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A Silencio.
Mujer de mis imposibles.
Caminar sobre los días rojizos, calientes, con un viento
lleno de cenizas y dermis bailoteando, temblorosas, entre plomos y puñales.
Girar en las esquinas con las manos ahogando los bolsillos,
descubriendo las calles mutiladas, con concretos tintoreados de un color
rojo de sangre, de amor, de patria; de impotencia y rabia, que esperan,
amortajadas por vuelos de palomas que nunca más sabrán volver,… a quien
alguien las recoja.
Patear la hojalata descubriendo entre adoquines los pinceles
rotos de un joven pintor, que me observa en blanco y negro, anunciándome
que acaba de morir.
Cruzar los vecindarios y observarlos tristemente ocres,
sepias o amarillos, atravesados por niños sin sonrisas, vacíos, sin pelo,
sin ojos que observen las estrellas brillando en lo profundo de la noche
donde se escucha en algún lugar desconocido para mí, unas voces prolongadas
y el canto de las almas rotas de viejos pescadores.
Esquivar la carrera violentada de un hombre que persigue
tras los perros su única locura.
Y pensar… que se vive a diario con la muerte.
Sentir mis manos en busca de los cigarrillos mientras
en algún hotel cercano, lleno de mentiras y olores olvidados, se mata a
la buena prostituta, grasienta y asquerosa, que nunca ha sido motivo de
una flor… o un poema.
El continuar andando con el temor de hallar, en polvoriento
callejón, los restos de alguien que no concluye en poner sobre su cuerpo
toda la mañana.
El resoplar del buey herido, el de las fiestas domingueras,
confundiéndose en mi pulso.
El pisotear los comics ya leídos, botellas, lentejuelos
olvidados y algún montón de sangre que anuncia que cualquier desconocido
no alcanzó a nacer.
Son las tres de la mañana y se repite el preguntar a
las farolas, a las cantinas solitarias, a mi estómago vacío:
-¿Cuántas bocas tendrá la muerte, para besar a todo,
o es dueña precisa de un beso gigantesco y fragmentario?
El seguir dudando, hablando a solas, con el deseo profundo…
de ya no continuar.
Marcos Aguilar
México D.F.
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