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el diablo y la televisión
ricardo mena cuevas
Mefistófeles: "Yo soy parte
de esa fuerza que eternamente
desea el mal y eternamente
obra el bien".
J.W. von Goethe: Fausto |
La vida es una paradoja, como la forma que
tiene Mefistófeles de presentarse a Fausto en aquella buhardilla gótica
repleta de libros; y es que la paradoja comparte con la vida una cosa y
una sola cosa nada más -es todo un misterio. Como por ejemplo, la paradoja
de que uno conecta para desconectar.
En el caso de que uno narre una historia utilizando paradojas y enigmas, y luego concluya con un mensaje moral, entonces habrá utilizado la parábola, estilo preferido de Jesucristo, pues él sólo abría la boca para hablar con parábolas, narrando cosas misteriosas que habían estado ocultas desde la creación del mundo (Mt. 13, 35); aunque, en privado, Jesús se lo descifraba todo a sus discípulos (Mc. 4, 34).
Todo esto viene al caso porque me he encontrado
con un artículo (Época, nº 1035) en donde un tal señor Alfonso Méndiz Noguero,
profesor titular de Publicidad de la Universidad de Málaga, comenta que
en su estudio de 400 anuncios publicitarios emitidos en las televisiones
españolas, "el valor más empleado es la comodidad, el confort y la
facilidad de uso; en segundo lugar, se sitúa el placer y el disfrute".
El señor Méndiz comenta sorprendido que "esta situación contrasta
con la ausencia de un valor tan importante en nuestra cultura como es el
afán de saber". Pero aquí no hay paradojas, ni misterios ni parábolas
morales, porque son anuncios y su finalidad no es enseñar, sino vender
---y para vendedor, nadie mejor que Mefistófeles.
Yo comparto la opinión del señor Jesús Lara
Domenech (La Explanada, nº 26) de que la televisión "debería ser de
calidad", puesto que ya existen televisiones de calidad especializadas
--eso sí, privadas; a la televisión pública no podemos exigirle milagros
ni paradojas, de la misma manera que no le exigimos a un conductor de autobús
-educadamente, pues está prohibido hablarle- que se pare un momento en
casa de nuestra novia para llevarla ante el altar. No, a la televisión
pública hay que tomarla como es, un espectáculo de entretenimiento para
mayorías ---o dejarla.
Y si uno toma a la televisión tal cual es,
como tregua momentánea, como la mayoría hace, entonces esa tregua y ese
descanso merecen la cerveza fría, los frutos secos y el mando a distancia
¡Sí, uno se merece todo eso y más, señores! Porque entonces, tumbado el
guerrero en su trono, con su copa de cerveza, el sol cayendo, el cielo
oscureciendo y las estrellas saludando sus nublados ojos yertos, entonces
será cuando él brinde por todos nosotros alzando su copa y bebiendo su
apolíneo líquido amarillento, su alma ascendiendo a los cielos. ¡Porque
habrá luchado como un héroe, señores; porque no se habrá rendido, sólo
descansa tras una larga jornada de trabajo y tormento! Porque confieso
que entonces se habrá comportado como un héroe y ya estará preparado para
reír cuando le muestren "cómo los héroes clásicos reflejados en los
espejos cóncavos dan el Esperpento".
Porque la televisión es así ---uno conecta
para desconectar.
ricardo mena cuevas
Sevilla, España. |
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