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De aquellas mujeres pálidas
que espiaban la vida
a través de los cerrojos
De aquellas que almidonaban sus deseos
con la novela de la tarde
que cumplían el amor
una vez por semana
con impecable asepsia
De aquellas mujeres grises
que pecaban de omisión y pensamiento
a la vuelta del mandado
De aquellas
que se flagelaban amasando culpas
en la misa de diez
para guardar sus secretos
debajo de la almohada
De aquellas mujeres
de narices rectas y polleras largas
que sabían de obediencias y medidas
y que en sueños
emulaban a las otras
De aquellas, casi nada
De las otras, heredé la audacia.
María del Carmen Rolandelli
Buenos Aires, Argentina.
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