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Fernando Proto Gutiérrez

El riachuelo


La Boca duerme tranquila,
pues, el viento no le arranca
su orgullo de ser pintada
con agua sucia y marchita,
de su Riachuelo que sangra,
humo, arena, baile y sal,
las rosas putas del tango,
los pétalos del arrabal,
que cada noche evocan
barquitos de arena,
nostalgia, amor, pobreza,
Romeo y Julieta
conventillos y pan.


 Buenos Aires se había transformado, con la ilustre civilidad de las noveles ideas, en el libre diamante americano que buscaba sangre nórdica para aniquilar la barbarie gaucha. El 23 de enero de 1883, Emilio Masip sepultó sus huellas en el barrio de La Boca. Nadie lo esperaba; Buenos Aires no quería sus tristes lágrimas; era parte de una ola pobre, nostálgica y estridente que a la faz de la tierra quiso fundar una nueva república, con maderas y cinc, añorando aquella Génova patria lejana.

 Fue en ese puerto de tachos, barrio de trapos, recuerdos, y de chapas que disfrazaban la tristeza bajo las alegres pinturas de un falso carnaval véneto, donde Masip imaginó la Rosa de Barro.

 Trabajó descargando barcos; aprendió las nacientes melodías del idioma porteño; vivía en un conventillo. Había abandonado su agonía en el viejo continente, pero otra vez, encontraba en Buenos Aires el alma rebelde de una sociedad revolucionaria buscando derrotar el fatal absolutismo de los tiranos; el minúsculo grupo azotado por intelectualidad que residía en el barrio, no pasó inadvertida su itálica juventud: rápidamente fue incluido en un movimiento cuyas características, hacían sospechar el amenazador murmullo de las ideas socialistas. El 2 de diciembre de 1889 fundaron el periódico "Pueblo y Sangre", donde expresaban sus críticas contra el poder burgués argentino. Masip no soportó la radicalización del movimiento que quiso pasar de la teoría a la práctica, y la relación, se tornó insostenible: quería irse pero el movimiento no lo permitía. Sin haberlo buscado, había sido inscripto en una secta fanática que lucraba por arrancar a Juarez Celman del poder; La Boca los protegía, y en la redacción de su periódico y gacetillas, anticipaban el golpe final. Encontraron por entonces simpatía ideológica con los agitadores del Café de París y de Rotisserie Mercier: Ángel Gallardo, Delfín Gallo y Lisandro de la Torre; detestaban a los obsecuentes y jamás renunciarían a la libertad política atándose a las oscuras manos de un poder injusto. La revolución estaba en marcha, y como la historia de los héroes nacionales, tendría un trágico final.

 Buenos Aires exhalaba el soplo asesino del fusil; las calles eran transformadas gradualmente en fuertes que intimidaban la arquitectura europea de los palacios. Las letras de las gacetas sólo conocían un nombre, la prensa, un sólo enemigo: despotismo.

 Masip destilaba resistencia, y si seguía escribiendo en el periódico, era para no ser expulsado de La Boca, no obstante, su imaginación sólo proyectaba la Rosa de Barro: bella, inocente y secreta por dentro, al tiempo que infernal por fuera. Durante siete noches mezcló fórmulas alquímicas con las cuales alcanzar teóricamente la armonía geométrica entre los pétalos, mientras el Riachuelo, nerviosamente bañaba la ciudad. Masip no comprendía por qué causa accionaría el percutor a la hora de matar, pues, la patria porteña no era suya y no fue la convicción, sino las circunstancias, las que lo transportaron a un inexorable movimiento efervescente que buscaba la cabeza de Juarez por el triunfo de una idea fraternal.

