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Silbo un danzón y lo bailo a solas. Te pareceré estúpido:
¡qué sorpresa!; pero cierro los ojos, disfrutó la música; mi danzón arrastradito
y rico: uno… dos… tres… pan-pan; uno… dos… tres… pan-pan. Doy con cadencia
giros en el deleite de Teléfono a larga distancia. Y bailo a solas, como
siempre bailé.
-¡Qué carajos hace ahí? –grita un hombre que corriendo se aproxima obligándome a salir del trance.
Entonces huyo divertido mientras le escucho rugir:
-¡Párate, párate cabrón!
Logro escapar. Con todo, el pobre sepulturero nunca me
habría echado el guante.
Me volteo de risa al recordar la escena, satisfecho de
pasar sobre tu cadáver, de escupirlo, de reventarme un danzón sobre tu
maldita tumba.
Raúl Fierros
Guadalajara, México.
sic_ituradastra@yahoo.com.mx
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