Zapotlán no se acaba nunca
Iván Peralta



La ironía es la forma más alta de la sinceridad.
Enrique Vila-Matas “París no se acaba nunca”


1

  Decidí imitar –literalmente- la bohemia del escritor parísino en Zapotlán el Grande, sólo por mi escasez de dinero y la cercanía con Tamazula. Tomé un camión, me tocó la fila siete, asiento B, en la cual encontré basura.

  Me habían dicho que Zapotlán era la “pequeña Atenas de Jalisco”, por su extensa cultura y sus hombres ilustres de la literatura. Me imaginaba que el arte brotaba por todos lados, nunca había estado en ese lugar pero soñaba que el tránsito se detenía por obras de teatro y lecturas de poesía.

  Había leído a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, J. J. Benítez, algo de Daniel Steel y algunas revistas, casi nada llega a Tamazula. Mi padre no me apoyaba, quería que trabajara en el ingenio, pero yo deseaba ser escritor así que fui directo a donde nacen los grandes.

  Con mis ahorros y un poco de lo que me dio mi madre tomé el camión y partí a mi destino.

2

  Esa mañana hacía frío y llovía un poco, en la central camionera me quedé a tomar un café, mientras que en una libreta hacía unos apuntes, en eso entró una mujer hermosa “de cara fresca como una moneda recién acuñada, si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco”, jalando su maleta, se sentó sola; la miraba con excitación. De donde yo venía era fácil encontrar bellas mujeres pero no que leyeran, ella leía TVynovelas, pensé que sería una revista de critica de libros.

  Busqué hospedaje, pero mi economía no me permitía quedarme por mucho tiempo en un hotel, así que decidí regresar en las noches a Tamazula, de todos modos era media hora de viaje.

3

  Zapotlán no era como me lo imaginaba, pero sí encontré muchos puestos de revistas, la mayoría de la gente leía la de vaqueros, Eres y otras más que no recuerdo, pero a pesar de esto supe de un taller literario y me dirigí hacía esa fonda donde se juntaban, aprovecharía el taller para comer y aprender literatura. Ya en “Las Peñas” el dueño me indicó que sí había existido un taller, pero sus integrantes terminaron haciendo pláticas con locos de la ciudad, los invitaban a tomar un café y no se bañaban, mientras que otros inventaban historias de vampiros y OVNIS, así que decidió correrlos del lugar. Era mi primer fracaso.

  Horas después encontré la Casa de la Cultura, y le pregunté al policía sobre la existencia de un taller literario, pensó un poco, y al final atinó a decir “tal vez serían unos tipos que platicaban los sábados, sí, ellos son pues ya no se encuentran aquí, tal vez los veas en una cantina o téibol”. Fui a su búsqueda sin encontrar su rastro, parecía que la cultura en Zapotlán estaba perdida.

  En la Casa del Arte me dijeron que el taller había terminado por tener pocos alumnos, ya que nadie quería pagar por aprender cultura, entendí que no era negocio ser escritor.

4

  Durante días fui y vine, sin encontrar alguna persona de literatura, encontré pintores, llevaban su arte a las cucharas, tenedores y platos, músicos en los portales, encontré una librería esotérica, una parroquial y a un tipo medio extraño que vendía libros usados, pero como no me pareció de fiar no le compré. La gente ignoraba de escritores pero sólo recordaban a un loquito que andaba en moto por la ciudad, se decía poeta hasta llegando a salir en la tele, había muerto hace tres años, pero de su obra la gente no supo decirme.

5

  Mi padre se cansaba de mi juego, yo sabía que Zapotlán no se acababa, que debía quedar algún rastro de su literatura, y le decía a mi padre que llega un momento en el cual un hombre debe escribir su obra maestra, a lo cual respondió mascando un pedazo de caña “llega el momento de todo padre que descubre que su hijo es un idiota que no sabe qué hará de su vida”.

6

  Seguí vagando por la ciudad con mi libretita en mano, queriendo escribir la frustración de no poder escribir nada. Esta ciudad en la que deseé ser pobre pero muy feliz, me enseñó que fui pobre e infeliz.

  Me sentía como un idiota vagando por las calles, dando la idea de intelectual, vestido de negro con unos lentes falsos que no me servían para nada, sentado en el jardín haciendo creer a la gente que era un intelectual leyendo a Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

7

  Supe de otros talleres, uno de ellos arrinconado en el olvido, siendo un taller católico, creí que a mi padre le encantaría, pero duré pocos días, descubrí que hasta para mí era ridículo. Asistí a uno de maestros el cual me recordó el por qué la escuela es absurda y aburrida, además no deseaba escuchar poemas de cuando alguien era alcohólico. Tal vez no sabía tanto de literatura, pero sí tenía la idea de no ser como ellos. No todo fue tan malo, me dijeron que la persona encargada del Archivo Municipal sabía mucho.

8

  Me costó trabajo llegar al archivo, ya que estaba en la última planta de la presidencia arrinconada después de perderme en un laberinto. Me platicó de los grandes hombres de Zapotlán, me mostró libros viejos y algunas fotos, pero a mi pregunta de dónde están los actuales escritores respondió “Zapotlán no se acaba nunca en su cultura; porque nunca existió. Zapotlán sólo tuvo un destello de arte, la gente importante nació y nunca estuvo aquí o se fueron para convertirse en grandes literatos”.

9

  Con un fracaso a cuestas sin poder adivinar qué me depararía el destino, tomé el último camión de vuelta a Tamazula, ese día también llovía, se iba la ilusión de ser pobre y feliz. Ya en casa mi hermano me dijo que buscaría suerte en Zapotlán, vendiendo discos piratas, me repitió esa frase tantas veces dicha por mí “Zapotlán no se acaba nunca”, a lo que pensé “lamentablemente”.



Iván Peralta.
Zapotlán El Grande, Jalisco. México. 1982.
Pertenece al taller literario de la Casa de la Cultura de Zapotlán el Grande que coordina Ricardo Sigala. Ha publicado en revistas como Tragaluz núm. 20 (Guadalajara), Liliput (Nayarit) la revista electrónica al margen (www.almargen.net).
Ganador de mención honorífica en Nayarit, 2002. Es creador de la columna La Jirafa, y del Suplemento la Jirafa del cual es coordinador, trabaja en el Diario Zapotlán como editor. Estudia la licenciatura en Comunicación.