 En el Café de París, conoció a Leonor Cané: hija de una familia aristocrática y conservadora; evitaba las disputas políticas entregándose al universo del arte. Cuando el sol moría, un 12 de Febrero, Leonor escribía algunos versos cuando su concepto de poesía se vio destrozado ante la presencia de Masip, que la miraba cuando ella, dejaba de espiarlo; acaso era un juego criminal en el que uno de los participantes perdería si era descubierto por el otro. Leonor, supo ganar. Fue él quien se acercó a ella; ninguno había hablado, pero el corazón tímido de Masip y el alma oceánica de Leonor confesaban que en algún secreto idioma, ya se habían dicho todo.

 La invitó a caminar. Masip descubrió la sangre noble de Leonor y ella supo que él vivía en un conventillo, aunque a ninguno le importó. Esa misma noche, se desvistieron pintando con pasión y carne los impúdicos lienzos que el Dios romano jamás quiso ver, y cuando el amanecer fuera anunciado por el sol, callarían sus diferencias ante los otros: los rebeldes, los huérfanos, los patriotas.
Masip retornó a su conventillo de lápiz y papel: debía encontrar la última fórmula, la excelsa geometría de la rosa, su peso exacto, la cantidad de gramos de barro necesaria para que una precisa suma de pétalos no se desprendiera, el sublime color, su eminente aroma; debían converger en su obra los círculos arquetípicos que comprendieron los egipcios cuando dibujaron el ojo de Horus, los triángulos contrapuestos de los pitagóricos, la divina secuencia numérica de Fibonacci.

 Una noche miserable, Carlos Muñoz entró al conventillo y poniéndole un facón en el cuello, dijo - Terminá con esa putita oligarca o la cortamos en pedacitos ¿entendiste? - Masip no contestó; jamás hubiera mostrado una gota de miedo. La Boca esgrimía vientos amenazantes y Masip, odio; habían arribado a Buenos Aires los enamorados fantasmas de Verona, la tragedia morera de Píramo y Tisbe, el mortal laberinto de Creta. Masip, debía defender lo que creía, era justo. Leonor viajó a París para visitar a sus padres, y por el tiempo de dos meses, no regresaría.

 El eco tembloroso del fracaso revolucionario en las elecciones, había enterrado las esperanzas cívicas; Masip aprovechó entonces el flujo accidental de los acontecimientos. Encargó la impresión de una gacetilla de opinión criticando duramente las impericias orgullosas de Juarez Celman, la actitud especulativa y la ilusión creada para enfriar lo que era inevitable: al pie del escrito se leía su nombre. La publicación recorrió los clubes y bares donde los revolucionarios debatían, logrando calentar, otra vez, la fe en la lucha; la gacetilla fue también una señal que los muchachos de La Boca no pudieron dejar de advertir. La misma noche de la publicación, Muñoz regresó al conventillo con tres jóvenes más - Creo que entendiste, Masip. A la noche nos reunimos; tenemos que estudiar la fabricación de bombas… los hijos de puta ganaron - Masip asintió y pensó: También perdieron.

 Esa noche, cuando el espíritu rebelde se enardecía con el sabor de los cigarrillos y la utopía de un gobierno popular encarnándose, enfáticamente Masip se puso de pie. El Café regaló un tenso silencio - ¡Esta noche La boca engendró a un hijo malo! Son tiempos de odio los que mueven el reloj, pero sabe Dios que la muerte es necesaria por el bien de la patria, por un porvenir justo sin criminales políticos, e iluminado por la razón de almas nobles y trabajadoras. Y Dios, sabrá también perdonar los pecados del enemigo, porque nosotros estaremos limpios de toda culpa. Esta noche, el reloj marcará la hora en que dejaremos de pelear por insulsas causas para embarcarnos, con moralidad y justicia, en la gran causa nacional ¡Nuestra causa! Dejaremos por un instante las mediocres candidaturas por las que esos débiles moribundos y oligarcas inútiles pugnan, porque a partir de este mismo instante, el que tenga que ir al gobierno no será un mártir noble y ciego que desoye la pobreza y los derechos irrefutables de su pueblo ¡Lucharemos con sangre y muerte por entronar al pueblo en el gobierno! Es el sueño de Alem, es el sueño de Mitre y de Lisandro de La Torre, es el sueño de nuestros fundadores ¡es nuestro sueño! ¡y de ninguna manera dejaremos que reine el interés de unos pocos, en perjuicio de todos! Maldigo a nuestros detractores porque es tiempo de torcerle el cuello al destino ¡nosotros, somos el destino de la patria! - ¡Viva la Patria! - gritó Muñoz - ¡Viva! - gritaron todos - La pólvora en manos contrarias no nos afecta, pero en las nuestras, alimenta el más profundo sentimiento de odio y amor: odio por las injusticias, la corrupción y la ceguera imperantes, y amor por nuestro sueño naciente. El movimiento de La Boca colaborará en la fabricación de bombas Orsini: allí las guardaremos hasta que el día acordado llegue. Que Dios nos proteja, que la patria nos espera -

