La novela histórica
Enrique García Díaz



 En el proceso de formación de la novela moderna, el Romanticismo significa un cierto parón, pues sabido es además, que para los románticos el género principal fue el drama. Por lo que respecta al tratamiento de la épica, el Romanticismo, se caracterizó también, por impulsar subgéneros de condición arqueológica dentro de la tradición romántica y fantástica. No es extraño, por ello, que dentro del género novelesco la modalidad temática favorita fuese la novela histórica, que por su contenido pseudo histórico, más bien sería una “novela de aventuras históricas”. Su principal divulgador fue el escritor escocés Sir Walter Scott.

 La novela histórica con frecuencia ha gozado de mala fama. ¿Por qué? Por que se trata de la unión de la Historia y la ficción, elementos a primera vista encontrados. La crítica la califica como una forma literaria imposible, mientras que para los historiadores dicha unión no está bien considerada. Califican a la novela histórica como algo superficial e inexacto, una especie de peligroso virus para la Historia. Sin embargo podemos afirmar que la novela histórica es probablemente la innovación genérica más importante del Romanticismo, e incluso la innovación historiográfica más inexplorada durante años. Podemos definir a la novela histórica de varias maneras. Una primera sería que, “la ficción histórica toma como argumento sucesos y personas que pertenecen a una época distante de la nuestra, que por algún motivo, nos parecen de especial interés actual”; o bien que un novela histórica es aquella en la que la vida de los personajes ficticios se entremezcla con la de los personajes históricos y se desarrolla dentro de un marco histórico El novelista histórico buscaría en principio reconstruir o evocar una época pasada, lo que conlleva una veracidad de los hechos narrados, un análisis de la documentación y un rigor histórico, entre otros elementos, ya que va a narrar una serie de acontecimientos que él no ha conocido de primera mano. Y frente al historiador, el novelista histórico, tiene la ventaja de fabular y contar la historia como podría, o como él querría que hubiese sucedido, frente al historiador que cuenta la Historia como realmente fue. Y es en este punto, donde nos puede asaltar la duda de si lo narrado por los historiadores sucedió como realmente lo cuentan. No es la primera vez que tras consultar varios manuales acerca de una determinada época realizados por distintos autores, nos encontramos con diferentes opiniones acerca de un hecho o una fecha.

 Es por ello que la Historia, tal y como nos la cuentan los propios historiadores, puede no ser del todo fiable a la hora de escribir una novela histórica. Hay que pensar que manejamos un material que data de hace muchos años e incluso siglos, y que se ha ido transmitiendo de unos a otros con los consabidos errores o pérdidas de información. La literatura se ha ido separando de la historiografía de una manera gradual, ya que la primera es pura ficción mientras la segunda es una estudio científico pormenorizado de la Historia. La novela histórica pretende hacer llegar la historia de una determinada época a todos aquellos que sientan interés, pero sin tener que recurrir necesariamente a la historiografía. Podría decirse que es otra forma de aprender y conocer la Historia.

 Y es aquí donde surge el problema, ya que en ocasiones la novela supera a la propia Historia. El reclamo del público lector se inclina más hacia la ficción histórica que hacia la Historia en sí misma. Y el novelista histórico se encuentra constantemente comprometido. Cabe explicar que una novela histórica no es más que la narración de los hechos de una época determinada desde el punto de vista de ese escritor. Y que por lo tanto no debe ser considerada como la única y mejor visión de los acontecimientos tratados. Sería bueno contrastar las diferentes opiniones vertidas acerca de una época determinada para ver los puntos en los que concuerdan así como en los que discrepan. Un ejemplo de esto sería comparar las novelas escritas en torno la época del reinado de Isabel I de Inglaterra y su enfrentamiento con Felipe II de España. Sin duda alguna la visión de los novelistas ingleses distaría en gran medida de la de los españoles. Mientras los primeros considerarán a Francis Drake como un patriota, los españoles lo consideramos un pirata. Ya tenemos, pues, dos visiones contrapuestas de un mismo hecho. ¿Cuál es la correcta?.

 La verdad histórica se transmite de forma indirecta a través de la visión de la sociedad descrita en la ficción, y los métodos mediante los cuales dichos acontecimientos y datos históricos son reproducidos mediante estrategias narrativas. La ficción ilustra las formas mediante las que la Historia se genera y las formas que toma en la conciencia humana. La Historia evoluciona más allá de las opiniones y de los recuerdos. El lector debe interpretar y crear su propia verdad histórica a partir del texto que se halla delante suyo.

 El novelista histórico tiene sus limitaciones científicas que, salvo que sea un historiador, debe ocultar. En el caso de Walter Scott y sus obras sobre Inglaterra
(1) nos encontramos con ciertos desajustes espacio–temporales que el lector normal desconoce porque tal vez la trama ha conseguido engancharlo de tal manera que pasen desapercibidos, pero que el historiador o el estudioso logra detectar. Eso era lo bueno que tenían y tienen todavía las novelas de Scott, que logran seducir la público lector desde la primera página y le hacen olvidarse de datos o hechos históricos en sí. Un buen story-teller sabrá disimular sus carencias históricas mediante una buena trama como lo conseguía Scott.

