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al margen
omar rojas
Ni con los ojos abiertos se puede ver
lo que no se puede ver
Zatoichi |
Ya no quedan estrellas de porcelana ni quimeras de cristal.
La ciencia ha robado las ideas de los poetas, los misterios
quedan inconclusos por su amplia imaginación.
¿Si en verdad supiéramos todo, seríamos Dios?
Hölderlin aparece siempre. Ahora no escribimos sin dioses;
apenas nos damos cuenta de su existencia.
Hace unas cuantas horas, todo era tan diferente: la
lluvia inundaba las calles de verdad, los
hombres bajo el sol -cometa de oscilante luz- sudaban, el
tiempo se medía en fragmentos absolutos y no
relativamente, según dictara la conciencia individual.
A la poesía la asaltaron un día que dios estaba enfermo; desde
entonces, Velasco y su putita están por encima de Vallejo y su
hombre con pan al hombro -o Buñuel y su bolsa de cartón.
¿Por qué continuar una farsa imposible de esclarecer? Será
por necedad, necesidad o heces de la edad.
Noticia de último momento: "astrónomos ven luz
de planetas extrasolares." Un hombre
y una mujer se encuentran. La luz se vuelve
una colina donde juguetean los amantes: árbol,
hormiga, araña, serpiente, compañía, soledad.
¿Existe un punto donde la lentitud y la intensidad
logren confluir? La metáfora es la siguiente: un
corredor de fórmula uno atraviesa la curva final; casi
saliendo, pierde el control. Un segundo apenas, antes
de volver al vacío de la luz, a la transparente cristalidad
de la muerte, mira la gama entera de colores -del azul al
rojo- y se vuelve luz más ansiosa que la intensidad misma.
Te echas una siesta, despiertas y te encuentras hecho un vejete.
Hojeas el periódico: el mundo es totalmente desigual.
Asustado, te levantas y miras al espejo. No
reconoces la luz que te rodea. No te
gusta mirar, prefieres ver.
Al margen el
abismo:
yo.
omar rojas
Guadalajara, México.
Matemático, traductor y hacedor de textos.
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