la liberta de expresión y la prensa
ricardo mena cuevas




El escritor original no es aquel que no imita a otros, sino
aquel al que los otros no pueden imitar.

F.R. Chateaubriand


   Me sorprendo de que la lectura de la prensa haya dejado de sorprenderme, ya que soy una persona fácilmente impresionable, digamos que ingenua; por eso creo que pertenezco a ese género de personas curiosas que no tienen suficiente con ver lo que pasa a su alrededor y relatarlo, sino que necesitan explicarse en su ingenuidad, qué hay de genuino en la ingente cantidad de problemas que uno lee en el mundo y en la prensa. Así, si la prensa ha dejado de sorprenderme, mi sorpresa al darme cuenta de eso viene de que hayan olvidado que la libertad de expresión significa algo más que escribir rápidamente sobre lo que ha dicho un político y ha contestado otro, sino más bien hacer que el lector pueda leer rápidamente y que quiera hacerlo en busca de la opinión que ese político tiene sobre el problema. Porque la prensa no tiene en cuenta, no que es importante la información que cuenta, sino el cómo las cuenta a sus lectores. He ahí la libertad de expresión…: ser libre para expresarse de forma original y certera, las dos únicas reglas verdaderas que realmente son liberales y libres. El problema de la prensa es que escriben tan rápido para vender, que llegan tarde a nuestros corazones: no nos causan sensaciones verdaderas.

   Y es que es corriente en la prensa de hoy el poner estadísticas, números, insultos entre partidos políticos o frases hechas como, por ejemplo, cuando leemos que nos dicen en un gran titular: "63 muertos en las carreteras españolas durante el puente", lo cual ciertamente ya no nos sorprende, porque estamos acostumbrados al hecho de que al ser humano se lo trate como si fuera sólo un número restado de la suma de la vida, tomando prestada la exactitud científica de las matemáticas (el lector tendrá a bien el postrarse al escuchar esta palabra, inclinar su cabeza siete veces mientras hace el signo de la cruz o de la suma y golpearse el pecho con denuedo fervoroso).

   Pero si en vez de leer ese comentario contable o matemático mencionado, leyéramos en el gran titular que "un regimiento de 63 almas perece en la guerra contra las máquinas", entonces sí que pondríamos atención a la noticia, aunque muchos estetas la tacharan de "sensacionalista", lo cual, no sólo no es malo, sino que es lo que realmente necesita la prensa: el causar sensación, controversia, opinión, aunque se presentada, como en este caso, de forma épica. En otras palabras, que el comentario: "Un regimiento de 63 almas perece en la guerra contra las máquinas" sería nuevo para nuestros oídos, nos movería a pensar, nuevamente, dónde está la verdad del problema. Porque es cierto que uno puede ver una cosa noventa y nueve veces, hasta que a la número cien vea sorprendido su verdadera cara, la cara del problema y la cruz de su verdad; y es que el problema de la carretera consiste en comprender que el asfalto es una guerra que se libra con máquinas veloces mal preparadas y que cada alma maneja un arma, y que detrás de cada alma se apaga un universo humano igual al nuestro, y que el "progreso" no siempre nos conduce a una mejor seguridad en nuestras vidas.

   Ahora, yo quiero reivindicar más libertad de expresión para la prensa y para todo escritor libre y original, ya que la libertad de expresión no sólo es decir lo que se quiera, sino decirlo de la manera que se quiera aceptando unas reglas; porque la libertad no es la anarquía abúlica, sino el compromiso libre y democrático...: el causar sensación en el pueblo, en la democracia, en los lectores; por eso la libertad exige esas reglas de frescura, originalidad y humor, como ocurre cuando libremente nos comprometemos a unirnos a una persona en matrimonio o a trabar una lucha dialéctica...: uno es libre de casarse, pero no de decirle que ama a su mujer cuando la mira a los ojos de esta forma: "Querida, la velocidad de mis pulsaciones es ahora de 140, según me dictan mis estadísticas, lo cual prueba que te amo, y que es cierto, aunque la oposición política de tu hermana diga lo contrario". No me imagino la respuesta de su mujer, así que dejo libremente que cada lector se haga su propia respuesta.

   Sí, uno es libre para escribir, pero debe ser consciente del compromiso que existe con el lector, de que hay que utilizar el lenguaje de la gente que lee la prensa, de la gente que piensa, come, ríe y baila. En el caso de la prensa, como en el del amor, la libertad de expresión consiste en ser original y comunicativo, en causar sensación. Porque hay muchas formas de decir "te quiero", y una de ellas es no decir "yo también" como respuesta, o "mis pulsaciones lo adveran".





ricardo mena cuevas
Sevilla, España.