 Ahora bien, dicho desconocimiento de la Historia puede deberse a dos factores. Uno de ellos es que el escritor no ha vivido en la época que refleja en su obra. Y segundo, que dicha época no haya sido bien documentada o que la documentación existente carezca de cierto rigor histórico. Señalábamos anteriormente el problema de consultar diferentes fuentes historiográficas en las cuales un dato cualquiera puede variar dependiendo de la fuente. El escritor tiene que plasmar en su obra la concordancia entre el período histórico ficticio y el período histórico real, de tal manera que no se produzcan errores, ya que al igual que el lector, habita por así decirlo en la época en la que se desarrolla, y por lo tanto debe ser lo más fiel posible a la realidad histórica. No obstante, un escritor como el propio Walter Scott nunca tuvo reparos en alterar la propia Historia con el fin de mejorar el argumento de la novela. Pese a ello la libertad de interpretación tiene como límite la verdad histórica. La demanda de verdad Histórica es un reto para la novela de los siglos XVII y XVIII, y la falsedad histórica era tan sólo una de las muchas imputaciones a las que tuvo que hacer frente. A la hora de contar el pasado podemos hacerlo, por ejemplo, de tres maneras diferentes.


o El Romance, que abarca desde el ciclo Bretón hasta Tolkien, incluyendo la novela gótica, que ya no es novela sino romance. El pasado como escenografía, pretexto o construcción fabulosa para dar rienda suelta a la imaginación. Es decir, ni siquiera es necesario que el romance se desarrolle en el pasado. Basta con que no se desarrolle aquí y ahora. El romance es la “historia” en otro lugar.

o La novela de “capa y espada” al estilo de Alejandro Dumas. Esta clase de novela escoge un pasado real y reconocible y para ello la puebla de personajes ya recogidos en una enciclopedia (ej.: Richelieu, Mazarino...) a quienes hace realizar algunos actos ficticios o que las enciclopedias no registran. Para corroborar esta idea de realidad estos personajes históricos se comportan como tales, llevando a cabo actos que acaecieron en aquel momento y en aquel lugar y que la historia reconoce. Tomando como ejemplo la obra Los tres mosqueteros mencionaríamos el capitulo XL titulado “El sitio de la Rochela” y que narra el acontecimiento histórico que tuvo lugar durante el reinado de Luis XIII. En este cuadro verdadero se insertan los personajes de ficción que se comportan como si fueran verdaderos personajes históricos. Dentro de este grupo enmarcaríamos las novelas de Walter Scott.

o Y ya por último hablaríamos del tipo de novela histórica en la que no es necesario que entren en escena personajes históricos reconocidos como tales. Así, citaremos como ejemplo la obra Los novios de Manzoni donde a pesar de que los personajes y los acontecimientos son inventados, nos cuentan cosas y relatan situaciones típicas de la Italia de la época que antes nunca habían trascendido. De esta explicación podemos deducir que una novela histórica puede ser fiel a ciertos aspectos históricos sin dejar por ello de ser una novela histórica.

José Luis Martínez Medellín


 Una novela histórica no sólo debe localizar en el pasado las causas de lo que sucedió después sino también delinear el proceso por el que estas causas se encaminaron lentamente hacia la producción de sus efectos. Además, hay que proceder de modo distinto a como se procede en una novela de otro género. Se narra para que los contemporáneos comprendamos lo que sucedió tiempo atrás y en qué sentido lo que sucedió nos atañe. El pasado explica el presente y éste a su vez sirve de puente hacia el futuro. Una de las características que la diferencian de otro tipo de narración sería que el novelista histórico debe procurar que la trama de la novela, o bien las relaciones entre los personajes, no oscurezcan en modo alguno los elementos históricos de la obra. O viceversa, es decir, que la trama histórica y sus elementos históricos se sitúen por encima de los personajes o de la composición literaria convirtiéndose así en una composición histórica. Cabe tener en cuenta que una novela histórica es ante todo literatura destinada a un determinado público lector y no un ensayo o un manual de Historia. Éste es el motivo por el cual Scott tuvo tanto éxito, ya que supo mezclar ambos ingredientes en su justa medida convirtiendo a sus novelas históricas en auténticas joyas literarias.

