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…y vengas tú al exilio con nosotros,
a morar como antes en la gracia.
Gonzalo Rojas |
Nadie se atrevió a decir
cómo saldría aquella noche. Nadie
abrió la boca o hizo un augurio y sólo
el dolor habló como antes.
Ella ya caminaba valiente y pura
purísima de niebla con su andar sigiloso y entre sus piernas
también iba yo
callada como serpiente y marchita.
Noviembre
nueve: irreversible.
Es como si el jugo se sirviera solo
como si las sábanas se extendiera a sí mismas sobre la cama
y el aire se hiciera bendición
y desoyeras mis lamentos para contar cosas de madre
detrás de una taza de té
y oliera como a naranjas aturdidas de lágrimas
y mojaras el mar
y tu peso se aligerara y volaras libre en la cocina
como si…
no, todo sigue igual
aquí adentro en la calle en el mundo
es como si llovieras
y seca de tanto irte te hidrataras
y dijeras a mi oído: he vuelto
In memoriam
Gabriela Castellanos
Nada se ha perdido
ni la razón ni la ausencia que somete
al quebranto,
ni la parte del corazón luminoso que nos tocaste.
Adhiere a la sal la dulzura de tu tiempo,
irse ha de ser Luz, ser pájaro
y volar en el envés de un poema cantado
a la muerte ella
no sabe de vivir
en el gesto de tus huellas o cuando
irrumpes con esa placidez que trastoca el pensamiento.
Hoy pido que no llueva
que el día sea claro, que tu memoria arda
y todo ocurra en ese incendio
como quedarse en soledad
y usar los recuerdos
gastarlos con el cráneo retumbando de historias que Jorge cuenta
como cuando bailas con el suéter negro
frente al ojo del pez
que rueda humedades que no te disuelven.
Ya te curan las manos de los dioses la herida
recién abierta
en ese desliz
que alberga en tus ojos la Luz Segunda del regreso.
Octubre
4, 2006.
A Olga Orozco
Hay en tus ojos, sólo en tus ojos, el mar
tu casa,
apariciones que nadan bajo la venda de tu lengua y un chasquido de peces huyendo
/tras
la esperanza
qué lastimera, qué honda tu voz de guijarro
ese reducto de miedo que a tus pies presiente las huellas marcadas con tu efigie
coronada de premoniciones.
Levanta tu pie contra la herida, contra la luna
contra ese vapor verdoso de la sangre de tus muertos, trasplantada
en los jardines ambulatorios del mundo.
Cada verso tuyo una astilla alborozada, un amanecer que te sucede
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
sólo de tus ojos
varados en esa fotografía se desprende un enjambre
florecido en víspera de tu muerte.
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