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Todos los seres vivos inevitablemente perciben la realidad, pero
en su extensión no la misma realidad -por ejemplo, un pez no con respecto
a un pájaro-. Sin embargo, todos y en concreto los de cada especie siguen
a un modelo de percibir la realidad, esto es, los seres vivos que constituyen
una especie reciben de la realidad lo mismo aunque no quieran, con plena
objetividad y con plena demostración(*).
Un árbol cualquiera recibirá de la realidad luz, una dosificación
de nitrógeno, potasio, fósforo y oligoelementos, agua y dióxido de carbono
siempre, de forma regular; aunque, claro, se diferenciarán de otro árbol
esas intensidades que asimila de tales esencias o partes de la realidad
para que así salvaguarde la individualidad existencial o, para todos, el
principio de diversidad.
Por eso, nada cambia en el fondo. El ser humano, en su último eslabón
de la evolución, funcionará en su esencia como la primera célula que hubo
en la Tierra: nada cambia, excepto formas que "sustentan" el
movimiento de todo, formas que garantizan -a su vez- que nada cambie.
Es un error el que se diga que un ser humano no percibe lo mismo
que otro, por razón de que percibe lo mismo biológicamente -en cualidad-
y conceptualmente todo lo que tenga una definición física directa: río,
montaña, árbol, luna, luz, piedra, etc.
¡Ah!, lo que varía más es lo que vive intensamente de algo -en la
experiencia-. Los seres humanos, de la realidad física, comparten casi
el cien por cien de los conceptos y sólo en la realidad social es en donde
se diferencian con subjetividad porque, como es lógico, sólo en lo social
un ser desarrolla su psicología, es decir, la formación de "pareceres"
comunicativos, de gustos o de caprichos en cuanto a que, en la comunicación,
los seres vivos ahí están más que nunca frente a frente, autoafirmándose
o compitiendo sistemáticamente porque prevalezcan, sí, como individualidades
de acción.
Por lo tanto, lo subjetivo es un "elemento diferencial":
producido o añadido porque se defienden sin duda ideas-utopías. Es algo
extraesencial, de intención humana partiendo de lo social siempre. Y, en
eso, no debe imponerse, como ahora, ya ocupándose de la realidad como un
"yo ante ti" que "me vendo mejor con éstas intenciones o
con ésas", en beneficio de una proliferación de religiones individuales
que cierran las puertas al proyecto común que respeta mejor objetividades
o hechos reales en la vida o en la sociedad, que estaban antes de ser maltratadas
en el presente por la subjetividad de turno, o sea, que ya estaban antes
de la subjetividad. Pues, cuando el ser humano percibía también instintivamente
como los demás animales, entonces, el agua era agua, el fuego era fuego
y la tierra era tierra.
Cierto, es comprensible, está fuera de quicio decir "La realidad
depende de mi religión particular, de mi cabezonería" y, además, como
imposición o utilizando medios o recursos públicos que sencillamente no
están en sensatez para eso, para eso, sin demostración, como... paranoia.
Si el ser humano quiere construir algo, bueno, al momento se verá
obligado a recurrir a principios objetivos, esto es, extraídos de la naturaleza
y estarán fundados en un orden racional -el orden irracional, por el contrario,
siempre está provocado por la intención egoísta humana-: común para todos.
Al afrontar el Sida, ahí, lo subjetivo racionalmente está molestando
en la manera de que se han de usar preservativos contra lo subjetivo de
la religión, contra lo subjetivo de la costumbre, contra lo subjetivo del
gusto personal o del "me parece" o "le gusta a los míos
o a los de mi partido", en fin, contra lo subjetivo de lo mínimamente
subjetivo.
Al igual, si una persona tiene gangrena, o bien se extirpa lo gangrenado
o no hay nada que hacer, ante todos, quieran o no quieran, bailando o tumbándose
al sol, eso es.
La muerte por hambre de miles de niños no, no es algo subjetivo ni
puede arreglarse subjetivamente, ni sirve lo subjetivo aun en un principio
para conocer el problema, ni puede arreglarse sin eliminar casi todo lo
subjetivo, claro, sino el hambre en verdad es algo real que sólo con medidas
de acción reales -y planteadas previamente con rigurosa factibilidad-se
evitará; es decir, no se salva ni se salvará con lo subjetivo, ni con la
prisa del gusto, sino ante todo con el objetivo absoluto o infinitamente
absoluto -o más si lo hubiera- de "dándoles de comer", ni más
ni menos.