 En relación con esto, señalamos que la novela histórica no es una mera narración de los grandes hechos históricos, sino que trata de despertar literariamente aquellas personas que figuraron en ellos. No se trata de un fenómeno surgido durante el Romanticismo, sino que forma parte de una tradición literaria que viene de lejos. Se trata de revivir la causa por la cual aquellos hombres pensaron, sintieron y actuaron de la manera en que lo hicieron en la realidad histórica. Por ello, la novela debe demostrar con medios literarios, la existencia de las circunstancias y de los personajes históricos, lo que en Scott se denominó “verdad del colorido”, que es la prueba literaria de la realidad histórica. La buena novela histórica será aquélla, que ante todo, sea buena literatura aunque sus fuentes broten de la propia Historia. Además la novela histórica no necesita de la presencia de un personaje histórico real; ni tan siquiera de un acontecimiento pasado que realmente aconteciera. Cabe destacar en este punto la diferencia entre lo que es una novela histórica y lo que es la historiografía. La historiografía intenta hallar una fórmula mediante la cual conciba la Historia como un proceso complejo de desarrollo que conduce al presente; mientras que la novela trata de reconstruir un mundo, intenta captar una parte de la naturaleza humana. Y la tarea del novelista histórico es crear la única atmósfera posible de ese tiempo pasado. Lo que convierte a una novela en novela histórica es la presencia activa del concepto de Historia como fuerza motriz de la novela. El propio Walter Scott opinaba que para hablar de novela histórica se requería que lo narrado se situara a una distancia mínima de setenta años. Sólo a esta distancia se puede establecer una perspectiva histórica. Ahora bien, dentro de esa distancia mínima podríamos incluir muchas épocas. Desde la época clásica de Grecia y Roma hasta los tiempos bíblicos o incluso la prehistoria. En este punto cabría señalar que no sería lo mismo escribir una novela ambientada en la Edad Media que un relato sobre el siglo XIX. Y a su vez dentro de estos dos períodos volver a establecer una especie de subtipo novelesco en el que se incluyan las narraciones sobre una época bien definida. Si tomáramos como ejemplo la obra de Walter Scott y sus novelas sobre Inglaterra veríamos como el propio Scott elige los períodos que él considera más importantes desde el punto de vista histórico. Así, mientras en Ivanhoe nos sitúa en la Inglaterra del siglo XII bajo el reinado de Ricardo Corazón de León Coeur de Lion, en Kenilworth lo hará en la época de Isabel I o bien en la guerra civil inglesa, como ocurre en Woodstock.

 Hemos señalado que el novelista goza de cierta libertad a la hora de narrar los hechos pero no debe alterarlos a su gusto. En esa libertad sitúa a sus personajes de escasa o nula importancia histórica y los convierte en auténticos héroes que bien podrían haber figurado en la Historia, frente a los verdaderos personajes históricos que en ocasiones aparecen oscurecidos por estos héroes. La novela puede presentar como protagonistas a gentes de clase baja o pertenecientes al pueblo al lado de las grandes figuras históricas. También se puede centrar en el bando de los vencidos y no en el de los vencedores. Así, en Ivanhoe a Scott le interesa más relatar la vida y costumbres de los sajones más que la de los normandos. En sus novelas vemos en ocasiones como el propio autor altera en cierta medida la propia Historia, en beneficio de una buena trama literaria que capte la atención del lector. Otro ejemplo sería Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, donde el personaje principal, D’Artagnan, es un humilde aspirante a mosquetero.

 Por último, diremos que la novela histórica es un género popular. Es una literatura con ingredientes y fórmulas que se repiten una y otra vez y que por lo tanto muy pocas de ellas ofrecen alguna novedad. La ficción que ha nacido a la sombra de la Historia no deja de ser un producto bastardo o mestizo, aunque de gran importancia literaria. No importa si la novela histórica es fiel o no a la Historia, lo que cuenta es que es literatura y como tal debe ser considerada.




(1)
Obras de la talla de Ivanhoe (Reinado de Ricardo I de Inglaterra); Woodstock (guerras civiles inglesas 1642-1651); Kenilworth (Reinado de Isabel I); Peveril (Restauración de Carlos II) o El Talismán (Tercera cruzada organizada por Ricardo I de Inglaterra).


Bibliografía:
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Novelas históricas: A continuación indicaremos al lector algunas de las novelas históricas más conocidas de la literatura universal.
Walter Scott, Ivanhoe, El Talismán, Woodstock, Kenilworth, Rob Roy, Quentin Durward...
Alejandro Dumas : Los tres mosqueteros; Veinte años después; El vizconde de Bragenloe; El Tulipán negro...
R. L. Stevenson: El señor de Ballantrae; Secuestrado, o las aventuras de David Balfour; Catriona; Flecha Negra;
J.F.Cooper. El último Mohicano; El cazador de ciervos, La pradera; Los pioneros...
Jane Porter, The Scottish Chiefs (No existe traducción al castellano).
Victor Hugo, Los miserables.
León Tolstoi, Guerra y Paz.
Alexander Pushkin, La hija del capitán.
Nicolai Gogol, Taras Bulba.
Baronesa D’Orczy,
La pimpinela escarlata.



Enrique García Díaz.
España.
Investigador y estudiante de doctorado en el Departamento de Filología inglesa de la Universidad de Salamanca.