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Lo último que hiciste antes de irte fue escupirme en la cara,
tenía el rostro tan golpeado que el impacto de la saliva me hizo dar un
gemido a medias, mi última fuerza contenida… y todavía tuviste el descaro
de acariciarme una mejilla, me diste un beso en la frente, entre el cabello
enmarañado y me dijiste: Por esto me gustas, mi hembra. Tu estúpida caricia
me sirvió para quedarme suspendida en el aire y que mi quijada no se estrellara
contra el piso, ya ni se si agradecértelo.
Era de tarde, los últimos reflejos del sol volvían terroríficas
las siluetas y yo apenas terminé la comida, me disponía a bañarme, ya en
la ducha me encantaba imaginarme que estabas conmigo, bailaba debajo del
chorro de agua, me abrazaba, me acariciaba el cuerpo y terminaba riéndome,
con las manos que me cubrían el rostro.
José Luis Martínez Medellín |
Me cambié de prisa pues quedamos de vernos a las 8 en punto,
en el café de siempre y ya eran las 7:45. Ya afuera voltee a verme en el
aparador que siempre me servía como espejo… zapatillas negras, medias negras
de seda, minifalda y saco azul, los que me regalaste, bolso negro, el cabello
completamente recogido y el maquillaje disimulado, esencia de sándalo por
todo el cuerpo.
La cita fue vía telefónica, sólo dijiste: Flaca tengo nuevos
proyectos que contarte, de esos que te gustan.
No se si llegué a tiempo al café, lo que si se es que tú todavía
no llegabas y eso era bueno, no te gustaba mi impuntualidad. Del bolso
saqué mi cajetilla y cuando estaba por encender el cigarro apareciste,
primero me diste fuego, luego me abrazaste, me diste una vuelta casi volando
y al soltarme un beso. |
Pasamos a tomarnos un café y entre sorbos me empezaste a contar
de tus planes. Tenías el guión para un cortometraje, íbamos a poner juntos
un café-librería, el primer país al que viajaríamos después de conocer
varios lugares de México era Argentina, había todo un plan y a nosotros
que no nos gustan… me dijiste que no tuviera miedo, todo iba a salir bien
y lo más importante era que estaríamos juntos siempre, aunque algún plan
no saliera como estaba previsto.
Consumimos más café del que habíamos pensado en un principio,
pero es que al calor de la plática ni cuenta nos dimos. Casi para irnos
te paraste para ir al baño y me dijiste… Ya vengo, oye por cierto, ¿quieres
acompañarme a casa de un amigo? vamos a reunirnos y él quiere conocerte.
Héctor, tu amigo nos recibió en su casa… digna de un artista,
de hecho acordamos que él sería quien diseñara nuestro tugurio cuando ya
estuviéramos juntos. Había algo en él que me hacía pensar que lo conocía
de antes. Empezamos a tomar cerveza, hablamos de todo, después de tanto
beber y hablar, lo último que recuerdo es que hubo un momento en el que
todo me parecía borroso, tú me decías que estábamos por irnos, que me dejabas
en mi casa y te ibas a quedar conmigo.
Lo que me hizo reaccionar no fue precisamente una caricia tuya,
estando sobre mi cama sino el choque de una mano dura contra mi cara, estaba
llorando, semidesnuda, tenía los brazos y las piernas con marcas de violencia…
después del golpe que me hizo reaccionar, me fui hacia atrás caí y sangre
a chorros cayó sobre la falda maltrecha que aún conservaba entera, cuando
me diste oportunidad de verte, me aterroricé… eras tú, ahora entiendo porqué
me parecías conocido, ya habías venido a verme y en las otras ocasiones
también me golpeaste, abusaste de mi, me pusiste contra la pared, respiraste
fuerte muy cerca de mi barbilla, te odio, te odio porque no me tratas como
él y también te odio porque siempre que vienes me ponen la camisa de fuerza,
me amarran a la cama y la última vez me amenazaron con sacarme el cerebro
para que no pueda verte más…
Me gusta más cuando viene él, soñamos que vamos a ir a Argentina, que juntos visitamos el sur y que Héctor hará el diseño del interior del tugurio donde vamos a vivir juntos. |
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