Sí, lo subjetivo debería servir para distraer a nuestro ego, en claro,
contra el aburrimiento, para el juego que causa placer y está bien, para
que lo social se unifique –convenciendo subjetivamente- mediante gustos
particulares que cualquier sociedad debe de tener en cuenta para que sea
lo más atractiva, participativa o democrática, para sentir experiencias,
para que se estimule la convivencia y la persuasión, para ayudar a que
algo objetivo lo entienda alguno o "un cerrado de mollera" o
un censurador de tal o cual medio de comunicación, etc.
Por ello, para respetar el Medio Ambiente no ha de proponer cualquiera
"Esto es relativo, vamos a hacer cada uno lo que nos parezca o lo
que nos venga en gana", nunca, sino con criterio se ha de considerar
primero lo objetivo, estrictamente lo objetivo muy ya por encima de lo
subjetivo.
Teniendo en cuenta que lo subjetivo, lo que atiende a valores individuales
y al mismo tiempo dependientes de una moda, es solamente algo subjetivo,
personal, pero nunca... "relativo"; conforme a que, para que
la realidad -aun la realidad individual- fuera "relativa", tendría
que depender de algo extrarreal, no racional, no estable en el ámbito de
la razón, y no es así: la realidad sólo depende de sí misma o, por principio,
de la acción real que pueda hacerla.
Si no hay acción de comunicación, no habrá comunicación; si no hay
acción de justicia social, no habrá justicia social.
Las tan recurridas perspectivas sólo pueden concebirse como recreaciones personales -necesarias- o subjetivas o que buscan una objetividad, pero éstas no pueden extrapolarse como inherentes al terreno de la objetividad, pues, una perspectiva se fundamenta en la existencia de un punto fijo, el cual no existe nunca ni siquiera subjetivamente, puesto que el ser humano no puede ni podría aislarse como elemento de la realidad y a su vez estar determinando toda la realidad, sino está haciendo realidad como todos sus elementos que interactúan o está construyéndose -nunca solo- de realidad sin que pueda condicionar eso ni evitarlo -y ya, en cambio, la perspectiva considerada erróneamente como objetiva, pretende condicionar la realidad, manipularla-.
Como conclusión, el ser humano, no puede imponer un punto de construcción
del todo, en tanto que él es un estado de construcción que sigue en coherencia
con este estado más que con él mismo.
(*) Un sistema perceptivo no es porque sí, sino que atiende a una lógica
que lo sustenta; así, el ser humano percibe por algo, con una causa y proceso,
siguiendo a un modelo que comparten todos los de la misma especie.
Un peral no percibe lo que le da la gana con respecto a otro peral, sino lo que corresponde a leyes naturales o con una sincronía por ser "semejante" a los otros perales, es decir, para que sea peral debe tener unos denominadores comunes de percepción con respecto a los de su misma especie, con respecto a los que en cualidades físicas comparten o tienen lo mismo.
NOTA.
Una persona puede negar que respira por una intención escéptica o por una intención egoísta o por una intención... demente; pero, al momento que en verdad esa intención es real, es decir, que esa persona se queda intencionadamente sin respirar algunos minutos, deja de negarlo eso su verdadera intención de fondo y de práctica, su intención sin exhibicionismo, la puramente existencial.
El escepticismo no existe en el fondo; sólo existe como voluntad exhibidora e hipócrita -para llamar la atención-, pues nadie considera en la práctica una piedra para comérsela, ni una vida para no amar, etc.
Todas las personas apoyan cada minuto que viven verdades absolutamente comunes (antiescepticismo en el fondo, porque ahí no impera la hipocresía o el chulerismo intelectual).
José Repiso Moyano
San Marcos, Málaga, España.
Ha publicado: Cantos de sangre (Ediciones Rondas,Barcelona, l984) y La muerte más difícil (Ediciones Torre Tavira, Cádiz, l994). Ha ganado los premios: "Ángel Martínez Baigorri" de Navarra; "Encina de la Cañada" de Madrid. Es asesor literario de la colección Torre Tavira de Cádiz. Ha colaborado con ensayos, artículos, poemas en más de 100 periódicos de todo el mundo.
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