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Y Dios me hizo hombre,
pero no uno cualquiera,
sino este hombre que mira
detrás de unos ojos de mujer.
Me quiso con manos grandes,
sensibles como mi alma,
con capacidad para crear,
dar forma a mis sueños
y ofrecerlos a mis hermanos.
Amasó con manos expertas
mi frágil cuerpo para dar cobijo
a órganos y sensores
que articularan mi ser.
Como un viejo artesano
que se siente enamorado de su obra
mima y cuida cada detalle,
inyectando con dulzura
las ideas y los pensamientos,
la razón y la pasión
y el blanco veneno del amor
que a través de la sangre
recorrerá todo mi cuerpo,
alimentando cada célula,
cada nervio, cada cabello
con su extraño sabor,
cargado de matices, de sorpresas.
Al ver formada su obra,
la completó con un cálido beso,
con el que me transmitió
el concepto de libertad
y me dotó del instinto para buscarla.
Grabadas, como la firma del artista,
llevo las palabras que pronunció
en la despedida:
"Ve y sé..."
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