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VIII
Estupendos
Árboles de la selva
Hojas de ilustres maderas
Colgadas de frágiles herrajes
Las puertas de nuestras casas
Humildes los hogares
Sin pretensiones sus puertas
La madera madre opaca
La perfilería del brillo del acero
Y la falsa transparencia del cristal
De las aparatosas entradas principales
De los gigantescos y mezquinos edificios.
IX
En los pueblos
Las bestias feroces
Se ocultan en el monte
En la ciudades
No sabemos que oculta
La puerta de al lado nuestro.
X
Nadie
Nada
Nunca
Conocía la puerta de entrada
Al jardín interior de la ciudad
No existe
No existe
La puerta no existe
La secreta entrada
Solo era compartida
Por aquellos elegidos
Que se perdían en las calles
Buscándose a sí mismos.
XI
Invisible
La puerta
Del olvido
Cierra el paso
Entre
El rencor eterno
Y el amor efímero.
XII
Antes del ocaso
La Puerta del Paraíso
Dorado bronce florentino
Rebota la luz de los mortales.
XIII
Olvidado está
El número de puertas
Que he abierto y he cerrado
Las había de hierro forjado
De nogal enchapadas en bronce
De roble con tableros cuadrados
Algunas talladas en cedro viejo
Otras en olorosos pinos americanos
Madero contra madero
Las mejores puertas del mundo
Ninguna se compara
A la del alegre tajibo
Que abre mi casa
Y cada mañana
Florece
Con la risa de mis hijos.
X
Nadie
Nada
Nunca
Conocía la puerta de entrada
Al jardín interior de la ciudad
No existe
No existe
La puerta no existe
La secreta entrada
Solo era compartida
Por aquellos elegidos
Que se perdían en las calles
Buscándose a sí mismos.
XVI
Ayer
Abríamos puertas
Con mi travieso hijo
Inocente descubridor de soles
Me enorgullecía
Llevarlo de la mano
Disipando sus temores
Hoy
Imprudente
Seductor de lunas
Él abre las puertas
Y se enorgullece
De llevarme de la mano
Disipando mis temores. |
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