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El poeta, a veces, se imagina, sabe o convence,
Que puede vivir contiguo a la alta noche fugitiva,
Sin sombras o fantasmas que moren en sus ojos,
Sin grises sonidos que se conviertan en arpegios,
Sin que el dolor del mundo estacione en su pecho.
Y crea un espacio inmaculado de figuras de barro,
Sin que un rayo invariable explosione en su casa,
Sin que venga la lluvia a mordisquear los cristales,
Sin que el áspero frío del día anule la primavera.
Pero existe el odio, un rudo habitante incorporado,
Un sucesor de espadas, mole de acero y cemento,
En respuesta a todas las ofensas que nos hostigan,
Porque llega con ciencias sorprendentes de guerra,
Detrás de cada ser temeroso, desleído en partícula,
Alcanzando, asimismo, que la flor, la hoja y semilla,
No sea el lógico sondeo del tesoro fugaz de la vida.
Julio Campos Ávila
Santiago, Chile. 1939.
Profesor normalista, jubilado de Educación Básica.
Ha publicado Raigambre (Cuentos. 1962) El regreso de Lázaro (Cuentos. Caracas
1999) y participó en 1961 en la antología Poesía Joven de Colchagua. Es
miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) desde 1962, por invitación
del entonces presidente de la SECH, Rubén Azócar, al haber obtenido ese
año el primer premio en el canto a la reina de la primavera.
Fue electo diputado por Talca por el periodo 73-77. Salió al exilio en
enero de 1974 y permaneció 14 años fuera de su patria.
Aunque mantiene un cuantioso trabajo inédito ha obtenido premios de poesía,
cuento y novela infantil ha sido publicado en diversas revistas y páginas
digitales de varios países.
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