duermo un color ámbar
rafael ortiz




          Duermo un color ámbar, entre el signo de advertencia y el kilómetro 1 de su piel, desde el eslabón perdido en el cuello de la botella hasta el pendiente en la encrucijada; cientos de reflejos de un mismo tono.

          Duermo esa casa de cuartos, cocinas y salas. Pero sueño un rellano abierto de caricias emergiendo desde el fondo liso del silencio. Sueño lienzos exangües, prófugos de pigmento. Letras despiertas, trashumantes, saliendo a mojar la calle con sus alaridos de agua.

          Pienso en metales que no son cuchillos, sino voces afiladas que piden mi mano (hoy, que hay truenos). Imagino domingos con demora en las sábanas, la almohada como ancla, perdido en la floresta que es trasluz al despertar. Y el aire que refresca, y el astro agigantado en su halo furibundo desmorece, martilla su fulgor a cuestas.

          Camino por cafés que se abren a media taza. Busco las horas y encuentro largas esperas, sentado, acostado, muriendo en un sillón. Encuentro su prisa en la bolsa, junto a las llaves y el último minuto de la última vez.

          Y vivo y bebo, y veo y borro. La vida y el vino, el horizonte y lo que está escrito.





rafael ortiz
Guadalajara, México. 1978.