 Amaneciendo el 3 de Abril, Leonor regresó. Masip, no fue a recibirla. Diez días después, las figuras visibles de la revolución convergieron en la fundación de un nuevo poder; la historia de los imperios cayendo y resurgiendo se repetía, con nombres diferentes; otra vez el bien y el mal se enfrentaban con fuego, armas y vómitos de sangre. Juarez Celman, sentado en su sillón imperial, vigilaba la caída patriótica de su prosapia; era Leandro Alem, el huérfano, quien surgía para derrocarlo.

 De sangre y sueños se escribe la historia.

 La madrugada descubrió a Masip pintando con sexo el cuerpo de Leonor Cané: respiraban el dolor que habían sufrido estando separados, transmutándolo en fuego y locura, y cuando el amanecer separaba apolineamente sus espaldas, otra vez era oculto, otra vez era prohibido su sentimiento; en el pórtico, Masip le confesó a Leonor la batalla que los civiles habían planeado: acordaron encontrarse por las noches, acordaron amarse infinito número de vidas, en secreto; saben los dioses tangueros que la fuerza emanada por el corazón, cuando el amor es usurpado por mundanas castraciones, es capaz de destruir mil reinos persas.

 El libro fantástico de los siglos, afirmaba que los revolucionarios necesitarían 900 hombres de los regimientos para tomar el Parque de Artillería, sumando alrededor de 300 civiles en los cantones: buscarían neutralizar la fuerza policial sorpresivamente. Juárez, Roca, Pellegrini y Levalle serían apresados por milicias civiles. Irigoyen había comprometido al cuerpo de bomberos para el día final; como un juego de ajedrez perfecto, el rey estaba siendo puesto en jaque por sus propios peones, pero Alberto Capdevila, jefe de la policía, supo del plan.

 La noche del 15 de Julio, Leonor fue al Café de París para encontrar a Masip - ¡Parece que llegó caliente, nomás! - gritó Muñoz, tras lo cual todo el grupo se unió coralmente en carcajadas. Masip estaba fumando, quiso mirar a Leonor pero ella se había ido. Muñoz habló: El 17 de Julio en casa del capitán Sunblad se realizará una reunión para fijar los pasos a seguir; un representante de cada grupo de la Unión Cívica debe asistir. Haremos una votación para elegir al delegado de La Boca. Frente a ustedes hay un papel: escriban el nombre de quien creen, representa nuestra causa.

 El Riachuelo murmuraba, El Riachuelo gemía cuando Buenos Aires exhalaba su álgido humo a cigarrillo; los hombres escribían un nombre: Emilio Masip - Pues, que así sea - Muñoz tomó asiento. La Boca había decidido su destino.

 Rosas, sueños, barro, Leonor Cané; una revolución… Masip caminaba a la casa de Leonor. Tres veces golpeó la puerta y tres veces obtuvo la misma respuesta: silencio. Volvió al conventillo. Masip temblaba sentado en una silla postrada en una habitación oscura.

