumpe en la superficie de seda.
Y toca sus yemas inquietas.
Es oscura pared que penetra,
que taladra la cigarra.
Negra es la piedra.
No encuentra lugar.
Se acomoda a cada evento.
Edificando nada.
Se palpa en la oscuridad,
se pierde en el pensamiento.
Acomodemos a la piedra:
Demos el lugar que merece.
Atenuemos sus efectos
Tomémosla en la palabra como honda
Y lancémosla lejos,
A su lugar de origen.
María Teresa Gutiérrez
Yo, María Teresa Gutiérrez, Nací en Sta. Anita Jalisco, el 28 de Feb. de 1959. Hice todos mis estudios en escuelas pùblicas. Empecè a escribir a los 15 años algunos poemas y relatos. Sentì el impulso de las letras desde siempre, tanto la lectura como la escritura. Desde entonces no he dejado de leer y de escribir. Mi gusto por las letras me marcó el rumbo de mi profesiòn. Estudié la Normal Superior en la orientación de Enseñanza del Español (fui la primera generación reconocida como licenciatura en esta área); no satisfecha, hice la Lic. en Letras Ibéricas e Hispanoamericanas. Tengo 24 años de enseñar a un montón de generaciones de adolescentes desarrapados cómo acercarse a la lectura y a la escritura; desde entonces he impartido cursos en distintos niveles educativos relacionados con la escritura. Hace ocho meses obtuve el grado de Maestra en Lingüística Aplicada, por la Universidad de Guadalajara. Sigo dando clases, leyendo, escribiendo y tratando de publicar..
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