dices que no
leticia cortés




Dices que no.
Pero estás muerto. Abres la boca y en lugar de palabras, escupes moscas muertas. Dices que apague la luz , y aquí ni siquiera hay modo que nos habite la oscuridad. Dices que tengo las manos heladas, como muerta. Pero me las comí hace cientos de años. Me lastimaba tocar. Tengo sólo muñones en el cuerpo: muñones en las manos, muñones en las piernas, muñones en el corazón. Dices que sabes de antemano que lloro, que escuchas el gemido de mis lágrimas, la caída contigua de mi llanto y mis pestañas. Dices que te duele la garganta y el lado izquierdo de la pierna derecha. Deberíamos irnos para que se nos quitaran todos los dolores, para hacernos el amor. No tengo manos. Te acaricio con el resto de mi carne y la nostalgia. Mis plumas hablan y giran. Esquivan esquirlas del aire, del pasado, de tu nombre que a veces se cuela por mis costillas. Es inevitable no querer morir contigo. Dices tantas cosas y dices que no. Y yo me aferro a ti, porque eres la hoja que cae y nunca se rompe. El árbol que jamás se ha roto de la corteza. Llévame contigo, adentro de tus palabras. Envuélveme en tu saliva para cicatrizarme. Lame mis costras. La pus que me infecta el corazón. Acaríciame los muñones. Las llagas de las entrepiernas. Mi vientre desgarrado y desollado. Dices que no.




leticia cortés
Me llamo Leticia. Me pusieron así porque así se llama mi madre. Nací en Guadalajara un viernes lluvioso de 1980, el 22 del mes en que el cielo se llena de cometas. Mi elemento es el fuego. Me llamo Leticia. Significa Alegría. Mi vida se mide antes y después del silencio. Todo se resume a lo contrario a lo que significa mi nombre. Tengo grabada la melancolía en los lunares grises de mis ojos. En las líneas de mis manos está escrita la palabra tristeza. Estoy aquí porque no encontré otro remedio para curar mi garganta. Porque no tenía otro lugar a dónde ir. Soy presa de la escritura. Y no me iré, aunque me quieran aventar al vacío, no me iré. Porque a veces soy más terca que creativa.Me llamo Leticia. A veces soy poeta y a veces poema. Y no me extrañaría que de repente me quedara sin movimientos: con la mano estirada hacia un papel que no existe, tratando de escribir con tinta invisible, un nuevo lenguaje que respire.