 Las aguas del Riachuelo se veían tristes, el barrio multicolor se había transformado en un gris testamento de muerte, y el reloj del cielo, marcaba la hora de su revolución: Masip corrió otra vez a Buenos Aires; la historia no conocería su historia de historias, rosas y emanadas geometrías: debía entrevistarse con Capdevila; en una sala marrón y traidora le confió: Mañana los revolucionarios concertarán en una reunión pasos importantes para arrestar a nuestro presidente. Yo, estoy a su servicio - ejércitos, barcos y alianzas husmeaban la ciudad - ¿Quién es usted? - Capdevila preguntó cuando el silencio, silencio cómplice, silencio pervertido, invadió la habitación. Buenos Aires conocía el rostro de Bruto contemplando las palabras que César pronunció en su tragedia inglesa - Palma… Mayor Francisco Palma. Yo estaré en esa reunión y le confirmaré lo que en ella se dicte - ¿Qué quiere a cambio, Palma? - Estará esperando en el Café de París una parte de la Unión Cívica, responden a un tal Muñoz; sabe usted qué hacer -

 El 16 de Julio Masip volvió a buscarla. Una negra abrió la puerta - ¿Dónde está Leonor? Es urgente - la mujer contestó que no había llegado a la casa esa noche. Masip pidió entonces: Si regresa, dígale por favor que mañana a la noche la espero a orillas del Riachuelo, ella sabrá dónde. La negra cerró la puerta sin decir nada.

 La casa de Sunblad era pequeña. Tras los saludos de cortesía comenzó a discutirse la fecha de la sublevación: once de la mañana del 18 de Julio. La revolución estaría al mando de Manuel Campos y del coronel Julio Figueroa. Masip corrió: las calles parecían estrangularse y abrirse hacia oscuridades hirientes. En una callejuela esperaba Capdevila sonriendo: La revolución será a las once de la mañana, Coronel ¿Hizo usted lo acordado? - Capdevila murmuró: Ya fue hecho.
El viento sórdido del pasado amalgamaba las olas del río argentino. Masip fue a La Boca: el amor lo arrastró. No había luna; las nubes coloreaban el cielo que había de unirse con la tierra en un punto inexacto e imposible para la razón de los hombres. Razón, muerte, vida… Masip caminaba.

 Buenos Aires respiraba excitada su cansancio durmiente; los rebeldes espiaban por la ventana, en su desvelo penoso, la lluvia que caía, y cuyo número de gotas había de multiplicarse como los panes del hebreo. Llegó al Riachuelo y esperándolo de pie en la ocre costa, nadie.

 Masip gritó por Leonor espinando en su voz, el metalenguaje de ese idioma que sólo ellos habían evocado. La muerte inexorable cabalgaba por Buenos Aires ¡Sombras, rayos, viento! La noche encrudecía y tres perros aullaban y el ruido de la lluvia penetraba en la chapa de los conventillos.

 Los truenos alcanzaban tardíamente la batalla luminosa de Zeus y en las catedrales, el dios cristiano lloraba.

 A los pies de Masip y cubierto de barro yacía, desvestido y bello, el cadáver de Leonor.

 Fue en ese puerto de tachos, en ese barrio de trapos y de chapas tristes, donde Masip se incrustó un frío puñal en el vientre, para morir abrazado a su amada.



Fernando Proto Gutiérrez
Buenos Aires, Argentina. 1988.
Publicó ensayos, cuentos y poesías en diferentes medios gráficos y digitales, entre las que pueden destacarse: Revista de la Facultad de Letras de Murcia La rosa profunda, (España) Diario de Teología y Filosofía Derecho Viejo (Buenos Aires), Revista Literaria El Rescoldo (Buenos Aires), Revista Literaria Minotauro Digital (España), Revista Literaria Remolinos (Perú) y Antología Nueva Literatura de Habla Hispana 2007 (Editorial Nuevo Ser).