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I
¡Elegánte Júbilo!
Soy el Horror manchado, La peste de la penumbra.
El cuerpo es la morada de los huesos,
y el lobo es el morador de los bosques.
El silencio cubre mi espalda.
La noche con su nítido derrube,
hace de mi vientre la cuna del futuro guerrero...
No le temo a la muerte, sino al nacimiento eterno.
¿A que huele el aroma?
II
Camino perfecto, jovial y sobrío.
Mis palabras son el azote a tu corazón...
Duele verme, sentirme, escucharme y tenerme.
Soy tu pecado mas vehemente con forma de mujer,
soy el estuche de la espada que se ha quemado
con la sangre del reedentor ajeno al cielo.
Pesan los párpados y pierdo la cordura,
ahora desvisto al pensamiento, para echarlo a volar.
Me rehusé durante siglos a probar tu placer,
hoy sólo me limito a devorarte en vida,
a saborear tus delirios y a llorar tormentas ciegas.
El yelmo se ha cerrado... Las puertas crujen.
Obscurece suavemente ante mi ventana.
No hay principio para el fin...
Sino fin para el principio.
III
He vomitado palabras en el papel,
hojas llenas de la secreción que suelta la tinta.
Mi almohada endurece conforme avanza la noche fría,
No hay pan para alimentar al ego... ¡Sordera de Putas!
Perdí la felicidad en una apuesta por ser felíz...
Tragué cuanta mierda me fué posible,
me embriagué con los aromas,
y supliqué el perdón eterno.
La serpiente y el león se han fusionado,
para otorgarme la fuerza...
Me he cubierto en pétalos y tinieblas
y he cavado mi tumba con una cuchara de bronce...
La ánimas se montan en mi espalda para dejarse llevar,
han cernido ya la tierra con la que cubrirán mi ataúd.
Cerezas envenenadas serán la cena de ésta noche,
la agonía no descarta al dolor... ¡Tremebundos Gemidos!
Mi semblante se pierde y mi vida desaparece de la historia.
Mi dedo índice apunta al sol, no hay nubes, solo recuérdos idiotas.
Mis pecados desaparecen con el brote de las flores nuevas...
Ivanya Stephanya
Guadalajara, México. 1988.
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