|
|
Somos la escritura rebelde que el agua no se lleva.
Las cuatro vides que conforman la página.
Los días encabritados. Algún verso encendido.
¿Sabes adónde vamos? ¿Me recuerdas?
Luis Armenta Malpica |
I
Algún día no estaremos. Ellos vendrán a recoger las cáscaras, las frutas mordidas, el odio a la urbe, los espejos rotos de la ira. Las páginas en blanco donde se escribieron los mejores poemas a nadie. Mirarán subir y bajarse de autobuses a decenas de hombres que habrán perdido sus manos de tanto acariciar los cuerpos (de los muertos). Nos mirarán en viejas fotos amarillas con los filos quemados, con la misma extrañeza con que nosotros miramos en la noche a un bicho que se eleva en el jardín. Sabrán muy poco de nosotros, mas que somos polvo en algún cementerio de la ciudad que nadie sabe donde queda, ni tiene idea donde está.
II
Ellos tratarán de rastrear nuestros pasos, descubrir las huellas digitales en tanto cuerpo amado y tratarán de descifrar cartas o manuscritos de nuestro vagabundo paso sin pena ni gloria por este mundo-hombres que se impusieron el milagro de ser felices pero que no pudieron ni siquiera llegar a sus orillas- y ahora sólo descansan varios metros bajo tierra. Hombres-calaveras, hombres-zoológicos, hombres-chimpancés, hombres-jaulas; seremos productos de investigación etnográfica y de publicidad en alguna percha al final de los supermercados.
III
¿Quién nos oirá? ¿Los oídos del viento, el mar de leche o un pájaro que se anida en una nube? ¿O los niños que no saben qué es la muerte pero que con sus lápices de colores, pintan a la muerte de sus escasas pesadillas?
IV
¿Qué dirá Dios después de tanto bullicio? ¿O Dios estará enterrado en otro cementerio que nadie sabe dónde queda, ni tiene idea dónde está?
V
Nuestro corazón frío latirá de vez en cuando, sólo por angustia o por capricho, nunca lo sabremos; pero lo cierto es que latirá con suma fuerza, tantas veces que lo oirán en todas las esquinas de la urbe.
VI
Qué pasará con nuestros ojos, a qué ciegos se los donarán. Qué harán con nuestros recuerdos. Qué harán con nuestras manos que encendieron inviernos y sirvieron como rutas para los caminos del amor turbulento. Qué pasará con nuestras rodillas que sólo supieron en este mundo suplicar a los dioses días mejores en este mundo. Qué harán con nuestra voz, acaso se las darán a los mudos para que aprendan a gritar enloquecidos, como sus miserables dueños.
VII
Tal vez seremos la escritura rebelde que el agua no se lleva. O tal vez estemos condenados para siempre a vivir como locos de remate entre las cuatro paredes de este mundo.
VIII
Viviremos al fondo del precipicio de nuestras camas. Viviremos con camisas de fuerza y en coma, amarrados a los vidrios de las horas. Tan sólo galoparemos con nuestros deseos en lugares parecidos al purgatorio. Seremos ángeles decapitados, ángeles asesinos, ángeles rufianes que solo anhelan dialogar con nuestros muertos.
IX
Ellos buscarán en nuestras manos los últimos indicios o rastros de humanidad que nos quedan. Pero ya será tarde.
X
¿Dónde quedarán nuestros signos o nuestras pocas señas particulares?
Augusto Rodríguez
Guayaquil, Ecuador. 1979.
Licenciado en Comunicación social. Ha publicado los poemarios Mientras ella mata mosquitos (2004), Animales salvajes (2005) y La bestia que me habita (2005). Sus textos aparecen en varias antologías locales y en países como España, Uruguay y Argentina. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vásquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005) y Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005). Es miembro fundador del grupo cultural guayaquileño Buseta de papel. Ha sido invitado a varios encuentros de literatura en el Ecuador y el extranjero. Parte de su obra poética está traducida al inglés, al catalán y al francés. Poemas suyos han salido en importantes periódicos y en revistas impresas o virtuales de Ecuador, México, Argentina, España, Canadá, Perú, EE. UU. y Uruguay. Editor de la revista literaria El quirófano.
|
|
|